La idea de unir Madrid con el Norte dio paso a un proyecto que por subasta ganó una filial de una sociedad francesa, Crédito Mobiliario Español. En 1859 se constituye para tal efecto la Compañía de Caminos de Hierro del Norte de España. El trazado resultó polémico pues unos querían llevarlo por Ávila y otros por Segovia. Al final se eligió Ávila. Entre las propuestas del asentamiento de la terminal (Chamberí, Puente Segovia) se fijó en la parte baja de la montaña del Príncipe Pío, porque allí desde 1852 estaba la Casa de Bombas o Casa de Máquinas de Vapor de la Villa que se abastecía del agua de la fuente de la Reina, en el Pardo. Un embarcadero provisional, sin inauguración oficial, se abrió al público en 1861 y sólo dio servicio entre Madrid–El Escorial, pues las guerras carlistas dificultaron el resto de la línea hasta el norte.
En 1876 se replanteó una nueva estación y otra ubicación que pudiera albergar salidas y llegadas en dos edificios independientes unidos por una cubierta de hierro. El proyecto preveía una estructura metálica de 155 metros de largo por 40 de ancho para unir los dos edificios. En 1879 se aprobó el proyecto del ingeniero de Vías y Obras, Biarez, con la participación de Grasset y el francés Ouliac, en el que los edificios crecían una planta y terminaban en una zona abuhardillada. Se construiría de ladrillo prensado y piedra de sillería de Aragón y albergaría vestíbulo, salas de espera, dependencias administrativas y hasta un salón real con gabinete y tocador. La estructura de hierro del francés Mercier, utilizando un sistema de cuchillas Polonceau con el cual consiguió, sencilla y artísticamente, cuarenta metros de luz de la estructura, se terminó en 1881.
En 1902 el tráfico de la estación exigía una ampliación de vías y tras varios proyectos, entre 1926 y 1933, se construyó el edificio que da a la Cuesta de San Vicente, de acuerdo con el proyecto de Cerlier. Esta terminal se dedicó a salidas y la del paseo de la Florida a llegadas. El nuevo edificio se construyó en hormigón, posee un gran vestíbulo con escaleras y ascensores y a ambos lados del cuerpo central se levantaron dos torres que más tarde se restaurarían debido a los daños sufridos por la artillería durante la Guerra Civil. En 1968 se clausura la estación de Delicias (o de las pulgas), y la de Atocha asume las líneas de Extremadura y Portugal.
La estación provisional de Chamartín, con 12 vías, recibe los trenes de Cataluña y de 1972 a 1976 se construye el proyecto realizado por José Antonio Corrales, Ramón Vázquez Molezún y Rafael Olalquiaga para la actual Chamartín, que preveía una afluencia de 20 millones de viajeros al año. Con estas perspectivas Príncipe Pío quedó sólo para cercanías y unos años más tarde se decide su clausura.
Hola Manuel.
ResponderEliminarEstupendo reportaje, como siempre. Le tengo un especial cariño a esta estación, ya que, cuando era pequeño, era donde nos dejaba el tren cada vez que nos desplazábamos a Madrid desde Torrelodones, donde vivía. Por eso me da mucha pena ver el deterioro de toda la parte que da a la Cuesta de San Vicente, con esas fantásticas torres con cúpula. Al menos, se ha recuperado la parte de la bóveda de hierro, aunque a cambio de llenarla de burguers, cines y tiendas de moda.
Cuando se hizo el centro comercial, mi imaginación echó a volar y soñé con una gran plaza junto a la hermosa fachada de la estación (la que da al Paseo de la Florida), que sacase partido a la panorámica del Palacio Real y de la Catedral de la Almudena, que desde allí puede verse. Incluso me atreví a imaginar cómo quedaría la Fuente de Villanueva (que antes estuvo en la Glorieta de San Vicente y que ahora está semiescondida en el Parque del Oeste) en el centro de esa explanada soñada.
