22 de noviembre de 2011

Puerta Cerrada


En la confluencia de las calles de Segovia, Nuncio, Cava Baja, Grafal, Tintoreros, Latoneros, Cuchilleros, Gómez Mora, Pasa y San Justo se encuentra la Plaza de Puerta Cerrada donde se contempla tan sólo una tosca cruz, único vestigio de un viaje de agua. En dicha plaza una puerta existió en su día y que tuvo que ser cerrada a causa de los malhechores que al llegar la noche allí buscaban refugio.

Tirso de Molina la recordó de esta manera:
“Como está Madrid sin cerca, a todo gusto da entrada;
nombre hay de Puerta Cerrada, mas pásala quien se acerca.”

Y don Miguel de Unamuno hablaba así de ella:
“La Cruz de Puerta Cerrada, que abre sus anchos y blancos brazos de piedra; una cruz pura , sola, sin Cristo. ¡Líbrenos Dios de bárbaros, sin tierra ni pueblo, a quienes se les ocurra derribarla"

También existió aquí un palacio en el que vivía una tal Doña Laura, viuda de un indiano, amante de turno de Felipe IV. Cuenta la leyenda que unos chivatos anónimos comunicaron a Don Ramiro de Vozmediano, teniente corregidor de casa y corte y también figura siniestra de la Inquisición, que en días alternos una carroza se detenía delante de la mansión de Doña Laura y de la que bajaba un personaje embozado y penetraba en el palacio.

Puesto sobre aviso, el Corregidor montó la oportuna y discreta vigilancia, hasta que una noche los vigilantes le dieron la noticia esperada:
- ¡Ya ha caído en la ratonera!
Falta tiempo para que el tal Vozmediano con escolta y escribanos se persone en el lugar e inste a la dama:
- Sé que escondéis a una persona en vuestros íntimos aposentos. En nombre de su Majestad, entregádmela.
- Entrad y registrad. Tenéis ante vos a la más fiel servidora de Felipe IV. 
Durante el registro el Corregidor observa cierto movimiento en un tapiz que cubría un balcón.
- ¿Qué hay ahí detrás?
- Amén del cierre del balcón, un retrato de cuerpo entero que reproduce la figura de su Majestad.
- ¿Puedo contemplarlo?
- Podéis, pero no os lo recomiendo. Porque es tan real el retrato que quizá su contemplación pueda alterar el buen estado de su Señoría.
Don Ramiro descorre el tapiz, exclamando:
- ¡Dios bendito!
Y vuelve a correr el tapiz mientras dice con voz entrecortada:
- Cierto, cierto que nunca había visto retrato tan perfecto de su Majestad. ¡Tan siquiera entre los mejores que le ha pintado Don Diego Velázquez!


Fuentes: “Madrid” de Miguel de Unamuno, “Leyendas de Madrid” de Jerónimo de Anclares, “Leyendas y anécdotas del viejo Madrid” de Francisco de Azorín.
M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

14 de noviembre de 2011

Antiguo Ministerio de Fomento


Este edificio está situado en el número uno del paseo de la Infanta Isabel, junto a la Glorieta de Atocha (glorieta del Emperador Carlos V), y fue construido para albergar al entonces Ministerio de Fomento que inicialmente era un ramo del Ministerio de Comercio, Instrucción y Obras Públicas.
Del proyecto y también de las obras de construcción se encargó en el año de 1893 el arquitecto burgalés Ricardo Velázquez Bosco (1843-1923), aprovechando que en dicho solar ya existían desde 1886 los cimientos de una antigua Escuela de Artes y Oficios que no llegó a construirse y que a la postre condicionaría el desarrollo del nuevo edificio.

El edificio resultante, concluido en 1897, presenta una planta de forma rectangular retranqueada que se encuentra organizada por dos patios interiores de idénticas proporciones cubiertos ambos por una estructura de hierro y cristal.
Sin desmerecer del resto, quizá lo más destacado del edificio sea el cuerpo central de la fachada, compuesto por un pórtico central de igual altura que la planta baja, que sirve al mismo tiempo de basamento a cuatro pares de columnas gigantes de orden corintio que soportan un arquitrabe y un ático de notables proporciones.

También caben destacar las decoraciones de azulejos y esmaltes, que circundan las cuatro fachadas, obra del ceramista y pintor madrileño Daniel Zuloaga Boneta (1852-1921); las pinturas de Alejandro Ferrant y Fischermans (1843-1917); las imponentes cariátides del pórtico de entrada, obras del escultor catalán José Alcoverro y Amorós (1835-1908), que representan a la Industria y al Comercio, y el no menos colosal grupo escultórico “La Gloria y los Pegasos” coronando el ático.  

