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28 de enero de 2011

Las puertas de Alcalá


Pta. Alcalá1 XVII

La Puerta de Alcalá, la más tradicional y famosa de todas las existentes en la capital, tiene un carácter monumental incuestionable. Está situada en la Plaza de la Independencia, sobre una antigua cañada real. Llamada de Alcalá en referencia a la dirección hacia la localidad de Alcalá de Henares y del real camino de Aragón, Cataluña y Francia. 

antigua puerta de alcala

La actual puerta es la tercera que se construyó en la calle de Alcalá, después de que, en tiempos de Felipe II, se levantara, hacia la esquina con la calle Cedaceros, la llamada Nueva del Sol, que fue sustituida, bajo el reinado de Felipe III, por otra colocada hacia donde hoy comienza la calle Alfonso XI. Si de la primera puerta hay poca información debido a su corta existencia, de la segunda se sabe que era de estilo barroco y su material, el ladrillo.

Pta. Alcalá2

Esta última, la segunda, estaba formada por tres arcos, dos pequeños y uno grande. Sobre los pequeños se colocaron las imágenes de San Pedro Nolasco y de la beata María Ana de Jesús, mientras que sobre el arco grande del centro se puso un escudo real y sobre el que se abría otro arco pequeño con una imagen de Nuestra Señora de las Mercedes.

Pta. Alcalá3

Parece ser que la segunda puerta fue construida hacia finales del XVI para conmemorar la entrada en Madrid de la esposa de Felipe III, Margarita de Austria, y que más tarde Felipe IV no consideró necesario trasladarla cuando construyó la cerca. Otros autores afirman que se construyó en torno a 1639. Lo cierto es que esta segunda puerta existió hasta 1764, año en que fue derribada para ensanchar la calle.
 Pta. Alcalá4

Ya en el reinado de Carlos III, se iniciaron las obras del Gabinete y Museo de Historia Natural, proyecto donde Villanueva mezcló solidez y academicismo artístico, y junto al Gabinete, mandó trasladar en 1774 el Jardín Botánico, hasta entonces en el terreno de Migas Calientes (La Florida). Parece ser que no gustó a Carlos III la anterior puerta cuando en 1759 hizo su entrada en la ciudad, y en 1764 decide derribarla y manda levantar una nueva puerta en estilo neoclásico, la actual Puerta de Alcalá, como entrada a todo este complejo de el Prado.

Pta. Alcalá Urrabieta XIX

Esta tercera puerta que daba acceso a la ciudad, superó con creces a las que hasta entonces habían existido. Ventura Rodríguez llegó a diseñar hasta cinco proyectos y José Hermosilla uno, pero el elegido por Carlos III fue el presentado por Francisco Sabatini.
(continuará)

Fuentes: "Madrid Villa y Corte" de Pedro Montoliú Camps, "Urbanity", "Postales Antiguas de Madrid" de Ediciones La Librería, "La Ilustración Española y Americana", "Ayuntamiento de Madrid", "Archivo Histórico Regional", "Viejo Madrid", "Sociedad Española de Librería", "Museo Municipal de Madrid".

M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

16 de enero de 2011

Parque El Capricho



Nació en 1783 de la mente ilustrada de la duquesa de Osuna, Doña María Josefa Alonso Pimentel, cuando compró una casa de recreo con huertas y frutales situada en la villa de Alameda. Los Osuna, los nobles con mayores riquezas de la época, construyen en dicha finca, un espacio de recreo como centro escénico-artístico y conjunto paisajístico y arquitectónico (arquitecturas efímeras). Estas edificaciones, denominadas Caprichos, tenían que ser descubiertas por los invitados a lo largo de un recorrido.

 

Artistas ilustrados construyeron pabellones, trazaron recorridos y crearon estancias cuya finalidad fue representar la fiesta, el juego, el amor y los trabajos de la naturaleza en la que están entrelazadas la arquitectura y la jardinería. Ejemplo de villa suburbana y jardín paisajista del siglo XVIII en España, ocupa actualmente una extensión de catorce hectáreas.

 

Ya en el siglo XIX, durante la invasión francesa, la duquesa se exilió a Cádiz, el gobierno de José I confisca la finca y la ocupa el general Belliard para su Cuartel General. La restauración borbónica en 1814 y la vuelta de la duquesa a Madrid supuso un renacimiento del conjunto que continuó con su nieto y heredero Don Pedro Alcántara Téllez Girón, XI duque de Osuna. Éste muere joven y la propiedad pasa a su hermano Mariano que por su espíritu excéntrico y derrochador pierde su fortuna subastándose sus bienes. La finca es adquirida en 1900 por la familia Baüer.

