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16 de enero de 2017

Cuartel del Conde Duque (comparativa) 1920-2016


1920                                                  2016

El rey Felipe V (1683-1746), primer Borbón de España, encarga a finales de 1717 al arquitecto madrileño Pedro de Ribera (1681-1742), las trazas de un edificio para albergar a los Reales Guardias de Corps. Con más de 25.000 m2 de superficie y 228 metros de línea de fachada, alberga una gran plaza central, dos patios laterales más las caballerizas y una gran portada labrada en piedra, convirtiéndose así en 1730, año de su conclusión, en la construcción más grande de Madrid.


1920

Se considera el último ejemplo de arquitectura madrileña pues a partir de ahí empezó a introducirse el estilo italiano con las obras del nuevo Palacio Real. Hasta el siglo XIX la creencia era que el cuartel del Conde Duque se llamaba así por el valido de Felipe IV, el Conde Duque de Olivares, pero parece documentado que se debe al III Duque de Berwick y Liria, Conde de Lemos (1718-1785), casado con una hija del Duque de Alba, cuya familia ostentó la propiedad hasta 1943.


2016

Durante el siglo XIX albergó una academia militar y un observatorio astronómico.
Un pavoroso incendio en 1869 destruyó las plantas superiores provocando el abandono para usos militares y llegando a su desafección total para estos fines en 1969. El Ayuntamiento de Madrid se hace cargo del edificio y encarga su rehabilitación, ahora para fines culturales al arquitecto madrileño Julio Cano Lasso (1920-1996).
En una rehabilitación posterior formalizada en 2005 se restauraron las fachadas exteriores e interiores, recuperando la fábrica de ladrillo visto, el rasgado original de los vanos y recuperando las alturas originales desaparecidas en el incendio del XIX.


28 de mayo de 2014

Puerta de Hierro



La Puerta de Hierro es un arco monumental, que a diferencia de las puertas de Alcalá, Toledo o San Vicente, se encuentra en las afueras del casco urbano, al noroeste de Madrid. Data de principios de la segunda mitad del siglo XVIII (1751-1753) y fue erigida durante el reinado de Fernando VI para dar entrada a una de las reservas de caza de la monarquía española, el Real Sitio de El Pardo. 

El diseño de la puerta se debe al ingeniero Francisco Nangle y su construcción se encargó al arquitecto Francisco Moradillo, que contó con la colaboración del escultor de Carrara, Giovanni Domenico Olivieri (1706-1762) y con la del maestro rejero Francisco Barranco

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Para construir esta puerta de estilo barroco clasicista, se utilizó piedra blanca de Colmenar de Oreja y granito. Consta de un arco central de medio punto, rematado por un frontón sujeto por dos contrafuertes y dos pilastras dóricas toscanas. Todo el conjunto está decorado con bajorrelieves que hacen referencia a motivos de caza y militares. Coronan el frontón el escudo real entre banderas y flanqueado por dos esfinges.

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Las pilastras se rematan con elaborados jarrones de los que brotan unas llamaradas y uniendo todos estos elementos arquitectónicos, una fantástica verja de hierro forjado obra del rejero Barranco. Hoy en día y desde 1991 la puerta se encuentra a pocos metros de su emplazamiento original, en una isleta ajardinada en la confluencia de la autovía A-6 y la autovía de circunvalación M-30. 

  
M@driz hacia arriba©2006-2014 | Manuel Romo

2 de abril de 2013

Carlos III de España y rey de Madrid


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Carlos III de Borbón (1716-1788), rey madrileño apodado cariñosamente “el rey alcalde”, aunque también pudiera habérsele llamado el rey arquitecto o el rey urbanista o el rey jardinero. Realizó una serie de obras de tal importancia en la capital y su periferia, que jamás ningún rey, antecesor o sucesor, ha acometido. Para mejorar la ciudad, tuvo la gran suerte de contar con tres arquitectos de primerísima línea: Ventura Rodríguez, Francisco Sabatini y Juan de Villanueva.

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Arquitectos que, bajo las órdenes del monarca, supieron mejorar acertadamente la fábrica de los edificios ya construidos, aumentando, por consiguiente, la calidad de vida de los madrileños. Unificaron y adornaron fachadas, quitaron buhardillas, rectificaron trazados de calles, reordenaron plazas. Por decreto hicieron que los inmuebles tuvieran canalones, bajantes, sumideros y pozos para aguas fecales. Entre otras muchas obras, estos tres genios de la arquitectura, levantaron el Palacio de Liria, la fuente y el puente del Abanico sobre el Manzanares, la Casa de la Aduana (hoy Ministerio de Hacienda), la residencia del conde de Floridablanca (en la calle de Bailén).