Obra que realizó en piedra el escultor catalán Agustín Querol y Subirats (1860-1909), y que más tarde fue sustituido por una réplica en bronce que corrió a cargo del escultor extremeño Juan de Ávalos y Taborda (1911-2006). 
Con la reforma ministerial que se produjo a comienzos del siglo XX, el Ministerio de Fomento fue suprimido y el edificio fue ocupado por el Ministerio de Agricultura y por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, más tarde lo ocupó en exclusiva el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación y hoy en día alberga el Ministerio de Medio Ambiente.

Fuentes: "Urbanity", "Postales Antiguas de Madrid" de Ediciones La Librería, "La Ilustración Española y Americana", "Viejo Madrid", "Sociedad Española de Librería".
M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

8 de noviembre de 2011

Real Academia Española (R.A.E.)


La Real Academia Española se fundó en 1713 por iniciativa del navarro, don Juan Manuel Fernández Pacheco y Zúñiga (1650-1725), Grande de España, marqués de Villena y duque de Escalona. Felipe V aprobó por Real Cédula su constitución con 24 sillones, el 3 de octubre de 1714 y la colocó bajo su “amparo y Real Protección”.
Su propósito fue el de “fijar las voces y vocablos de la lengua castellana en su mayor propiedad, elegancia y pureza”. Se representó tal finalidad con un emblema formado por un crisol en el fuego con la leyenda “Limpia, fija y da esplendor y el propósito de combatir cuanto alterara la elegancia y pureza del idioma y de fijarlo en el estado de plenitud alcanzado en el siglo XVI y consolidado en el XVII.

En 1723 se le concedieron 60.000 reales anuales para sus publicaciones. Fernando VI le permitió publicar sus obras y las de sus miembros sin censura previa. Se tomaron como modelo para su creación la Accademia della Crusca italiana (1582) y la Academia francesa (1635). El edificio que alberga en la actualidad la institución, situado en la calle Felipe IV, fue construido especialmente para ella por el arquitecto don Miguel Aguado de la Sierra (1842-1896), en estilo neoclásico, en unos terrenos del conjunto del Buen Retiro cedidos por la Casa Real.

Esta nueva sede se inauguró en 1894 con la asistencia de la regente María Cristina de Habsburgo y el rey D. Alfonso XIII. En 1784 María Isidra Quintina de Guzmán y de la Cerda (1768-1803), primera mujer con el título de doctor por la Universidad de Alcalá, fue admitida como académico honorario y, aunque pronunció su discurso de agradecimiento, no volvió a comparecer más. Fue probablemente la primera mujer académica del mundo, y no volvió a haber otra fémina hasta la elección como académica de número de Carmen Conde en 1978.


Fuentes: "Postales Antiguas de Madrid" de Ediciones La Librería, "La Ilustración Española y Americana".
M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

4 de noviembre de 2011

Adiós a “Super Sic”


Este domingo 6 de noviembre, con motivo del Gran Premio de la Comunidad Valenciana en el circuito Ricardo Tormo de Cheste (Valencia), última prueba del Mundial de Motociclismo de 2011, este blog “M@driz hacia arriba” y Manuel Romo, su administrador, expiloto, todavía usuario y por siempre aficionado incondicional a este deporte de las dos ruedas, quieren rendir este pequeño homenaje al recientemente desaparecido piloto de MotoGP, Marco Simoncelli. 
¡Va por ti Super Sic!.
Ciao.

M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

25 de octubre de 2011

Madrid desde arriba

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Allá por el año 1981 el trágicamente desaparecido cantautor madrileño Hilario Camacho sacaba al mercado discográfico un tema, que en su primera estrofa decía:  
“Madrid amanece con ruido, con humo y oscuros borrones flotando entre nubes”

Indudable y desgraciadamente ésta suele ser la tónica general, salvo en contadas ocasiones, de un despertar cualquiera en nuestro querido Madrid. Pero yo he tenido la gran suerte de conseguir cazar al vuelo, porque haberlos haylos, unos cuantos días de esas honrosas ocasiones. 
Y la verdad es que si entre Madrid y el cielo no existiera esa ya habitual boina gris oscura que asfixia nuestros pulmones y nubla nuestra vista, nos dejaría ver una fantástica ciudad con multitud de tejados rojos, la mayoría centenarios, con ese peculiar estilo milenario y tan nuestro, como lo es el de cualquier pueblo manchego. 

