20 de noviembre de 2012

¿Modernidad?

Hoy voy a sacar un poco los pies del tiesto y en vez de limitarme a mi habitual campo blogueril de humilde observador-arquitectónico, he saltado atrevidamente la valla que lo delimita, para así poder hacer una pequeña incursión en otros pagos, y he venido a parar en el siempre florido campo lingüístico. Me explico. En un relativo corto espacio de tiempo, Madrid ha cambiado en muchos aspectos vertiginosamente. No sólo hemos ido perdiendo poco a poco gran parte de una exquisita arquitectura que precedió a este revuelto siglo XXI, sino que también nuestro vocabulario va cambiando paulatinamente, no siempre de forma lógica, y así vamos perdiendo casi sin darnos cuenta vocablos que seguramente ya nunca recuperaremos. Aun estando en contra de la mayoría de estos cambios, pues algunos son inevitables a causa de la aparición de nuevas tecnologías y por lo tanto ha habido también que inventar nuevos términos, hay que admitir que se nos han ido pegando del escuchar cotidiano y acabamos empleando inconscientemente estos extranjerismos cada vez con más frecuencia. Normalmente son anglicismos, aunque como desde hace unos años "ya somos europeos", también comienzan a colarse otras sustituciones innecesarias en nuestro rico, antiguo y mal parado léxico. Como muestra un pequeño botón, pero al fin y al cabo, botón.
  • ¿Quién no se ha quedado alguna vez sin plaza en un vuelo? Pues no te creas que te has quedado en tierra porque ya estaba el avión “petao”, no, es que había overbooking.
  • ¿Escuchas decir a la gente que se va unos días a un balneario?. ¡Qué cutrez!. Se va a disfrutar de los deliciosos chorros termales de un Spa.
  • ¿Queda muy feo que te compres ropa de saldo? No hay problema, si dices que te la has comprado en los “Outlet Arias”.
  • ¿Te crees que sales a la calle guapo/a, elegante o resultón/a? Ni hablar, ahora resulta que todos te ven fashion.
  • ¿Piensas que en el trabajo tu jefe te está acosando descaradamente?. Iluso, sólo te está haciendo mobbing.
  • Ni se te ocurra decir que vas a la peluquería, eso es para los viejos y los paletos. ¡Por favor, adecúa tu vocabulario y di que tienes hora con tu estilista!.
  • ¿Te miran como a un delincuente común si vas a comprar pan y pides la famosa pistola de toda la vida?. Insensato, no asustes al personal y prueba a pedir una baguette, ya que estarás en una boutique del pan.
  • En tu casa, aunque no te lo creas, ya no cambias canales, haces zapping; no anotas a tus contactos en una agenda, los virtualizas en un notebook; no disfrutas de un paseo por el campo, estás haciendo trekking; no te lavas el cerebro con un programa basura, te estás culturizando con un talk-show; las corseterías se han refinado y se han transformado en lingeries; la hora de máxima audiencia, ahora es prime time. Los artistas no se mueven entre bambalinas, sino por un extraño backstage, y voy a decir etcétera porque la lista sería, como una de las obras de Michael Ende, la historia interminable.
Pero ya metidos en harina, no quiero dejar de hacer mención de unos cuantos renombramientos que ahora me vienen a la cabeza y que siempre me llamaron la atención por estúpidos y absurdos y que en definitiva intentan disfrazar lo que no se puede ocultar, a saber: Fenómeno mediático (manipulación pública), país emergente (mano de obra barata), reestructuración empresarial (despido masivo), contrato en prácticas (trabajo precario), déficit público (despilfarro gubernamental) y efectos colaterales (perdón, pero te aguantas). 
Para terminar con mi crítica de estos despropósitos, me viene al pelo copiar la coletilla de un artículo atribuido al lenguaraz Pérez Reverte: ¿Estamos idiotas o qué?

Texto: Manuel Romo
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