 

En 1937, en plena Guerra Civil se convierte en Cuartel General del Ejército del Centro para la Defensa de Madrid y se construyen el Bunker y el Polvorín. Finalizada la guerra, los Baüer venden la propiedad en 1945 y el Jardín cae en el abandono hasta que el Ayuntamiento de Madrid la adquiere en 1974, comenzando su restauración y recuperación en 1986 con la creación de la Escuela Taller Alameda de Osuna.

 

Los Caprichos más destacados son el Abejero (símbolo de la laboriosidad), la Ermita (construida como escenografía teatral), el Casino de Baile (al que se accedía por medio de falúas), el Embarcadero o Casa de Cañas (de estilo chinesco), la Casa de la Vieja (en representación del mundo rural), el Fortín (con planta en forma de estrella), el Arroyo (que divide el jardín de norte a sur), y la Ría (que se inicia en El Casino, desemboca en un gran lago con una isla central y vuelve a convertirse en Ría para finalizar en El Fortín).

 

La vegetación se caracteriza por los bosquetes de lilos, árboles del amor, robles, pinos, cipreses, tejos, cedros, plátanos y castaños de indias. La fauna por los mirlos, herrerillos, petirrojos, ruiseñores, cisnes negros, ánades reales, ardillas rojas y musarañas.

 

Los jardines son fruto de una época en la que el culto por la naturaleza influyó en el terreno filosófico, con la Ilustración; en política a través del Despotismo Ilustrado; en las artes plásticas mediante el Neoclasicismo y en el apartado musical con las formaciones de Cámara. Moratín, Goya o Boccherini son algunos de los grandes artistas que pasearon por este idílico recinto.

Fuentes: "Madrid Villa y Corte" de Pedro Montoliú Camps, "Urbanity", "Postales Antiguas de Madrid" de Ediciones La Librería, "La Ilustración Española y Americana", "Ayuntamiento de Madrid", "Archivo Histórico Regional", "Viejo Madrid", "Sociedad Española de Librería", "Museo Municipal de Madrid".

M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

4 de enero de 2011

Estación del Norte



La idea de unir Madrid con el Norte dio paso a un proyecto que por subasta ganó una filial de una sociedad francesa, Crédito Mobiliario Español. En 1859 se constituye para tal efecto la Compañía de Caminos de Hierro del Norte de España. El trazado resultó polémico pues unos querían llevarlo por Ávila y otros por Segovia. Al final se eligió Ávila. Entre las propuestas del asentamiento de la terminal (Chamberí, Puente Segovia) se fijó en la parte baja de la montaña del Príncipe Pío, porque allí desde 1852 estaba la Casa de Bombas o Casa de Máquinas de Vapor de la Villa que se abastecía del agua de la fuente de la Reina, en el Pardo. Un embarcadero provisional, sin inauguración oficial, se abrió al público en 1861 y sólo dio servicio entre Madrid–El Escorial, pues las guerras carlistas dificultaron el resto de la línea hasta el norte.

 

En 1876 se replanteó una nueva estación y otra ubicación que pudiera albergar salidas y llegadas en dos edificios independientes unidos por una cubierta de hierro. El proyecto preveía una estructura metálica de 155 metros de largo por 40 de ancho para unir los dos edificios. En 1879 se aprobó el proyecto del ingeniero de Vías y Obras, Biarez, con la participación de Grasset y el francés Ouliac, en el que los edificios crecían una planta y terminaban en una zona abuhardillada. Se construiría de ladrillo prensado y piedra de sillería de Aragón y albergaría vestíbulo, salas de espera, dependencias administrativas y hasta un salón real con gabinete y tocador. La estructura de hierro del francés Mercier, utilizando un sistema de cuchillas Polonceau con el cual consiguió, sencilla y artísticamente, cuarenta metros de luz de la estructura, se terminó en 1881.