La mayoría de los mortales, al no estar acostumbrados a observar Madrid desde tales alturas, al menos yo, miramos maravillados desde esta perspectiva y, aún suponiendo que nos conocemos nuestra ciudad al dedillo, nos damos cuenta de que nos desorientamos, pues perdemos las referencias y por tanto calculamos mal las distancias y nos sorprendemos de lo cerca, de lo lejos, de las dimensiones o de la orientación en la que están ciertos edificios bien reconocibles.
Es tal el “caos organizado” que se divisa desde aquí arriba, que tengo que tomar como referencia la cúpula de un más que reconocible edificio emblemático, pongamos por ejemplo la de San Antonio de los Alemanes, para darme cuenta de que me cuesta un buen rato de observación hasta que puedo ir reconociendo zonas un poco más definidas. 

Deduzco que la calle que vislumbro a la izquierda de la iglesia tiene que ser la calle del Pez, que puesto que veo otra cúpula un poco más cerca de mí, tendría que ser la de la iglesia de San Martín y que otra cúpula que se divisa hacia el norte de la Hermandad del Refugio tiene que ser la de la iglesia de Montserrat, puesto que veo hacia el Oeste las imponentes moles de la Torre de Madrid y el edificio España y hacia el Este la parroquia de San Ildefonso y más hacia el Este aún los imponentes picachos de las Salesas Reales. 
Y así, poquito a poco, disfrutando y divirtiéndome, voy componiendo mi particular planimetría de Madrid. Ahora admiro mucho más si cabe los planos del señor Texeira y pienso en las dificultades con las que se tuvo que topar este buen hombre para poder visualizar desde pie de calle el conglomerado de casas y calles de la época y cuánto más fidedignos hubieran sido sus cálculos de haber dispuesto de alguno de estos privilegiados observatorios. 

M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

18 de octubre de 2011

El escudo de Madrid


El emblema de Madrid siempre ha dado lugar a controversias, más o menos fundadas, sobre sus variaciones sucesivas. Ya en el siglo XIII, durante el reinado de Fernando III el Santo (1199?-1252) figuraba el oso, probablemente por los muchos que abundaban en la región, según afirma el “Libro de Montería” del rey D. Alfonso XI, donde se dice que Madrid “era buen lugar de puerco y oso”.

Posteriormente se pintaron en la piel de éste las siete estrellas, que después pasaron a la orla del escudo y que los genealogistas afirman que es una alusión a la constelación llamada vulgarmente El Carro. Hay quien defiende la teoría, creo que descabellada, de que es porque la villa de Madrid se hallaba ubicada en la Carpetania, y que Carpentum quiere decir carro en latín.

Tampoco hay aclaración suficiente sobre la presencia del madroño al que se abalanza el oso en las modernas armas de Madrid, y sólo se consigna que el motivo de esta actitud del animal ante un árbol, hacía alusión a reñidos pleitos que hubo en el año de 1222, entre el Ayuntamiento y el Cabildo eclesiástico de la Villa, sobre unos derechos a ciertos montes y pastos en las cercanías del castillo, los cuales concluyeron con una concordia en la que se estableció que perteneciesen al Ayuntamiento de la Villa todos los pies de árboles y al Cabildo todos los pastos.

El litigio casi salomónico tuvo como final y para su memoria que se pintase para el Cabildo una osa paciendo en la hierba y que para el Ayuntamiento se la pusiese incorporada a las ramas de un madroño. También se ha pintado algunas veces un dragón alado como emblema de la villa, en alusión al que dicen que se halló esculpido en Puerta Cerrada, pero este mal llamado dragón no era sino una culebra, según el mismo dibujo que estampa el maestro López de Hoyos y su copia pintada, en el techo de una de las salas del Archivo del Ayuntamiento de Madrid.

Las armas, en fin, de la Villa de Madrid son hoy, de plata, el madroño de sinople terrasado de lo mismo, frutado de gules, acostado de un oso empinante de sable y superado por una corona cívica de sinople; bordura de azur, cargada de siete estrellas de plata y, al timbre, corona real”. Esta última concedida por el emperador don Carlos V, en las Cortes de Valladolid de 1544, a los procuradores de la Villa de Madrid, que pidieron este honor para su patria.