Para mi decepción, la plaza se llenó de salidas de túneles, armatostes de cristal y metal que facilitan el acceso del intercambiador, desniveles varios con muros llenos de grafitis, puestos de venta callejeros...
Tal vez soñé demasiado.
Un abrazo, Jesús
Comprendo que te lo estés pasando bien con estas comparativas, Manuel, una de las fases que más me gusta de los artículos es "ir a los sitios", mirar y hacer fotos :-)
ResponderEliminarEsta, como todas, magnífica.
Por cierto, que esta vez la "blogpatía" ha sido conmigo, no tiene nada que ver con el tuyo, pero mi próximo post sí tiene algo que ver con la Estación del Norte...
besos
Otra comparativa maravillosa Manuel. Hay que ver lo que sufro cada vez que paso por la parte de la estación que da a la Cuesta de la Vega, y es que... paso todos los días.
ResponderEliminarNo sabemos que nos tendrá el futuro preparado para este bello edificio que está abandonado como si fuera un vulgar barracón. Últimamente lo he visto en una serie de televisión, hace muy poquito en un anuncio de navidad y esperemos que pronto se vea en las noticias para anunciar un proyecto que vuelva a hacer resulgir este edificio con sus dos torres carasterísticas. Recuerdo perfectamente como si fuera ayer, las angostas escaleras de hierro que bajaban pegadas al muro del Paseo del Rey, y que daban a un tenebroso túnel que lo unía con la estación. Recuerdo también los antiguos expresos en sus andenes mientras los familiares de enfermos de tuberculosis despedían a los trenes que salían hacia Lourdes, y el paso a nivel que había en las vías que había que cruzar para llegar desde el Parque del Oeste hasta San Antonio de la Florida. Que estación tan bonita y que futuro tan poco merecido.
Hola Manuel! Que quieres que te diga? Ya te comenté que me encantaba esta serie de "Comparativas", y esta, como no, es explendida.
ResponderEliminarla verdad es que es un edificio espectacular y poco aprovechado, y demos gracias que se recuperó y podemos admirar su estructura interior.
Gracias y un abrazo.
Hola Manuel, si toda estación de tren por definición provoca nostalgia, esta mucho más porque de una manera u otra todos los madrileños con algúnos años encima tenemos algún recuerdo de ella.
ResponderEliminarNo me resisto a evocar algún verano de los sesenta subiendo con mis abuelos a un Talgo camino de San Sebastián. Aquello era pura ciencia ficción, todo rodeado de aluminio anodizado en su color y modernidad.
También asistí como cuenta Bélok a la despedida de un tren rumbo a Lourdes y como tenían que íntroducir a los enfermos en camilla por las ventanas de los vagones.
Mencionas al ingeniero Grasset que tuvo unas importantes naves industriales, Talleres Grasset, muy cerca en la Avenida de Valladolid. Una descendiente suya fué compañera de grato recuerdo en arquitectura.
Estaciones, nostalgia, lo que te decía.
Saludos y enhorabuena por tus artículos.
Antonio
Estupendo... y para esto no tengo canción!! ;)
ResponderEliminarHola Jesús, muchas gracias.
ResponderEliminarTe acompaño en tu añoranza, pues en mi caso venía de Villalba. Hace ya algún tiempo me quedé apoyado en la barandilla del vestíbulo de entrada y dejé volar la imaginación...y ¡oh maravilla! estuve en la estación de los años sesenta, con el olor característico de las traviesas y todo.
Afortunadamente, como tú, me atreví a soñar...y lo prefiero.
"...que toda la vida es sueño..."
Un fuerte abrazo.
Hola Mercedes,
No lo dudo, porque yo disfruto como un enano. Debemos parecer, a veces, turistas japoneses haciendo fotos desde todos los ángulos imaginados.