 

En 1902 el tráfico de la estación exigía una ampliación de vías y tras varios proyectos, entre 1926 y 1933, se construyó el edificio que da a la Cuesta de San Vicente, de acuerdo con el proyecto de Cerlier. Esta terminal se dedicó a salidas y la del paseo de la Florida a llegadas. El nuevo edificio se construyó en hormigón, posee un gran vestíbulo con escaleras y ascensores y a ambos lados del cuerpo central se levantaron dos torres que más tarde se restaurarían debido a los daños sufridos por la artillería durante la Guerra Civil. En 1968 se clausura la estación de Delicias (o de las pulgas), y la de Atocha asume las líneas de Extremadura y Portugal.


La estación provisional de Chamartín, con 12 vías, recibe los trenes de Cataluña y de 1972 a 1976 se construye el proyecto realizado por José Antonio Corrales, Ramón Vázquez Molezún y Rafael Olalquiaga para la actual Chamartín, que preveía una afluencia de 20 millones de viajeros al año. Con estas perspectivas Príncipe Pío quedó sólo para cercanías y unos años más tarde se decide su clausura.

M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

5 de diciembre de 2010

Teatro María Guerrero



En 1875, con la entrada en Madrid de Alfonso XII como rey, comenzó otra nueva etapa en la que se desarrollaron las artes. La cultura se vio favorecida por los adelantos tecnológicos como la luz eléctrica, el teléfono y los transportes públicos. Proliferaron los teatros y entre muchos otros, el Teatro de la Princesa, que financiado por el Marqués de Monasterio, fue construido entre 1884 y 1885 por el arquitecto Agustín Ortiz de Villajos e inaugurado con la compañía de Emilio Mario y la comedia “Muérete y verás”, de Bretón de los Herreros y contando con la presencia de la Reina María Cristina y de la destronada Isabel II.


El edificio se proyectó bajo una concepción ecléctica. Sobre una planta cuadrangular se levantó una fachada neo renacentista provista de pilastras de orden gigante, un porche adosado para el acceso de carruajes y el conjunto rematado con un frontón en el cuerpo central, mientras que la decoración interior se realizó con motivos mudéjares.


Camerinos, oficinas y otras dependencias, fueron originalmente instalados en otros lugares por falta de espacio. Por este motivo se decidió ampliar el teatro en 1918, encargando al arquitecto Pablo Aranda la construcción de una nueva planta, cambiando el aspecto original de la fachada. En otra reforma posterior se integró el porche en el vestíbulo y se alteró el diseño de la sala y finalmente en 2003 se añade la Sala de la Princesa, con capacidad para 120 espectadores.


Desde finales del XIX comenzó a prodigarse la actriz María Guerrero, bajo licencia de explotación del Teatro Español. Sus compromisos artísticos dificultan sus obligaciones con dicho teatro por lo que su marido y empresario, Fernando Díaz de Mendoza, decide adquirir el Teatro de la Princesa en 1908 y trasladar su residencia a los pisos altos del edificio hasta el fallecimiento de la actriz en 1928.


Tras su muerte el teatro es adquirido por el Estado para Conservatorio de Música y Declamación y en 1931 pasó a llamarse Teatro María Guerrero. La Guerra Civil provocó el cierre del local hasta 1940, en que reabrió sus puertas como Teatro Nacional y en 1978 pasó a ser sede del Centro Dramático Nacional. En 1996 es declarado Bien de Interés Cultural.

Fuentes: "Madrid Villa y Corte" de Pedro Montoliú Camps, "Urbanity", "Postales Antiguas de Madrid" de Ediciones La Librería, "La Ilustración Española y Americana", "Ayuntamiento de Madrid", "Archivo Histórico Regional", "Viejo Madrid", "Sociedad Española de Librería", "Museo Municipal de Madrid".

Madrid hacia arriba© 2010 | Manuel Romo

4 de noviembre de 2010

Viaducto


Desde el siglo XVI numerosos arquitectos estudiaron la forma de unir el Alcázar con la iglesia de San Francisco el Grande y así cubrir la necesidad de comunicar el norte con el sur, pero no se retomaron los trabajos hasta la segunda mitad del siglo XIX. Un proyecto ideado en 1859 fue declarado de utilidad pública en 1861. En 1868 la arquitectura de hierro fue la gran protagonista aunque los materiales tuvieran que traerse de Francia o de Inglaterra y eso encareciera mucho las obras. 
Este tipo de construcción permitió levantar mercados cubiertos, frontones, palacios, cafés, estaciones de ferrocarril y hasta casas particulares. El diseño del ingeniero Eugenio Barrón constaba de tres tramos, el central de 50 metros y dos laterales de 40 metros, tenía una altura de 23 metros en su punto medio y 13 metros de anchura, de los cuales 8 metros eran para paso de carruajes.