Fuentes: "Madrid Villa y Corte" de Pedro Montoliú Camps, "Ayuntamiento de Madrid", "Archivo Histórico Regional", "Sociedad Española de Librería", "Museo Municipal de Madrid".
M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

10 de octubre de 2011

Monasterio de la Encarnación


El Monasterio de la Encarnación fue fundado por Margarita de Austria, esposa de Felipe III, tras una promesa si se expulsaba de la península ibérica a los moriscos. Se puso la primera piedra del monasterio en 1611 justo donde se levantaría el altar mayor y se inauguró en 1616. Las monjas recoletas de la orden de San Agustín, llamadas Margaritas por su fundadora, llegan de Valladolid a ocupar el edificio ya consagrado por el arzobispo de Braga. 

Se atribuye el proyecto a Juan Gómez de la Mora o a fray Alberto de la Madre de Dios o a Francisco de Mora, tío de Juan. La fachada es de granito con tres arcos de medio punto, siendo el central de mayor tamaño. En la primera planta de la fachada un relieve en mármol de la Anunciación atribuido a Miguel Ángel Leoni y flanqueado por dos ventanas. En la planta superior un balcón central con un escudo a cada lado. El conjunto, bordeado por dos pilastras que acaban en un frontispicio triangular con una cruz en el vértice y dos bolas, también de granito, sobre pedestales en los extremos. 

La iglesia es de nave única con crucero y cúpula. Al ser la fachada retranqueada queda un atrio cerrado con una verja. En el siglo XVIII a causa de un incendio fue reformado por Ventura Rodríguez y a finales del siglo XIX se terminó la fachada del convento que da a la Calle de San Quintín. El edificio está unido subterráneamente por un pasadizo con el Palacio Real. El altar mayor de mármoles y bronces consta de 4 columnas corintias y una Anunciación de Carducho y las estatuas laterales de San Agustín y Santa Mónica, tallas de Gregorio Fernández. Los dos altares laterales del crucero están dedicados uno a San Felipe y otro a Santa Margarita en lienzos también de Carducho. 

A través del tiempo fue decorado con obras de Bartolomé Román, Bayeu, Gregorio Ferro y Ginés Aguirre. En 1965 fue abierto al público el museo del Convento y en él se pueden observar obras de Lucas Jordán, Vicente Carducho, Juan Carreño, José Ribera, Antonio Palomino, Pedro de Mena, Gregorio Fernández y Salcillo, entre otros, y no hay que olvidar el famoso recipiente con la sangre de San Pantaleón que se licúa cada 27 de julio,…“si no ha sido año de desgracias”. Malos tiempos corren para que se obre el fenómeno. 


Fuentes: "Madrid Villa y Corte" de Pedro Montoliú Camps, "Urbanity", "Postales Antiguas de Madrid" de Ediciones La Librería, "Ayuntamiento de Madrid", "Archivo Histórico Regional", "Viejo Madrid", "Sociedad Española de Librería", "Museo Municipal de Madrid".
M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

29 de septiembre de 2011

Fundación Diario Madrid


En el número 14 de la calle Larra se levanta un edificio modernista que fue proyectado en 1906 y ejecutado durante los años de 1907 y 1908, por el arquitecto madrileño Jesús Carrasco-Muñoz y Encina (1869-1957), arquitecto formado en las tendencias arquitectónicas neoclásicas e influenciado por las corrientes eclécticas francesas impulsadas por la filosofía de Victor Cousin.

A comienzos del siglo XX, los trabajos de Carrasco conectaban más con la filosofía del movimiento Beaux-Arts, caracterizado por construcciones monumentales ornamentadas con elementos clásicos, pero poco tiempo después, su eclecticismo evolucionaría hacia ideas más estructuralistas y el empleo de elementos rectilíneos, con el fin de crear composiciones más depuradas. De esta época datan sus proyectos para el edificio del Casino de Madrid (1903), del que quedó finalista; para el Palacio de Comunicaciones (1904), que finalmente realizaron Palacios, Otamendi y Chueca Sainz y el proyecto y construcción del Gran Hotel Reina Victoria (1919-1923), concebido como edificio comercial para los Almacenes Simeón, en la plaza de Santa Ana.

