Las fachadas son como la carta de presentación de los edificios, es lo primero que ve el visitante y dependiendo de su color, su arquitectura y sus elementos ornamentales, nos pueden decir mucho de su interior e incluso de sus moradores. Según estos factores nos da la impresión de que la casa puede ser acogedora, fría, señorial, siniestra o anodina. Nos puede transmitir serenidad, calidez, incomodidad, o quizá nos evoque recuerdos de paisajes montañeses, isleños o de países lejanos, etc.
Así, si vemos fachadas de un color blanco predominante, con balcones de tonos ocres o azules, adornados con plantas y flores, nos puede llevar a pensar que sus viviendas son cálidas, semi rústicas, manchegas o sureñas. En Madrid existen muchos edificios con tejados de teja de barro cocido y fachadas de colores tan intensos, que me hace pensar irremediablemente en una clara influencia colonial con un ligero sabor de Habana Vieja.
Hay fachadas de ladrillo de diferentes tonalidades que nos hablan de una construcción recia y sobria, muy propia de finales del XIX. Hoy en día se apuesta por fachadas minimalistas, de líneas rectas y sencillas y con amplios ventanales para dar sensación de amplitud, sin embargo, tanta originalidad de vidrio, hormigón y hierro nos transmite frialdad.
En fin, lo que quería decir es, que ya sea del clásico blanco, tonalidades neutras, colores apagados o puros, en Madrid, tenemos una gran variedad de fachadas coloreadas y como para gustos están los colores, aquí os he dejado una pequeña muestra del Pantone madrileño.
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