La estructura se apoyaba en estribos de fábrica y dos pilotes de hierro forjado sobre basamentos de piedra. Fue colocado su primer pilar de hierro en 1872 y en 1874 quedó terminado uno de los pocos puentes construidos en Madrid y no para pasar precisamente sobre el río, sino por encima de otra calle, prolongando la calle Bailén hasta la plaza de San Francisco y librando el desnivel de la calle de Segovia.
Se inauguró oficialmente el 13 de octubre de 1874 con el paso de los restos mortales de Calderón de la Barca, trasladados desde San Francisco el Grande hasta la sacramental de San Nicolás. Fue reformado en dos ocasiones durante la década de los 20 y el Ayuntamiento en 1932 convocó concurso al que se presentaron 14 proyectos. Ganó el equipo formado por los arquitectos Francisco Javier Ferrero, José de Juan Aracil y Luis Aldaz.
La nueva construcción que se comenzó en 1934 y no se pudo terminar, a causa de la guerra civil, hasta 1942, constaba de 200 metros de largo y 20 metros de ancho, estaba formada por tres arcos, el central a 25 metros de altura y se apoyaba en 8 pilares, cuatro de los cuales con huecos de ascensor que nunca fueron instalados. En 1976 aparecieron grietas y se cerró al tráfico rodado y en 1978 tras casi un año de obras volvió a ser puesto en servicio.


Fuentes: "Madrid Villa y Corte" de Pedro Montoliú Campos, "Viejo Madrid", "Postales antiguas de Madrid" Ediciones La Librería", "La Ilustración Española y Americana".
Madrid hacia arriba© 2010 | Manuel Romo

11 de octubre de 2010

Relojes en Madrid


Desde que el hombre está sobre la tierra y puede recordar, el tiempo siempre ha sido para él uno de los motivos de mayor preocupación. No se sabe por qué razón, pero ha tenido la imperiosa necesidad de conocer el momento del día y de la noche en que se hallaba para organizar su vida cotidiana. Se dio cuenta de que mirando hacia arriba, al firmamento, podía orientarse con la rotación de la tierra y con unas referencias, decidir si era la hora de cazar, recolectar, dormir, pintar o comer.
No le resultó lo suficientemente precisa la situación de una infinidad de puntos luminosos allá arriba y se percató, hace como unos 4.000 años, de que con un palito en el suelo y la sombra que proyectaba, podía controlar con más exactitud el momento justo para ir a comer, cazar, etc. Pero las diferentes estaciones del año le confundían, la dirección de la sombra del palito variaba de una temporada a otra y eso no era, ni por asomo, la precisión que el hombre necesitaba. ¿Y por la noche, dónde estaba la sombra del palito?

Y como en aquellos remotos tiempos también las ciencias adelantaban que era una barbaridad, el hombre no paró hasta dar con un medidor de tiempo más preciso y, ¡eureka!, hace unos 3.500 años, no sin dificultades, inventó la clepsidra (reloj de agua), que le permitía mediante la simple gravedad y un recipiente graduado en su interior, tener mejor noción del tiempo transcurrido.
Quiso el hombre controlarse más y rizó el rizo y, allá por el siglo VIII, mediante unas ampolletas de vidrio unidas por un orificio y una cierta cantidad de arena (reloj de arena, evidentemente) consiguió más control. Pero ¿qué ocurrió?, que de tanto uso las areniscas, por erosión, se iban haciendo más finas, caían con mayor rapidez y el invento ya no marcaba el mismo tiempo para el que había sido creado. Además, si quería controlar un espacio de tiempo amplio, debía construir unas ampolletas enormes y le resultó un poco incómodo su manejo.

Tuvo que volverse a estrujar más el cerebro para conseguir la máxima exactitud posible y como el tiempo urgía, trabajó día y noche dibujando resortes, ejes y engranajes que más tarde, tallados en madera, milimétricamente colocados y con los oportunos ajustes, daban como resultado un maravilloso mecanismo totalmente artesanal, el perfecto aparato de medición del tiempo.
Hubo quien dijo que sonaba demasiado, que atrasaba, que adelantaba, que se rompían las piezas con frecuencia, en fin, que no era tan perfecto como decían, que quizá con otros materiales...Y en su afán de perfección, de complacer y complacerse, el hombre experimentó con diversos materiales y sustituyó madera por hierro y bronce.