En el caso que nos ocupa, Carrasco ordenó un solar de planta trapezoidal mediante un sótano para máquinas y talleres, un patio inglés en la fachada principal, dos plantas con retranqueo sobre la alineación de la calle y un segundo patio interior cubierto. La fachada principal presenta características del modernismo catalán, rematada con un torreón lateral, un cuerpo central con un gran arco acristalado entre grandes pilastras que conforma la parte baja del edificio y la parte superior del edificio corrida por una balconada.
En el frontis del patio inglés hay que destacar la decoración con cerámicas de Daniel de Zuloaga. El edificio sufre una ampliación de los talleres en 1926, y una segunda ampliación que afecta al resto de servicios en 1932. En la década de los noventa el edificio fue restaurado y rehabilitado en profundidad.

En un principio se editó en sus talleres el semanario ilustrado Nuevo Mundo, seguido en 1908 del diario La Voz y ya en 1917 se comienza a editar El Sol, bajo la dirección de Nicolás María de Urgoiti, gran impulsor de las iniciativas periodísticas y editoriales. Desde el diario El Sol, José Ortega y Gasset, Asín Palacios, Unamuno, Valle Inclán, Menéndez Pidal, Corpus Barga y Gregorio Marañón, entre otros, dejaron en sus páginas el sentir del pensamiento español de la época. Terminada la guerra civil, aquí se instalaron el diario Arriba y el diario deportivo Marca, hasta bien entrados los años sesenta.

Actualmente es la sede de la Fundación Diario Madrid, polémico diario de la etapa franquista, en la que se continúan desarrollando actividades periodísticas. También imparte sus cursos docentes en este edificio la escuela de diseño, Istituto Europeo di Design, con la que colabora la Fundación.


M@driz hacia arriba©2006-2011 | Manuel Romo

21 de septiembre de 2011

Circo Teatro de Price


Thomas Price, acróbata y domador de caballos irlandés, procedente de una familia con gran tradición circense, no sólo en España, sino también en Escandinavia y el resto de Europa, se instala en Madrid en 1858 y decide levantar un simple barracón cercano a la plaza de toros de la Puerta de Alcalá para actuaciones de compañías acrobáticas. 
Ya corriendo el año de 1868 por fin consigue su sueño, llevar a cabo un proyecto largamente acariciado y asentarse en su propio circo estable. El Circo de Price, “la catedral del circo español”, obra del arquitecto Pedro Vidal

Una edificación casi en su mayor parte de madera se instala en el madrileño paseo de Recoletos, más concretamente, en el actual cruce de la calle de Bárbara de Braganza con el Paseo de Recoletos, en el entonces denominado Jardín de las Delicias, lugar de recreo y paseo para los madrileños. 
Posteriormente y debido a su popularidad el establecimiento se queda escaso de aforo con tanta afluencia y ante la imposibilidad de ampliación por las edificaciones colindantes, el señor Price decidió construir un nuevo circo situado en la Plaza del Rey, en un antiguo y amplio solar perteneciente al entonces desaparecido "Teatro del Circo". 

Price fallece prematuramente en Valencia, en 1878, debido a un accidente fortuito durante una gira, sin poder ver realizado su gran sueño, por lo que su administrador y yerno William Parish, tomó la dirección del nuevo proyecto. Dos años más tarde de la muerte de Price, el 5 de diciembre de 1880, se inauguró el nuevo edificio de la plaza del Rey, esta vez diseñado por el arquitecto Agustín Ortiz de Villajos, recibiendo el nombre de "Circo Teatro de Price", conservando así en su fachada el nombre en honor de su fundador. 

Apenas ha pasado un año de su inauguración cuando un incendio destruye por completo el edificio. Parish persevera y levanta otro de factura un poco más moderna con la ligera variación de que ahora se llama “Teatro Circo de Price”. A la muerte de Parish, en 1917 y en su homenaje, pasa a llamarse “Circo de Parish”. En 1940 tras un bombardeo, el edificio queda reducido a escombros sobreviviendo tan sólo su fachada. Tras la guerra civil se inicia su reconstrucción. Mientras dura este proceso sus actuaciones se continúan haciendo bajo una carpa improvisada instalada en la calle de Barceló. 
En los principios de este circo, cada noche triunfaba el inigualable trapecista de la época Jules Leotard, francés de nacimiento, que por su peculiar y novedosa indumentaria para aparecer en escena, consistente en unas ajustadas y provocadoras mallas, se las dio en llamar, por el nombre de su revolucionario portador, “leotardos”. 

