A tan sólo unos cincuenta kilómetros de Madrid en una de las laderas del Monte Abantos, monte que ya en la época pre-romana de los Vetones fue el lugar elegido para comunicarse con los dioses, dominando unas magníficas vistas sobre San Lorenzo de El Escorial, se encuentra la ya mítica cruz de granito erigida a finales del siglo XIX para dejar constancia del luctuoso hecho ocurrido en ese mismo punto donde se alza. Ocurrió el 10 de febrero de 1893, a Pedro Bravo y Bravo más conocido por el niño Pedrín. Es la historia de un muchacho de ocho años, monaguillo del monasterio, que un día tras terminar el oficio, desapareció sin dejar rastro y que al cabo de una semana de incesante búsqueda por vecinos y por la propia guardia civil, según expresan los propios lugareños, por fin fue encontrado “hueco, sin sangre”.
Una fría noche de febrero, en su ronda habitual, dos guardias forestales dieron con el cuerpo semioculto brutalmente asesinado de un niño con tremendas erosiones en el cuello y las extremidades, pistas que condujeron a un posible culpable “El Chato” un vecino del pueblo que fue acusado del crimen y al que condenaron tan sólo a ocho años de presidio.
Aunque nunca se supo el motivo, la leyenda especula que fue secuestrado dentro del monasterio, víctima de una conspiración, por un vecino perturbado.
Pero si lo que os interesa no son tanto las curiosidades morbosas sino la belleza del paisaje, os recomiendo que visitéis en el mismo Monte Abantos en su vertiente sureste, el arboreto Luis Ceballos. Se encuentra a 1.300 metros de altitud, tiene unas 250 especies de árboles y arbustos y toma su nombre del naturalista Luis Ceballos y Fernández de Córdoba que nació en San Lorenzo del Escorial en 1896.