Aún así, continuaban cometiendo errores en la medida del inexorable tiempo y empleó materiales más resistentes y menos pesados como el latón, el acero e incluso piedras preciosas como el rubí y el diamante. Consiguió fabricarlos de un tamaño lo suficientemente pequeño para que nos acompañaran constantemente ya en el bolsillo con una cadenita (leontina), ya en la muñeca (de pulsera).  
Llegó el siglo XX, la era moderna, la industrialización, las computadoras electrónicas, la informática, y el hombre no cejó en su empeño hasta conseguir digitalizar con cuarzo (error de tres segundos al año) el aparato primigenio. Hoy en día, el hombre sigue intentando controlar a quien le controla y aunque está bastante satisfecho con el trabajo hasta el momento realizado, ha hecho ya sus pinitos con los relojes atómicos (un segundo de desfase cada 300 años) impulsados con energía nuclear. La próxima elucubración de la mente humana con “el tiempo”, esa, no sé si la veremos. “El tiempo lo dirá”.

De momento si paseáis por Madrid...con tiempo, mirad hacia arriba y con más frecuencia de lo que pensáis, os encontrareis con verdaderas joyas de los maestros relojeros.

Madrid hacia arriba© 2010 | Manuel Romo

23 de septiembre de 2010

Parque del Oeste

Está situado entre la carretera de La Coruña, la Ciudad Universitaria, Puente de los Franceses y el Barrio de Argüelles. Es el primer parque público creado como tal en la Villa de Madrid. Se comenzó su construcción en 1893, tras la expropiación del Real Sitio de la Florida por el Estado de la República y quedó inaugurado en 1905.
El autor del proyecto fue el Director de Jardines y Plantíos del Ayuntamiento de Madrid e ingeniero agrónomo, D. Celedonio Rodrigáñez y Vallejo, sucediéndole a su jubilación en 1910, su ayudante y también paisajista, Cecilio Rodríguez, Jardinero Mayor del Ayuntamiento de Madrid.

En 1906, siendo alcalde de Madrid, don Alberto Aguilera, se solicitó el trazado de un lugar para el paseo y descanso de los madrileños, en los terrenos que antiguamente ocupaba el principal vertedero de basuras de la ciudad, dando inició a una segunda fase, añadiendo 3 hectáreas y finalizándose ésta en 1914.
Es uno de los espacios verdes más importante de Madrid. Actualmente, tiene una superficie de 98,60 hectáreas, en su mayor parte ajardinadas, con gran variedad de coníferas, cedros del Líbano, chopos, tilos y hayas.
  
El parque cuenta con lugares tan singulares como la Escuela de Cerámica, fundada en 1911 por Francisco Alcántara. La Rosaleda, con 15.000 metros cuadrados.
El Templo de Debod, templo egipcio del siglo II a.C. regalo del Gobierno de Egipto por la colaboración española en la construcción de la presa de Assuán y emplazado en el mismo lugar donde se encontraba el Cuartel de la Montaña, famoso por los sucesos de 1936, cuando fue asaltado por los madrileños en busca de armas para defenderse del ejército sublevado.

El Parque de la Tinaja, de 2 hectáreas de extensión, con uno de los hornos de la antigua Fábrica de Cerámica de la Moncloa, fundada en 1816 por Fernando VII.
El Templete de la Música, de forma octogonal con estructura de hierro y hormigón, suelo de granito y cubierta de pizarra. La Casa de la Rosa, recinto anexo a la Escuela de Cerámica, etc.
El parque tiene carácter monumental y paisajista con un trazado de jardín inglés, con fuertes desniveles, caminos curvilíneos de inspiración naturalista, extensas praderas verdes, un arroyo con saltos de agua, monumentos, estatuas, esculturas y fuentes.

Madrid hacia arriba© 2010 | Manuel Romo

31 de agosto de 2010

Sacramental de San Isidro



La proposición de incautar las Sacramentales y edificar un gran cementerio municipal se plantea de forma definitiva durante la revolución de 1868. Desde su exilio parisino Fernández de los Ríos idea la construcción de un inmenso “Campo de Reposo”, una necrópolis al estilo de los grandes cementerios norteamericanos e ingleses, al estilo de la que proyectaba Haussmann en París y que pensaba situarse al oeste de la Villa junto a la Casa de Campo en la zona de Rodajos, Húmera, Pozuelo y Somosaguas. Diversos problemas administrativos y de otra índole, hicieron que las miradas se dirigieran al Este.