Por cierto, el término "blogpatía" habría que acuñarlo. No sé si será una afección, pero lo que está claro es que es un sentimiento que cada vez se nos da con más frecuencia.
Me has dejado con la intriga. Como se decía antes, "ardo en deseos" de ver publicado ese post de la estación que honrará a su autora, como es menester.
Un beso.
Muchas gracias Bélok, es que me lees con buenos ojos.
Es cierto, da mucha pena ver los cristales rotos, las pintadas de las cúpulas y la estructura metálica oxidada, en fin, una preciosa fachada totalmente abandonada. ¿Pero qué podemos esperar de las mentes preclaras que nos han tocado en suerte?
Ojalá seas escuchado y haya algún proyecto en mente para recuperar el edificio.
¿Me creerías si te digo que yo fui en uno de esos trenes a Lourdes(como voluntario ¿eh?), allá por los 70, para ayudar a los enfermos?.
Labor, dicen que encomiable, pero muy deprimente.
¡Salud!
Hola Josamez, muchas gracias.
Dice el refrán que no hay mal que por bien no venga. Sí, el edificio de la estación se recuperó, pero un centro comercial...
Bueno, podría haber sido peor, como demolerlo y construir algo horrendo que es a lo que nos tienen acostumbrados.
¡¡¡No más centros comerciales, por favor!!!
Un fuerte abrazo.
Hola Antonio, ante todo bienvenido,
¿Por qué de la nostalgia al tren?¿El olor, el traqueteo, el bocata, la mochila y la guitarra, ocho horas en un compartimento con siete desconocidos? Algo debe de haber.
Y cierto, la revolución que causó ese primer Talgo futurista,(Tren Articulado Ligero Goicoechea Oriol, ¡casi ná!), hoy ya pieza de museo.
En fin, ya se dijo en una zarzuela que "las ciencias adelantan que es una barbaridad".
¡Ah! y enhorabuena por haber tenido como condiscípula a la tataranieta de tan insigne ingeniero. Me hubiera gustado indagar, de primera mano, cosas de D. Enrique.
Muchas gracias y ¡salud!
Hola Natalia,
Yo tengo una. ¿Qué te parece Joan Manuel Serrat con su Penélope sentadita en el andén?
Besos.
Hola otra vez, Manuel.
ResponderEliminarDespués de tanto tiempo, al leer un comentario de Jesús me he dado cuenta de que el título de tu blog es Madrid con zeta, tenía el enlace en mi lista con "d"... ¡arreglado!, más vale tarde que nunca.
¡gracias!
un beso
¡Ay, ay, ay, qué despiste!
ResponderEliminarSinceramente, yo tampoco me había percatado. La rutina nos hace inadvertidas ciertas "erratas". ¡Como en la vida misma!
Gracias a tí Mercedes.
Otro beso.
Cómo me gusta la Estación del Norte de Madrid... Hasta he escrito sobre ella cómo mi padre inventó la televisión por cable...
ResponderEliminarHola Stultifer, la Estación del Norte es una estación preciosa.
ResponderEliminarYa te comenté una vez que me admiraba tu facilidad para crear relato corto y el de la televisión por cable es muy bueno. La colaboración con Miguel ha merecido la pena.
¡Salud!
Viajaba desde Salamanca a Alicante a Madrid con 8 años, en los años 60' y la parada obligatoria era la Estación del Norte. Creo que no se me olvidará nunca su capacidad para detener el tiempo y trasladarnos a finales del siglo XIX y principios del XX, algo que ahora ha perdido por su reforma absurda y el estado de deterioro a la que han condenado nuestros gobernantes.
ResponderEliminarPero me enamoré tanto de ella que le he dedicado algunas producciones de moda en los años 80, antes de la reforma.
Y como soy fiel a mis grandes amores, hace 10 años que me fui a vivir bien cerca, para verla todos los días.
No sé dónde leí que en su construcción había intervenido Gustav Eiffel. Por favor, me podrías sacar de esta duda?