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25 de junio de 2013

Palacio de la duquesa de Medina de las Torres


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Fue construido entre 1881 y 1884 por el arquitecto castellano-manchego Agustín Ortiz de Villajos (1827-1902) en el paseo de Recoletos, sobre gran parte del solar donde estuvo ubicado el Circo Teatro de Price, derribado tras un asolador incendio. Sobre la parte restante que quedó libre del solar, se construiría unos años más adelante el contiguo palacio de Elduayen. Estos dos palacios, junto a los del Marqués de Salamanca, Marqués de Alcañices (Duque de Sesto) y otros notabilísimos edificios, convertirían esta zona de la capital en una de las más elegantes de todo Madrid. 

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En el palacio de la duquesa de Medina de las Torres, podemos apreciar un elegante alzado que, originalmente, constaba de cuatro plantas y semisótano. Este edificio está estructurado en dos cuerpos de esquina y un cuerpo central con cinco vanos por planta ofreciendo todo el conjunto unas fachadas muy equilibradas por la distribución de los huecos y la sencilla decoración de los machones verticales de ladrillo. La pretensión de Ortiz de Villajos era obtener una construcción donde resaltara sin mucha ostentación el estilo de un palacio urbano, a la vez que velaba dicha ostentación asemejándola a un edificio de viviendas. 

Fundación MAPFRE

Unos veinticinco años después de su construcción, ya en la primera década del siglo XX, se decide hacer ciertos cambios en el edificio para proporcionarle un aire un tanto más señorial y se encarga la acertada construcción de dos torreones sobre los cuerpos de las esquinas, eso sí, siempre guardando la simetría, las decoraciones verticales y horizontales del estuco y empleando también en ellos los machones de ladrillo. En su interior caben destacar las alturas de algunas de sus plantas, llegando a alcanzar en la segunda y la tercera unos 4 metros cada una, mientras que en la planta principal se acerca casi a los 5 metros. 

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En la parte trasera del edificio, mediante un pasadizo volado, se accede a un cuerpo trasero supuestamente construido en la reforma de 1908 para albergar las cocheras, almacenes y las habitaciones del servicio. Actualmente, el antaño palacete ducal, hoy convertido en espacio expositivo de la Fundación MAPFRE, desde el 13 de junio al 4 de agosto, nos muestra una magnífica exposición: “Terrenos de juego” de Alberto Giacometti (1901-1966). Una buena ocasión para viajar este fin de semana a Madrid, alojarse en uno de sus hoteles y disfrutar de la amplia y variada oferta cultural que nos ofrece la capital en estos primeros días de verano. 


Fuentes: Alzado cortesía de Fundación MAPFRE, Madrid histórico
M@driz hacia arriba©2006-2013 | Manuel Romo

12 de diciembre de 2012

Palacio de Abrantes



Es bastante frecuente que cuando la fachada de un edificio presenta esgrafiados, muchos piensen que se trata de pinturas y este puede ser el caso del Palacio del Duque de Abrantes, edificio palaciego del siglo XVII que se encuentra en el número 86 de la calle Mayor. La construcción partió de un encargo que hizo en 1652 don Juan de Valencia el Infante, que compró cinco casas contiguas para que el arquitecto Juan Maza las derribara y levantara en el solar resultante un palacio lo más cercano a la Corte. 

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Mucho ha cambiado desde entonces su fisonomía original pues, además de las sucesivas reformas de los interiores, constaba de diferentes embocaduras en los balcones, aleros con menos voladizo, otra entrada principal y las esquinas a la calle de la Almudena y a la del Factor, estaban coronadas de flamantes torreones con chapitel. Tuvo que ser un edificio un tanto incómodo de habitar, pues desde 1656, el año de su terminación, fue pasando por innumerables manos, principalmente de la nobleza, hasta que finalmente, a mediados del siglo XIX, lo compraran los duques de Abrantes, que encargaron en 1845 una importante remodelación al arquitecto Aníbal Álvarez Bouquel (1806-1870). 