Con un presupuesto de setenta y cinco mil pesetas para la compra de terrenos, cerramientos y gastos iniciales, en 1877 el Ayuntamiento convocó a concurso público a los arquitectos titulados por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando para la construcción de una gran necrópolis, en el término municipal de Vicálvaro. El programa especificaba los elementos de la necrópolis y los tipos de enterramiento: de pago, de caridad y de inocentes; sitios para mausoleos de célebres, enterramientos de no católicos, capilla, depósitos, sala de autopsias, oficinas y almacén.

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Se presentaron seis proyectos a escala 1:200 en las salas llamadas de los “Medios puntos” prestadas por la Real Academia de Bellas Artes. El 13 de abril de 1878 se concedió el primer premio por unanimidad al proyecto de los arquitectos Fernando Arbós y Tremanti (1844- 1916) y José Urioste y Velada (1850- 1909) con el lema “Donde se sotierran los muertos e se tornan sus huesos en cenizas”. El proyecto original contaba con una capacidad de 62.291 sepulturas.


Respecto a la incineración que rezaba el lema, el tribunal puso sus objeciones y se mostró partidario de la “ inhumación bien ejecutada, pues es el procedimiento que mejor devuelve a la tierra y a la agricultura sus elementos; polvo dijo y no ceniza el Autor de todo lo criado”.

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El Ayuntamiento debía adquirir en treinta días los terrenos precisos ”no menos de 400 fanegas, unas 257 Hectáreas y 60 Áreas” y en un plazo de 90 días cercarlos y construir una capilla. Ante esta pesadilla los arquitectos Arbós y Urioste dijeron: “Proyectar en Madrid es llorar”. Solamente llegaron a construir en 1884 un pequeño Cementerio de Epidemias, cuyo primer enterramiento fue el de Maravilla Leal González. En 1888 Arbós y Urioste cesaron como arquitectos de la necrópolis y murieron sin ver alzar del suelo los edificios concebidos en 1877.


Les sucedió el arquitecto municipal José López Sallaberry y comenzaron las tareas de desmonte y cimentación. En 1905 Eduardo Vicenti encargó al también arquitecto municipal Francisco García Nava la reforma del proyecto de Arbós y Urioste, aumentando a 81.638 sepulturas con una capacidad para 885.000 enterramientos. Alberto Aguilera gestionó la ejecución y el Conde de Peñalver vio comenzar las obras en diciembre de 1907, inaugurándose oficialmente la Necrópolis del Este en 1925.

(Todas las fotografías están tomadas en la Sacramental de San Isidro)
Fuentes: “Los Baños Árabes” de Lola Esteban Lario, y “La arquitectura de la necrópolis del Este” de Carlos Saguar.
Madrid hacia arriba© 2010 | Manuel Romo

29 de junio de 2009

Instituto Homeopático y Hospital de San José


En la calle de Eloy Gonzalo 3 y 5, (antiguamente Paseo de la Habana), se abre un jardín espacioso al fondo del cual se levanta un pabellón de fachada acristalada. Este edificio es el Instituto Homeopático y Hospital de San José, testimonio de la generosidad social de la Asociación Hahnemanniana Matritense, formada por médicos homeópatas que se propusieron reformar la medicina tradicional y paliar la injusticia asistencial en la segunda mitad del siglo XIX, siguiendo las teorías médicas de Hahnemann.

Con estas intenciones se puso en marcha la construcción del Hospital Homeopático hace poco más de 135 años, gracias a la suscripción popular y a la generosa aportación (750.000 pesetas) del marqués de Núñez, médico de Isabel II.



Núñez Pernía, García López y Pellicer Frutos


El hospital, también conocido en sus primeros tiempos como “Hospitalillo de La Habana” (1.130.000 consultas anuales), es un edificio con planta en forma de U, en torno a un patio ajardinado central, abierto a la calle con verjas y árboles frutales en un huerto de las Hijas de la Caridad.