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Reformaron la Real Basílica de San Francisco el Grande, la urna sepulcral de Fernando VI del convento de las Salesas Reales, la escalera principal del Palacio Real. Se encargaron de las ampliaciones de los palacios de El Pardo y de Aranjuez, las Casitas Reales de El Escorial, el Oratorio del Caballero de Gracia, la reforma de la Plaza Mayor tras uno de sus incendios, el Hospital General de Atocha, la Real Fábrica de Platería de Martínez, el Palacio de Buenavista, la Imprenta Nacional, la Real Casa de Correos y el Real Observatorio Astronómico. A este Borbón también se deben la red radial de carreteras que convergían en la capital para impulsar los transportes y las comunicaciones. También mejoró las carreteras que conducían a los sitios reales de El Escorial, La Granja y Aranjuez.

Se preocupó de las entradas a la ciudad levantando en la zona del paseo de la Florida, la Puerta de San Vicente (1775) junto a una plaza semicircular y una monumental fuente, hacia el sur la Puerta de Toledo y en el este la Puerta de Alcalá, esta última, puerta real al igual que las de Toledo, Atocha, Segovia y Pozos de Nieve, a las que se sumaban otras doce puertas de segundo orden. En fin, obras que supusieron a la ciudad un aspecto totalmente diferente convirtiéndola en una capital digna y moderna. En la zona del Prado ordenó el terraplenado del prado de San Jerónimo plantando árboles y colocando fuentes para su ornamentación. Mandó construir las fuentes de Cibeles y Neptuno en los extremos del paseo y la fuente de la Alcachofa cerca de la puerta de Atocha. Concibió el Gabinete de Historia Natural, hoy Museo del Prado. En 1767, al trasladar su residencia al Palacio Real, abrió al público los jardines del Retiro, derribó la ermita de San Antonio de los Portugueses y en su lugar construyó la Real Fábrica de Porcelanas de la China, edificio de tres plantas, con un taller para bronces y otro de composición de piedras duras.

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Se levantaron las nuevas caballerizas cerca de Palacio Real, se modificó el perímetro y las tapias de la Casa de Campo y se ordenó que dejara de ser una finca de recreo real para convertirse, una parte de ella en tierra de cultivo y otra parte en pastos para la ganadería. Abrió los paseos de Acacias, Imperial, Ocho Hilos (hoy calle de Toledo) y Pontones. Inició la canalización del Manzanares plantando árboles desde el Puente de Toledo hasta el río Jarama. Dedicó 250.000 reales por año a obras de saneamiento y limpieza y ordenó un proyecto de empedrado de las vías públicas con adoquines. Dotó a los servicios municipales de limpieza de unos vehículos cerrados herméticamente (las chocolateras de Sabatini), para que el ciudadano echara las basuras. Prohibió el uso de armas blancas y de fuego bajo penas de seis años de prisión para nobles o mismas penas de trabajos en las minas para plebeyos. Persiguió los juegos ilegales, sobre todo en hosterías y tabernas, y castigó los juegos permitidos, si se hacían en horas laborables.



Legisló sobre accidentes de trabajo. Prohibió pedir limosnas, que se matara a los toros en las corridas e hizo levas de vagos y maleantes. En 1763 creó la Real Compañía de Impresores y Libreros del Reino, derogando el privilegio concedido 200 años antes por Felipe II a la casa Plantín de Amberes, para la impresión de libros de rezos y ordenó que papel, tinta y colores debían ser producidos en España. Supervisó la Planimetría General de la Villa y en 1765 ordenó numerar con azulejos en las fachadas las 557 manzanas que conformaban Madrid. Dotó de fuentes a las plazas principales y construyó una alcantarilla para aguas sucias desde Alcalá, pasando por la puerta de Atocha, hasta las afueras de la población. Creó los alcaldes de barrio, fundó escuelas gratuitas, diputaciones de caridad y las casas de beneficencia. En 1763 instauró la lotería (la beneficiata), teniendo su primera sede en una casa de la plaza de San Ildefonso. Fundó las Sociedades Económicas de Amigos del País y creó el Banco de San Carlos.