Entre sus más destacados propietarios figuran el caballero de la Orden de Alcántara, don Antonio de Valdés y Ossorio; el marqués de Alcañices, don Juan Enríquez de Borja y Almansa; las linajudas familias de los Cuevas y de los Pacheco; el senador don Manuel María de Santa Ana; el alcalde de Madrid don Ángel de Carvajal y Fernández de Córdoba, marqués de Sardoal. Incluso durante una época fue dividido en instancias a modo de pisos de alquiler. Allí se alojaron la sede del periódico La Correspondencia de España con su entonces propietario Ignacio Escobar, la Embajada Italiana con el conde Giuseppe Tornielli-Brusati y más tarde su sucesor el barón Renzis di Montano, a los que se debe la última reforma del palacio encargándosela al arquitecto Luis Sanz y Trompeta, que se valió de artistas italianos, concretamente milaneses, para embellecer las fachadas con la decoración de su último piso a modo de ático que hoy en día podemos observar. 

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Los temas de los paños esgrafiados son figuras tanto de niños como de adultos sujetando emblemas, guirnaldas vegetales y escudos. Finalmente durante la Guerra Civil es utilizado por la Brigadas Internacionales y al finalizar la contienda en 1939, la embajada se traslada al Palacio de los Marqueses de Amboage, figurando el palacio desde entonces como sede del Istituto Italiano di Cultura. 

 
M@driz hacia arriba©2006 | Manuel Romo

30 de julio de 2012

Rejería del Madrid borbónico (XVIII)


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En la Italia de principios del siglo XVIII surgen las primeras construcciones barrocas, una producción de rejas sumamente ornamentales acopladas tanto en fachadas: puertas, ventanas y balcones, como conformando grandes rejas que aíslan jardines a la vez que los decoran. Esta forja monumental de idea decorativa pasa a Francia. Desde Italia y Francia pasa a los centros cortesanos alemanes y austriacos e incluso también a Rusia, llenándose todas estas ciudades de grandes puertas de hierro, rejas de jardines y balaustradas férricas en los puentes. Lo más característico de esta forja ornamental es la introducción de la cinta, con la que se componen los llamados “encajes férricos”. 

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Con esta cinta se forman volutas, rocallas y todo tipo de tracería que destacando sobre los fondos produce un efecto opulento. Todas estas formas del trabajo rejero llegan a España con los Borbones. Se plasman, primero, en los Reales Sitios, se extienden después por las residencias de los nobles y acaban completando la arquitectura de los grandes templos. Una rejería en la que es muy frecuente que sus artífices fuesen franceses afincados en España o llamados para encargos, o bien forjadores nacionales que hubiesen viajado y estudiado en el extranjero. Tales son los casos del maestro Duperier o el del rejero Antonio Dupar, o el del maestro hispano Diego Martínez. 

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En Madrid, sede de la Corte y residencia de la alta nobleza y burguesía, establecieron talleres los mejores rejeros, como el italiano Joseph Say y el francés Juan Bautista de Platón y españoles como los maestros Silvestre Poderos, Antonio Bazán y Francisco Manzano, artífices de los magníficos balconajes de la planta principal del Palacio Real. Ya en pleno reinado de Carlos III, surgen en España las Sociedades Económicas de Amigos del País creadas para impulsar el desarrollo de las industrias, especialmente el fomento de las manufacturas metalisteras. 

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Tales empresas adquirían el hierro en fábricas y en hornos de fundición que lo surtían ya elaborado en gruesos y formas al gusto del demandante y de metalisteros, siguiendo pautas de rejeros y cumpliendo órdenes de arquitectos. Estas industrias comenzaron a proliferar por todas las regiones, si bien las sedes más importantes estuvieron en Vascongadas, Madrid y Barcelona, donde vieron la luz casi todas las obras férricas y metalisteras que se emplearon con fines prácticos y decorativos a finales del XVIII y comienzos del XIX. Las obras de mayor envergadura salidas de estas empresas fueron la larga serie de lienzos rejeros de jardines, parques y edificios públicos. 