El espectacular número del descocado Leotard consistía en peripecias en el trapecio, en las que no utilizaba red de seguridad, y juegos y trucos con cuerdas y aros. Leotard, para rematar su número, solía acabar su despliegue de saltos y piruetas en lo alto del mástil central. A lo largo de su siglo de historia también desfilaron por sus pistas grandes figuras como los Briatore, Pompoff y Thedy, los hermanos Moreno, trapecistas como Miss Mara y Pinito del Oro, y el payaso catalán Joseph Andréu i Lasserre “Charlie Rivel”, y tras la última reconstrucción de posguerra cabe destacar a Estrellita Castro, Mary Santpere, Antonio Molina, Rafael Farina, el Dúo Dinámico, Juanito Valderrama, Luis Sánchez Polack “Tip”, el entonces “Mike” Ríos, etc. 

Tras la última función, del 12 de abril de 1970, el edificio sería derribado para levantar en su lugar una horrenda construcción que albergaría una entidad bancaria, posteriormente ocupada por la sede del Ministerio de Cultura. 


Fuentes: "Postales Antiguas de Madrid" de Ediciones La Librería, "Ayuntamiento de Madrid", "Archivo Histórico Regional", "Urbanity", "Viejo Madrid", "Sociedad Española de Librería", "Museo Municipal de Madrid".

M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

8 de septiembre de 2011

Escuelas Aguirre


C/ Alcalá, 62
Se trata de una institución docente fundada por D. Lucas Aguirre y Juárez. La primera piedra se coloca en 1881, si bien el proyecto definitivo es de 1884. Esta obra realizada en la época más fecunda de la corta trayectoria profesional del arquitecto Emilio Rodríguez Ayuso, (1845-1891), constituye una de las construcciones más representativas del neomudéjar madrileño, junto con otras de sus obras, como la desaparecida Plaza de Toros de Goya y el Instituto Homeopático y Hospital de San José.

Edificio de planta baja rectangular, que albergaba las aulas, y que disminuye su superficie en el piso principal para formar una U dejando un patio abierto a la fachada posterior. En esta planta principal se situaban la biblioteca, la sala de juntas y las viviendas para el profesorado. Esta edificación presenta fachadas de ladrillo como material principal, y una exquisita decoración a base de lazos, rombos y dientes de sierra.
Tras la fachada principal, en 2ª crujía y centrado sobre el eje, se coloca el núcleo de escaleras. Sobre este cuerpo central se alza una torre cuadrada del mismo estilo neomudéjar, de 37 metros de altura, compuesta por tres cuerpos también de ladrillo y coronada por un ático de estructura metálica y acristalado. A lo largo de su historia se somete a diversas reformas, como la ampliación del sótano para cocinas y comedores en 1931, obras dirigidas por Flórez y Giner de los Ríos.

Entre 1998 y 1999 una nueva reforma, para Escuela Municipal de Formación, altera la concepción del edificio. Se construyen dos entreplantas para aulas en el interior de cada patio cubierto, se reordenan accesos, se eliminan barreras arquitectónicas y se construyen dos nuevas escaleras. En 1929 funciona como Escuela Graduada, con un total de 16 grados para niñas, niños y párvulos. Hacia 1971 cierra como centro escolar para acoger dependencias municipales del Ayuntamiento de Madrid. En 2009 el Ayuntamiento cede el edificio para albergar la Casa Árabe de Madrid.

M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

1 de septiembre de 2011

Agosto en Madrid


Se acabó el mes de agosto. Va aflojando poco a poco “la caló”. Van tocando a su fin las tan ansiadas vacaciones de verano. Las zonas costeras empiezan a vaciarse progresivamente, porque los turistas comienzan a dispersarse hacia sus ciudades de origen.
Pero también termina la tranquilidad en las calles de Madrid. Volverán a aparecer las boinas de smog matutino. Volverá a enrarecerse el aire que respiramos. Comenzarán a subir los niveles de contaminación atmosférica y ésta nos matará un poquito más. Volveremos a sonarnos la nariz con resultados “más oscuros”.
Las envidiadas siestas hispánicas serán algo menos placenteras al aumentar el bullicio callejero. La concentración para leer un libro, en tu terraza favorita o en un banco de un arbolado paseo, ya no será la misma con tanto tráfago de tráfico, valga la redundancia. Ya no podré tirar fotos desde en medio de la calzada.

La charla de un encuentro casual en una esquina de la calle ha de subir unos cuantos decibelios el volumen. De encontrar una plaza de aparcamiento, ni hablamos. En fin, todo este rollo para decir, que me gusta el verano y, concretamente el mes de agosto, para poder disfrutar de mi M@driz. Y me diréis, sí, pero hace mucho calor con tanto asfalto, granito, hierro y hormigón. No hay problema, seguir el consejo de D. Ramón Gómez de la Serna: “Para evitar el calor, los termómetros del verano deberían colocarse al revés”.