1929 y 1933


Es una pequeña y armoniosa construcción erigida con granito, ladrillo y madera, de dos plantas, con sendos pabellones laterales, que demuestra la influencia de las ideas racionalistas neogóticas de Viollet-le-Duc en nuestro país en el tercio final del siglo XIX. En su fachada principal se desarrolla una galería de corredor acristalada y realizada en madera que abarca los dos pisos del edificio, mientras que en las fachadas de las alas laterales se abren ventanas de gran sencillez.
Un cuerpo principal paralelo a la calle en el que se ubican la capilla, el aula, la farmacia y otras dependencias, y dos pabellones laterales en los que se instalaban las salas de enfermos hospitalizados. Las galerías acristaladas del cuerpo central eran lugar de paseo y estancia de los convalecientes.


El autor del edificio fue el arquitecto José Segundo de Lema, que afrontó con éxito, mediante una cámara perimetral de ladrillo, el reto de recalzar cuatro metros los cimientos del futuro instituto, así desnivelados entre sus fachadas anterior y posterior. Se construyó entre 1873 y 1878 en una superficie de 3.835 metros cuadrados. La reforma interior se debe a Bernardo Giner de los Ríos García hacia 1926 y la restauración actual a Ignacio de las Casas Gómez y Emilia Checa Morán.

Dentro del mismo solar, en la esquina con la calle del Cardenal Cisneros, se levanta el palacete del Marqués de los Salados, de la familia del fundador del hospital y diseñado por el arquitecto Emilio Rodríguez Ayuso.
El palacete sigue el estilo neomudéjar que utiliza el ladrillo para muros de carga y también como elemento decorativo formando dibujos geométricos en los muros. En las salas del Hospital, cerradas desde el año 1980, se guarda un interesante patrimonio bibliográfico y documental del siglo XIX, con más de 700 volúmenes únicos en el mundo y varias tesis doctorales. Resulta milagroso que los edificios hayan sobrevivido a la fiebre especuladora de los años 60.
Es Bien de Interés Cultural con la categoría de Monumento, desde 1997.

Fuentes y fotos blanco y negro: Sociedad Hahnemanniana Matritense y http://www.homeoint.org/


M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

12 de abril de 2009

Campo del Moro


Fue Felipe II el primer monarca que encargó un proyecto para salvar el desnivel existente entre el Alcázar de Madrid y la Casa de Campo, zona conocida como el Campo del Moro. Durante el siglo XVIII, lo intentaron Juan Bautista Sacchetti, Esteban Boutelou, Ventura Rodríguez y Francisco Sabatini. Sin embargo, las dificultades del terreno, el elevado coste de las obras y la escasez de agua impidieron su materialización.


Hacia 1810, por encargo de José Bonaparte, Juan de Villanueva emprendió unas obras de las que hoy se conserva una gruta, ornamentada con rocalla. Habrá que esperar al reinado de Isabel II (1833-1868) para que se inicie el ajardinamiento. La traída de las aguas del Lozoya a través del Canal de Isabel II resultó fundamental. En 1844, por iniciativa de Agustín Argüelles y de Martín de los Heros, el proyecto es encargado al arquitecto Narciso Pascual y Colomer. Para salvar los considerables desniveles se utilizaron como materiales de relleno los escombros extraídos durante la remodelación de la Puerta del Sol.


Con la revolución de 1868 y el fin de la monarquía isabelina el jardín volvió a caer en el abandono. Habría que esperar a 1890, durante la regencia de María Cristina de Habsburgo, para ver su impulso definitivo, gracias al jardinero catalán Ramón Oliva, con la plantación de más de 9.000 árboles, 8.800 arbustos, 12.000 rosales y 400 palmeras, entre otras especies. En 1898 se incluyeron varias casas góticas de madera de estilo suizo o tirolés, obra del arquitecto Repullés.


Los jardines están emplazados entre la fachada occidental del Palacio Real y el paseo de la Virgen del Puerto (antiguo Camino de Castilla). En el eje principal del jardín, sobresalen las fuentes de los Tritones y de las Conchas. La primera traída de Aranjuez, donde estaba desde 1657 por mandato de Felipe IV. La segunda del palacio de Boadilla del Monte y cedida por Fernando VII a su esposa María Cristina de Borbón, tras recibirla de los duques de San Fernando.


En 1931, fueron declarados de interés histórico-artístico. Durante la Guerra Civil Española sufrieron cuantiosos daños, restaurados en la década de los 40.