Uno de los mejores ejemplos en Madrid es las rejas y puertas del Jardín Botánico, ordenado construir por Carlos III para que completase el entorno del entonces Museo de Ciencias Naturales, hoy Museo del Prado, trazado por Juan de Villanueva quien llevó a cabo su cerramiento para que al mismo tiempo permitiesen ver a través de sus barrotes. Terminadas las obras del jardín en 1789 se instalan las rejas trazadas por Pedro Muñoz y Francisco Arrivillaga y ejecutadas en Tolosa, convirtiéndose en una de las primeras obras de la rejería industrializada española. 

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Otra producción metalistera de esta etapa fue la de las farolas de alumbrado público. Durante el reinado de Carlos III se reglamenta el alumbrado público en Madrid, creándose en 1761 un Cuerpo Municipal encargado de la conservación, limpieza y encendido de farolas. Madrid se ilumina con bujías de estearina y de parafina aplicadas a los primeros faroles en las últimas décadas del XVIII, obra de hojalateros y vidrieros, que colgaban por medio de pernos y palomillas, pudiendo ser sus formas cilíndricas o cuadrangulares, de los cuales ningún ejemplar a llegado a nosotros, siendo tan sólo conocidos por referencias de las crónicas de la época. 


Fuentes: Fernando de Olaguer-Feliú (Catedrático de Historia de Arte de la U.C.M.)
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12 de abril de 2012

Cárcel de Corte, Palacio de Santa Cruz y Ministerio de AA. EE.


Fue mandada construir por Felipe IV en 1629 para albergar las dependencias de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte y de la Cárcel de Corte. El edificio se encuentra situado en la plaza de la Provincia número 1, presidido por la fuente de Orfeo, junto a la Plaza Mayor. Es una de las construcciones más significativas del Madrid de los Austrias. El proyecto fue realizado por el arquitecto madrileño Juan Gómez de Mora (1586-1684) y las obras de construcción fueron dirigidas por Cristóbal Aguilera entre los años de 1629 y 1636, junto con otros arquitectos madrileños de la talla de José de Villarreal, Bartolomé Hurtado García y José Olmo.

El palacio, inspirado en una mezcla de la arquitectura clásica italiana y española, es de planta rectangular y consta de dos patios cuadrados interiores simétricos que, además de organizar coherentemente el espacio, permiten una generosa ventilación y la entrada de luz natural. Ambos patios están divididos por un espacio central haciendo las veces de acceso al edificio y de distribuidor al resto de dependencias.

La composición de la fachada es simétrica lo que confiere al edificio una acusada proyección horizontal que sólo se ve alterada por los dos torreones de los cuerpos laterales acabados en chapitel y con la superposición de los dos niveles de triple vano que componen la portada principal. En cuanto a sus decoraciones, destaca el típico cromatismo de los materiales que imponía la época, ladrillo visto y granito, empleados en su construcción y las esculturas centrales que coronaban el escudo imperial y de las que hoy solamente queda una, el ángel. La estrechez de algunas de las dependencias y la falta de espacio obligaron a ampliar y reformar el inmueble, como se desprende de las obras que se realizaron entre 1648 y 1662 y entre 1662 y 1670.

En 1767 pasó a llamarse Palacio de Santa Cruz y se dispuso que sólo permanecieran en el palacio las dependencias de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte, trasladándose la cárcel al Oratorio Salvador del Mundo, a espaldas del edificio, donde estuvo hasta 1846 en que fue trasladada a la Cárcel del Saladero. Un incendio ocurrido en 1791 destruyó casi por completo la cubierta del edificio y la torre con chapitel que daba a la calle del Salvador. Con la instauración del liberalismo durante el siglo XIX, el edificio pasó a albergar instituciones más acordes con el nuevo sistema constitucional. En la actualidad alberga las dependencias del Ministerio de Asuntos Exteriores.
En 1996 fue declarado Bien de Interés Cultural. 