M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

26 de agosto de 2011

Lamarca Hermanos


Este edificio está situado en la calle Fernando VI, número 10. Se desarrolla de esquina a esquina con vuelta por una parte con la calle de Regueros y por la otra parte con vuelta a la calle de Belén. 
Es obra del arquitecto Santiago Castellanos Urízar y promovido por la empresa Lamarca Hnos. para la construcción, venta y reparación de carruajes automóviles y carrería. 

Castellanos planteó el proyecto en 1902, con un desarrollo longitudinal, de escaso fondo y dos alturas rematadas con torreones, ubicando la zona comercial, con exposición y oficinas, en la planta baja; los talleres de reparación y los garajes en el patio trasero, y viviendas en la primera planta y en el segundo piso de los torreones de los extremos. 
La fachada, de estilo moderno, combina el modernismo vienés de la caligrafía del frontón central donde figura el nombre de la sociedad, con toques clasicistas en los huecos de ventanas y las pilastras a lo largo de toda su fachada. 

Afortunadamente en el año 2010, tras un gran deterioro por abandono, se acometieron las reformas de su fachada, restaurando las partes dañadas de su frontal y restituyendo piezas desaparecidas como las esfinges de los extremos del frontón. 


Fuentes: "Urbanity", "Postales Antiguas de Madrid" de Ediciones La Librería, "Ayuntamiento de Madrid", "Viejo Madrid", "Sociedad Española de Librería".
M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

18 de agosto de 2011

Puerta de Toledo (comparativa)


Litografía de J. Cebrián s.XIX

La Puerta de Toledo preside la glorieta del mismo nombre, en la que confluyen la Ronda de Segovia, el Paseo de los Pontones, la calle de Toledo, la Ronda de Toledo y la Gran Vía de San Francisco.
Ya en la primitiva cerca de la ciudad construida en el siglo XV existió una puerta, de la que no quedan referencias, llamada de Toledo, de donde partía el camino que iba a la ciudad homónima.
En 1625, al construirse la cerca que ordenó Felipe IV, se levantó una segunda puerta, situada algo más cerca del centro de la ciudad que la actual, en la calle de Toledo.
Los primeros proyectos de construcción de la puerta actual se remontan a 1812, en la época de ocupación napoleónica, durante el reinado de José Bonaparte, cuando se ordenó su diseño para adecentar la entrada a Madrid por el antiguo camino real de Andalucía.



Este primer proyecto no llegaría a ejecutarse puesto que, tras la expulsión de José Bonaparte en 1813, las autoridades municipales encargaron un nuevo diseño al arquitecto neoclásico, discípulo de Villanueva, Antonio López Aguado(1764- 1831), que proyectó la puerta a modo de un arco triunfal dedicado al recién restaurado rey, Fernando VII.
Con una altura de 19 metros y una clara reminiscencia romana, está conformada con bloques de granito y compuesta por un gran arco central de medio punto y dos puertas dinteladas.



La decoración consiste en medias columnas estriadas de orden jónico a los lados del arco central y pilastras del mismo estilo enmarcando las puertas laterales.
Se encuentra coronada por un grupo escultórico en piedra diseñado por el escultor valenciano José Ginés(1768- 1823) y esculpido por Ramón Barba ( 1767- 1831) y el toledano Valeriano Salvatierra (1788- 1836) y compuesto por una alegoría de España, representada por dos niños, portando el escudo de armas de Madrid, una personificación de las Artes, una matrona simbolizando las provincias y el león como símbolo del poder monárquico. 



Sobre ambas puertas laterales completan la composición diversos trofeos militares.
Fue la última puerta monumental erigida en el antiguo recinto de Madrid. Se construyó entre los años 1817 y 1827 y fue restaurada por el Ayuntamiento de Madrid en 1995.

M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

9 de agosto de 2011

Chimeneas de Madrid


¡Madrid es fantástico/a! Es curioso pero acabo de caer en la cuenta de que después de toda una vida anidando en esta querida-maldita ciudad y con tanto galimatías con la igualdad, todavía no tengo muy claro qué género y sexo aplicarle/o/a.
No quiero ser reiterativo con lo de, “que vamos a todas partes corriendo”, “que si parece que vamos con orejeras”, “que si el estrés de la sociedad de consumo”, “que si no llego”, “...es que me cierran”, “me echan si llego tarde”, etc. Pero bien es cierto que generalmente no paseamos si no que pasamos que, obviamente, por una simple vocal, no es lo mismo.