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Trasladó la Real Academia de San Fernando desde la Casa de la Panadería al edificio de la calle Alcalá, la biblioteca de la Academia de Historia a la Plaza Mayor y construyó el Jardín Botánico para acoger el antiguo de Migas Calientes. Realizó reformas en la enseñanza creando el centro de Estudios de San Isidro y las Escuelas de Artes y Oficios (hoy Formación Profesional). Aprovechó las propiedades de los jesuitas expulsados para acoger centros de enseñanza, residencias universitarias, hospitales y hospicios. Creó el cuerpo de vigilantes nocturnos, llamados salvaguardias, con mil quinientos miembros hábiles del Cuerpo de Inválidos y dotó de Ordenanzas al ejército. Permitió el uso de máscaras en los teatros, prohibió los autos sacramentales y la presencia de “tarascas, gigantones y gigantillas” en la procesión del Corpus. Condenó el lujo y limitó en 1770 el uso de prendas costosas. En fin, nada más cierto que lo que Fernández de los Ríos dijo del reinado de Carlos III: 
un descanso en la cronología de míseros reyes, de monjas y frailes intrigantes”.
 
 
M@driz hacia arriba©2006-2013 | Manuel Romo

30 de julio de 2012

Rejería del Madrid borbónico (XVIII)


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En la Italia de principios del siglo XVIII surgen las primeras construcciones barrocas, una producción de rejas sumamente ornamentales acopladas tanto en fachadas: puertas, ventanas y balcones, como conformando grandes rejas que aíslan jardines a la vez que los decoran. Esta forja monumental de idea decorativa pasa a Francia. Desde Italia y Francia pasa a los centros cortesanos alemanes y austriacos e incluso también a Rusia, llenándose todas estas ciudades de grandes puertas de hierro, rejas de jardines y balaustradas férricas en los puentes. Lo más característico de esta forja ornamental es la introducción de la cinta, con la que se componen los llamados “encajes férricos”. 

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Con esta cinta se forman volutas, rocallas y todo tipo de tracería que destacando sobre los fondos produce un efecto opulento. Todas estas formas del trabajo rejero llegan a España con los Borbones. Se plasman, primero, en los Reales Sitios, se extienden después por las residencias de los nobles y acaban completando la arquitectura de los grandes templos. Una rejería en la que es muy frecuente que sus artífices fuesen franceses afincados en España o llamados para encargos, o bien forjadores nacionales que hubiesen viajado y estudiado en el extranjero. Tales son los casos del maestro Duperier o el del rejero Antonio Dupar, o el del maestro hispano Diego Martínez. 

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En Madrid, sede de la Corte y residencia de la alta nobleza y burguesía, establecieron talleres los mejores rejeros, como el italiano Joseph Say y el francés Juan Bautista de Platón y españoles como los maestros Silvestre Poderos, Antonio Bazán y Francisco Manzano, artífices de los magníficos balconajes de la planta principal del Palacio Real. Ya en pleno reinado de Carlos III, surgen en España las Sociedades Económicas de Amigos del País creadas para impulsar el desarrollo de las industrias, especialmente el fomento de las manufacturas metalisteras. 

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Tales empresas adquirían el hierro en fábricas y en hornos de fundición que lo surtían ya elaborado en gruesos y formas al gusto del demandante y de metalisteros, siguiendo pautas de rejeros y cumpliendo órdenes de arquitectos. Estas industrias comenzaron a proliferar por todas las regiones, si bien las sedes más importantes estuvieron en Vascongadas, Madrid y Barcelona, donde vieron la luz casi todas las obras férricas y metalisteras que se emplearon con fines prácticos y decorativos a finales del XVIII y comienzos del XIX. Las obras de mayor envergadura salidas de estas empresas fueron la larga serie de lienzos rejeros de jardines, parques y edificios públicos. 


Uno de los mejores ejemplos en Madrid es las rejas y puertas del Jardín Botánico, ordenado construir por Carlos III para que completase el entorno del entonces Museo de Ciencias Naturales, hoy Museo del Prado, trazado por Juan de Villanueva quien llevó a cabo su cerramiento para que al mismo tiempo permitiesen ver a través de sus barrotes. Terminadas las obras del jardín en 1789 se instalan las rejas trazadas por Pedro Muñoz y Francisco Arrivillaga y ejecutadas en Tolosa, convirtiéndose en una de las primeras obras de la rejería industrializada española. 

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Otra producción metalistera de esta etapa fue la de las farolas de alumbrado público. Durante el reinado de Carlos III se reglamenta el alumbrado público en Madrid, creándose en 1761 un Cuerpo Municipal encargado de la conservación, limpieza y encendido de farolas. Madrid se ilumina con bujías de estearina y de parafina aplicadas a los primeros faroles en las últimas décadas del XVIII, obra de hojalateros y vidrieros, que colgaban por medio de pernos y palomillas, pudiendo ser sus formas cilíndricas o cuadrangulares, de los cuales ningún ejemplar a llegado a nosotros, siendo tan sólo conocidos por referencias de las crónicas de la época. 


Fuentes: Fernando de Olaguer-Feliú (Catedrático de Historia de Arte de la U.C.M.)
M@driz hacia arriba©2006 | Manuel Romo