Fuentes: Madrid histórico, Juan Cato.
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4 de abril de 2011

Palacio de la Condesa de Guevara


En la parte oeste de la entonces Ronda de Santa Bárbara, hoy calle de Sagasta, construyó Ventura Rodríguez en 1768, frente al convento de Santa Bárbara, también desaparecido, y por mandato de Carlos III, un establecimiento para matadero de cerdos y saladero de tocino. El inmueble se transformó en 1831 en penitenciaría, constituyendo el primer establecimiento penitenciario de Madrid, a instancias de la autoridad municipal, pues en el que existía en el Plaza de la Villa (Cárcel de la Villa), ya no cabían los reclusos. 

En 1833 fueron trasladados los reos a esta nueva Cárcel del Saladero, nombre que fue tomado del establecimiento anterior. En 1848 al haberse incrementado la población penal de este presidio, de la entonces llamada Plazuela de Santa Bárbara, con presidiarios de la Cárcel de Corte, más los que ya existían procedentes de la Cárcel de la Villa y la de Jóvenes, la Cárcel del Saladero quedó pequeña y obsoleta y hubo que pensar en otro establecimiento de mayores dimensiones. 

Fernández de los Ríos describió este establecimiento como un “edificio lóbrego, oscuro, tenebroso, de estrechos corredores e inconvenientes habitaciones, donde viven confundidos los acusados de delitos leves, con los sospechosos de crímenes más atroces, los sentenciados en espera de ir a su destino, con los que tienen en sumario su proceso”

Cuando en 1884 fue inaugurada la Cárcel Modelo al final de la calle de la Princesa, en la plaza de la Moncloa, fue desalojado el antiguo presidio de el Saladero y finalmente derribado en 1888. En el espacio que quedó vacío, se levantó en 1920, un nuevo edificio neobarroco,(torreones, rejerías, balconadas), obra del arquitecto Joaquín Pla Laporta, el Palacio de la Condesa de Guevara, el cual es ahora propiedad de una entidad bancaria. 


Fuentes: "Madrid Villa y Corte" de Pedro Montoliú Camps, "Urbanity", "Postales Antiguas de Madrid" de Ediciones La Librería, "La Ilustración Española y Americana", "Ayuntamiento de Madrid", "Archivo Histórico Regional", "Viejo Madrid", "Sociedad Española de Librería", "Museo Municipal de Madrid".
M@driz hacia arriba© 2006 | Manuel Romo

13 de diciembre de 2010

Palacio de Longoria



Enclavado en la confluencia de las calles de Fernando VI y Pelayo, en el barrio de Justicia, se encuentra el Palacio de Longoria, popularmente conocido como Casa de los Autores, un referente de la actividad cultural en Madrid.


Francisco Javier González Longoria, político y financiero de principios del siglo XX, encargó en 1902 al arquitecto José Grases Riera (1850-1919) el proyecto de un palacete residencial con oficinas de trabajo.


El condiscípulo de Gaudí, Grases Riera, autor de obras como el edificio de La Equitativa en la calle de Alcalá, el conjunto monumental dedicado al rey Alfonso XII junto al estanque del Retiro, el dedicado a Cánovas en la plaza de la Marina Española y diversas casas y hoteles que no siempre han resistido el paso del tiempo, ideó para el conocido banquero un edificio de un modernismo expresionista.


Sobre un solar de planta cuadrada levantó dos torreones de base cuadrada unidos a otro torreón circular por dos cuerpos rectangulares. Diseñó las fachadas con abundantes motivos vegetales y nervios a la catalana y el cerramiento exterior con rejerías de modernismo parisino.