Lanzamos la vista hacia delante sin fijarnos en esa variedad de detalles que, al estar unos cuantos metros más arriba, pasan desapercibidos por insignificantes, o no les damos importancia por cotidianos, o simplemente no los vemos por estar un tanto escondidos.
Si fuera por vicios militares iría siempre con la vista al frente, si fuera por vicios religiosos iría con la cabeza humillada en señal de sumisión y respeto, pero como mi deformación es por vicios arquitectónicos adquiridos estoy acostumbrado a ir siempre con la cabeza bien alta, lo que me ha reportado decepciones, pero también multitud de satisfacciones visuales, a mí y a mi ojo derecho, que es con el que miro a través del visor de mi cámara.
Siempre hay un balcón, una inscripción, un adorno, un castillete, un color, una ausencia que nos causa sorpresa, desconcierto o indignación, en cualquier caso, bueno o malo, un gesto. Hoy me ha tocado clavar la visual en las chimeneas, ¡qué le voy a hacer!

Hay artistas y artesanos para todos los gustos y disciplinas que, desde tiempos inmemoriales, plasman sus obras en fachadas, tejados y azoteas y, ¡oh! avispados lectores, como bien habéis intuido hoy dedico este artículo a esos artistas-artesanos y viceversa que con su imaginación y creatividad aportan su granito de arena dando ese toque rústico que remata la silueta de Madrid  y que, de forma tan decorativa, nos ayudan a expulsar de nuestros hogares, comercios y despachos, esos “malos humos” tan nocivos para nuestros castigados pulmones urbanitas.

M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

20 de julio de 2011

Cornelis Zitman en Madrid


Aunque en un principio este artículo parezca no encajar con la temática pretendida de este blog, nada más lejos de la realidad, pues, a mi entender, es una forma de Art-quitectura, al fin y al cabo.
Hace unos días, con motivo de la reapertura, no exenta de polémica, del C. C. Conde Duque, visité por casualidad una exposición de escultura de un artista holandés, para mí totalmente desconocido y que por la originalidad de su obra, que me sorprendió y entusiasmó, he creído conveniente incluir aquí mi particular homenaje.

 Cornelis Zitman nace en el año de 1926, en el seno de una familia de constructores de Leiden, Holanda. Con 15 años ingresa en la Academia de Bellas Artes de la Haya. En 1947, en plena Segunda Guerra Mundial, emigra en un petrolero sueco a América del Sur, a la ciudad de Coro, Venezuela. En 1949 se traslada a Caracas donde comienza a pintar y esculpir inspirándose en los cuerpos de la población nativa, recibiendo en 1951 el Premio Nacional de Escultura.
En 1961 expone en Boston, Estados Unidos, y en 1964 vuelve por espacio de tres años a Holanda para aprender técnicas de fundición con el también escultor Pieter Starreveld. Tras este aprendizaje, vuelve a Venezuela para establecerse definitivamente en un trapiche, viejo molino de caña de azúcar, situado en una de las colinas que rodean la ciudad de Caracas, donde consolida su carácter de escultor, convirtiendo sus obras en representaciones de una nueva raza, la que se ha dado en llamar, la raza zitmaniana.

En 1971 expone en la galería Dina Vierny de París y, a partir de entonces, se dedica exclusivamente a la escultura. Expone individualmente en Venezuela, Suiza, Estados Unidos, Francia, Holanda y Japón, obteniendo varios premios nacionales e internacionales.
Sus esculturas, la mayoría en bronce, representan lo visible y lo tangible, destacando y exagerando a modo de caricatura la morfología de los indígenas de aquellas tierras venezolanas. Caben destacar especialmente las figuras femeninas, por sus tremendos y rotundos volúmenes, sin desmerecer las esculturas tribales, las de niños y ciclistas.

La exposición “Cornelis Zitman en Madrid”, que se expone en el Centro Cultural Conde Duque desde el 10 de junio hasta el 16 de octubre, da acogida a 103 esculturas, 25 dibujos y un óleo fechado en 1946, su obra más antigua, y en la que los críticos han querido ver una premonición de lo que posteriormente sería su mundo creativo. La exposición se compone de obras procedentes del Museo Beelden Aan Zee de Scheveningen, Holanda, del Museo Maillon, de París, de diversas colecciones de particulares y de la colección del propio artista.

M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo