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28 de octubre de 2010

Fachadas madrileñas


En estos últimos días del mes de octubre, con las navidades en ciernes al menos en algunos comercios, con el ambiente fresquito y el cielo despejado y por lo tanto con sol, Madrid se llena de una luminosidad que hace resaltar detalles que sin esa claridad quedan en la penumbra y pasan desapercibidos.
En las fachadas de muchos edificios decimonónicos, dependiendo de esa incidencia de luz, podemos apreciar en todo su esplendor infinitos remates de una decoración barroca, modernista o rococó con los que arquitectos de otras épocas decoraban sus proyectos.

Hoy en día se continúan diseñando edificios, naturalmente, pero con una concepción de puertas adentro, el entorno no preocupa, los edificios centenarios contiguos, si los hubiere, no son tenidos en cuenta, es más importante el lucimiento personal, la innovación, lo revolucionario.  
Y así nos encontramos con múltiples y variadas aberraciones arquitectónicas entre dos edificios preciosistas, “pegotes” que cuadrarían bien en urbanizaciones de reciente construcción, en los P.A.U., en ensanches o en ciudades empresariales pero, ¡por favor!, no en el casco histórico de Madrid y aunque suene a trasnochado, “la tierra del requiebro y del chotís”.

Hubo arquitectos como Lloyd Wright, Alvar Aalto, Niemeyer, Neutra, etc., que observaban el entorno donde se les había encargado que construyesen y luego, se estrujaban las meninges, ponían a trabajar su imaginación y daban forma a sus sueños, en definitiva, se preocupaban de que su proyecto se beneficiara de lo que le circundaba y viceversa. En fin, que veo edificaciones en pleno centro “protegido”, que como en aquél famoso chiste de los gitanos y la Benemérita, me hacen exclamar, con perdón, “...no sé, pero me está entrando una mala leche”.
Hago responsables a las administraciones de turno, de que en zonas protegidas por normativa, y en la mayoría de los casos por intereses especulativos, dejen que la finca llegue al estado de ruina para así poder derribarla y se puedan edificar más metros cuadrados en más altura, y lo que es peor aún, sin estar aún declarada en estado de ruina.
  
¿Hay alguna forma de que los centros históricos de las ciudades resistan los afanes especulativos y las ínfulas modernizantes?. Yo creo que se puede hacer, evitando la degradación de la ciudad y la pérdida del legado antiguo, la especulación, el crecimiento inarmónico y desordenado, el desprecio por los valores regionales y fomentando el conocimiento de la historia del arte y de los valores urbanísticos.
Parafraseando a un innombrable austriaco, “Sólo se respeta lo que se ama y sólo se ama lo que se conoce”. Sin esta premisa educativa, cualquier plan destinado a conservar nuestros valores está condenado al fracaso. La conciliación del progreso con la memoria histórica sigue siendo el gran reto.

Madrid hacia arriba© 2010 | Manuel Romo

10 de septiembre de 2010

Oda al balcón


Voy a contaros la historia de unos balcones colgados,
de paseos por las calles, tirando fotos al alto.
Esto es "Madriz hacia arriba", poco miro yo hacia abajo,
por culpa de esta postura inmundicias he pisado.
  
He maldecido a los perros que Madrid han ensuciado,
pero más bien a los amos, que sí deben ser multados.
La educación de los dueños queda por muy deseado,
vaya por ellos un grito de ¡¡cochinos y marranos!!.
  
Prosigo con mis balcones allí arriba, allá en lo alto,
suspendidos, voladizos, empotrados y afianzados.
Mi cuello toma la forma de mirarlos desde abajo,
a ratos muy dolorido y otros más, ni me he enterado.
  
Miro hacia arriba en Madrid y otros sitios visitados,
queda perpleja mi vista, me estremezco y me anonado.
Mil, tres mil, diez mil balcones con mi Nikon he plasmado,
cientos de ellos los borro, otros cientos he guardado.
  
Guardo balcones chiquitos, señoriales y olvidados,
con historia, sin salida, hechos polvo y destrozados.
Hay balcones que no existen, hay balcones desbordados
de cactus, plantas y rosas que hasta la acera han llegado.
  
Hay balcones que relucen, parecen hasta incendiados,
con velas, neón, faroles, también los hay apagados.
Hay balcones con macetas que quedan asilvestrados,
y balcones de gran porte, con vistas y bien pintados.
   
Pero también hay sin lustre, sin cristales y sin amos,
balcones con mucha ropa, con cortinas o con trapos.
Muñecas, bicis, ositos, esculturas y colgajos,
con barandas de colores, florituras y forjados.
  
No me canso de mirarlos, pues los hay muy bien plantados,
rojos, violetas y verdes, blancos, azules, rosados.
Con mirador, con un toldo, a la sombra y arbolados,
objetos extraños lucen, cráneos, cazos, pies y manos.
  
Balcones que dan patadas, hacen surfing en secano,
con sombreros, molinillos, gente hablando y solitarios.
Hemos visto miradores, balcones dobles, canijos,
medievales y romanos, empedrados que dan frío.
  
Adjetivos de balcones quedan muchos en el saco,
pero la historia se acaba, al poco haberla empezado.
Espero os hayan gustado, al menos entretenido,
sed buenos, pasadlo bien y hasta la próxima, amigos.

Madrid hacia arriba© 2010 | Manuel Romo