El año en que se dio por concluido, 1905, el cronista Domingo Gascón dijo: “Da verdadera lástima ver un derroche tan grande de ingenio, de arte y de dinero, tan mal empleado”. 


El palacio perteneció al financiero hasta 1912, fecha en la que por 500.000 pesetas fue vendido a Florestán Aguilar, odontólogo de la Casa Real. En 1946, tras su muerte, sus herederos lo vendieron a Construcciones Civiles, S.A. y ya en 1950 el palacete y el edificio adjunto fueron adquiridos por la Sociedad General de Autores en 4.975.000 pesetas. A lo largo del tiempo, el edificio experimentó transformaciones que fueron modificando y degradando su fisonomía original tanto externa como interiormente.


Destacan las realizadas por los arquitectos Francisco García Navas en 1912, Carlos Arniches Moltó en 1950 y Santiago Fajardo Cabeza en 1992. En esta última restauración y de momento definitiva, se derribó prácticamente todo el edificio excepto la estructura y la fachada para poder frenar el declive de esta construcción centenaria debilitada por las anteriores intervenciones, no siempre benevolentes. El Palacio requirió un completo saneado de estructura, fachadas, jardín, espacio interior, etc., para potenciar los valores de los casi 5.000 metros cuadrados del Palacio de Longoria.


Entre otros, merece destacar la espectacular escalera principal de mármol con barandilla de bronce y decoración artística y cubierta por un lucernario central de vidrio emplomado de la Casa Maumejean, las galerías acristaladas, el jardín interior y el salón de actos Manuel de Falla. Hoy en día, el edificio sede de la SGAE constituye arquitectónicamente, una de las construcciones más emblemáticas de los madrileños.


Madrid hacia arriba© 2010 | Manuel Romo

12 de abril de 2009

Campo del Moro


Fue Felipe II el primer monarca que encargó un proyecto para salvar el desnivel existente entre el Alcázar de Madrid y la Casa de Campo, zona conocida como el Campo del Moro. Durante el siglo XVIII, lo intentaron Juan Bautista Sacchetti, Esteban Boutelou, Ventura Rodríguez y Francisco Sabatini. Sin embargo, las dificultades del terreno, el elevado coste de las obras y la escasez de agua impidieron su materialización.


Hacia 1810, por encargo de José Bonaparte, Juan de Villanueva emprendió unas obras de las que hoy se conserva una gruta, ornamentada con rocalla. Habrá que esperar al reinado de Isabel II (1833-1868) para que se inicie el ajardinamiento. La traída de las aguas del Lozoya a través del Canal de Isabel II resultó fundamental. En 1844, por iniciativa de Agustín Argüelles y de Martín de los Heros, el proyecto es encargado al arquitecto Narciso Pascual y Colomer. Para salvar los considerables desniveles se utilizaron como materiales de relleno los escombros extraídos durante la remodelación de la Puerta del Sol.


Con la revolución de 1868 y el fin de la monarquía isabelina el jardín volvió a caer en el abandono. Habría que esperar a 1890, durante la regencia de María Cristina de Habsburgo, para ver su impulso definitivo, gracias al jardinero catalán Ramón Oliva, con la plantación de más de 9.000 árboles, 8.800 arbustos, 12.000 rosales y 400 palmeras, entre otras especies. En 1898 se incluyeron varias casas góticas de madera de estilo suizo o tirolés, obra del arquitecto Repullés.


Los jardines están emplazados entre la fachada occidental del Palacio Real y el paseo de la Virgen del Puerto (antiguo Camino de Castilla). En el eje principal del jardín, sobresalen las fuentes de los Tritones y de las Conchas. La primera traída de Aranjuez, donde estaba desde 1657 por mandato de Felipe IV. La segunda del palacio de Boadilla del Monte y cedida por Fernando VII a su esposa María Cristina de Borbón, tras recibirla de los duques de San Fernando.


En 1931, fueron declarados de interés histórico-artístico. Durante la Guerra Civil Española sufrieron cuantiosos daños, restaurados en la década de los 40.



28 de diciembre de 2008

Embajada de Italia


(C/. Lagasca, 98)

Hacia finales de 1939, el Gobierno italiano adquirió un edificio de gran valor estilístico, que ocupa toda una manzana entre las calles Lagasca, Juan Bravo, Velázquez y Padilla, que había pertenecido al Marqués de Amboage.
Construido entre 1914 y 1917 por el arquitecto Joaquín Rojí, en estilo barroco francés, con columnas rematadas por frontones curvos. Consta de una planta baja para biblioteca y salones, primera planta para dormitorios, segunda planta y semisótano para el servicio y jardín de 680 metros cuadrados.
Un pabellón de cristal da acceso al vestíbulo, en forma de templete circular flanqueado por ocho columnas. De ahí, al salón de entrada, un espacio rectangular con la espléndida alfombra, tejida por Gabino Stuyck y la gran vidriera del fondo, de Mauméjean.
En sus salones se encuentran numerosas obras de arte del siglo XVII de maestros italianos como Salvador Rosa, Cavalier D’Arpino, Pier Francesco Mola y Federico Buzzi, pintura flamenca del XVII y XVIII, la escultura en mármol de Pastora Imperio realizada por Mariano Benlliure, un billar labrado por los hermanos Ricci en la ciudad italiana de Forlí en 1884, un lienzo atribuido a Vernet, un cuadro de Gandolfi, sedas de San Leucio, tallas religiosas, una espléndida silla veneciana, etc.
Actualmente alberga la sede de la Embajada de Italia. 



7 de diciembre de 2008

Quinta del Duque del Arco




En el camino de Madrid hacia El Pardo y muy próximo a éste, sobre el corredor del Manzanares y en los extensos terrenos dedicados a Cazadero Real, se halla situada la Quinta del Duque del Arco, íntimo cortesano, Montero Mayor de Felipe V y Alcaide de El Pardo. Atravesando el arco de la Puerta de Madrid, accedemos al complejo que tuvo su origen en una casa de labor que compró el Duque en 1.717, construyendo una casa cuyas trazas recordaban el Palacio de la Zarzuela, del arquitecto Gómez de Mora.



El conjunto comprende el Palacete, lo que fue Casa de Labor con sus tierras y unos importantes jardines con fuentes de artificio.
En 1.745 cuando murió el Duque, la Duquesa donó la propiedad al rey Felipe V y a su esposa Isabel de Farnesio y, a su vez, la Quinta pasa a formar parte del Real Sitio de El Pardo, por donación de la viuda al monarca.
El Palacio tiene una superficie en planta de 920 m2, distribuidos en 15 estancias, siendo la mayor de ellas de unos 110 m2 aproximadamente. Consta de una planta noble en la que se ubican los salones y zonas de recepción. Un sótano para su utilización por el personal de servicio y una buhardilla que ocupa toda la planta alta, para los mismos fines.


Destacan las decoraciones murales de papel pintado (probablemente adquiridos en Francia en el siglo XIX), el mobiliario, las pinturas y las alfombras de la época de Fernando VII e Isabel II.
Es notable la explanada frente al Palacio, con una dimensión de 940 m2. Rodean todo el Palacio los maravillosos jardines recientemente restaurados, que recuerdan a los de La Granja, y que ocupan más de 10.000 m2 de terreno. El jardín, diseño de Claude Truchet, siguiendo la influencia francesa de Felipe V, se compone de cuatro grandes terrazas con rasgos españoles e italianos, esculturas y estanque. Grandes coníferas llaman poderosamente la atención.



Desde 1.994 y gracias a los esfuerzos del Servicio de Jardines, Parques y Montes del Patrimonio Nacional, en colaboración con la Escuela Taller de Jardinería y Medio Ambiente de El Pardo, se está tratando de recuperar este auténtico tesoro de entorno natural.
Es declarado Monumento Nacional en 1.935.