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18 de octubre de 2011

El escudo de Madrid


El emblema de Madrid siempre ha dado lugar a controversias, más o menos fundadas, sobre sus variaciones sucesivas. Ya en el siglo XIII, durante el reinado de Fernando III el Santo (1199?-1252) figuraba el oso, probablemente por los muchos que abundaban en la región, según afirma el “Libro de Montería” del rey D. Alfonso XI, donde se dice que Madrid “era buen lugar de puerco y oso”.

Posteriormente se pintaron en la piel de éste las siete estrellas, que después pasaron a la orla del escudo y que los genealogistas afirman que es una alusión a la constelación llamada vulgarmente El Carro. Hay quien defiende la teoría, creo que descabellada, de que es porque la villa de Madrid se hallaba ubicada en la Carpetania, y que Carpentum quiere decir carro en latín.

Tampoco hay aclaración suficiente sobre la presencia del madroño al que se abalanza el oso en las modernas armas de Madrid, y sólo se consigna que el motivo de esta actitud del animal ante un árbol, hacía alusión a reñidos pleitos que hubo en el año de 1222, entre el Ayuntamiento y el Cabildo eclesiástico de la Villa, sobre unos derechos a ciertos montes y pastos en las cercanías del castillo, los cuales concluyeron con una concordia en la que se estableció que perteneciesen al Ayuntamiento de la Villa todos los pies de árboles y al Cabildo todos los pastos.

El litigio casi salomónico tuvo como final y para su memoria que se pintase para el Cabildo una osa paciendo en la hierba y que para el Ayuntamiento se la pusiese incorporada a las ramas de un madroño. También se ha pintado algunas veces un dragón alado como emblema de la villa, en alusión al que dicen que se halló esculpido en Puerta Cerrada, pero este mal llamado dragón no era sino una culebra, según el mismo dibujo que estampa el maestro López de Hoyos y su copia pintada, en el techo de una de las salas del Archivo del Ayuntamiento de Madrid.

Las armas, en fin, de la Villa de Madrid son hoy, de plata, el madroño de sinople terrasado de lo mismo, frutado de gules, acostado de un oso empinante de sable y superado por una corona cívica de sinople; bordura de azur, cargada de siete estrellas de plata y, al timbre, corona real”. Esta última concedida por el emperador don Carlos V, en las Cortes de Valladolid de 1544, a los procuradores de la Villa de Madrid, que pidieron este honor para su patria.


Fuentes: "Madrid Villa y Corte" de Pedro Montoliú Camps, "Ayuntamiento de Madrid", "Archivo Histórico Regional", "Sociedad Española de Librería", "Museo Municipal de Madrid".
M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

18 de agosto de 2011

Puerta de Toledo (comparativa)


Litografía de J. Cebrián s.XIX

La Puerta de Toledo preside la glorieta del mismo nombre, en la que confluyen la Ronda de Segovia, el Paseo de los Pontones, la calle de Toledo, la Ronda de Toledo y la Gran Vía de San Francisco.
Ya en la primitiva cerca de la ciudad construida en el siglo XV existió una puerta, de la que no quedan referencias, llamada de Toledo, de donde partía el camino que iba a la ciudad homónima.
En 1625, al construirse la cerca que ordenó Felipe IV, se levantó una segunda puerta, situada algo más cerca del centro de la ciudad que la actual, en la calle de Toledo.
Los primeros proyectos de construcción de la puerta actual se remontan a 1812, en la época de ocupación napoleónica, durante el reinado de José Bonaparte, cuando se ordenó su diseño para adecentar la entrada a Madrid por el antiguo camino real de Andalucía.



Este primer proyecto no llegaría a ejecutarse puesto que, tras la expulsión de José Bonaparte en 1813, las autoridades municipales encargaron un nuevo diseño al arquitecto neoclásico, discípulo de Villanueva, Antonio López Aguado(1764- 1831), que proyectó la puerta a modo de un arco triunfal dedicado al recién restaurado rey, Fernando VII.
Con una altura de 19 metros y una clara reminiscencia romana, está conformada con bloques de granito y compuesta por un gran arco central de medio punto y dos puertas dinteladas.



La decoración consiste en medias columnas estriadas de orden jónico a los lados del arco central y pilastras del mismo estilo enmarcando las puertas laterales.
Se encuentra coronada por un grupo escultórico en piedra diseñado por el escultor valenciano José Ginés(1768- 1823) y esculpido por Ramón Barba ( 1767- 1831) y el toledano Valeriano Salvatierra (1788- 1836) y compuesto por una alegoría de España, representada por dos niños, portando el escudo de armas de Madrid, una personificación de las Artes, una matrona simbolizando las provincias y el león como símbolo del poder monárquico. 



Sobre ambas puertas laterales completan la composición diversos trofeos militares.
Fue la última puerta monumental erigida en el antiguo recinto de Madrid. Se construyó entre los años 1817 y 1827 y fue restaurada por el Ayuntamiento de Madrid en 1995.

M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

1 de junio de 2011

Plaza Mayor (parte II)


La Plaza Mayor de Madrid, albergaría todos los actos importantes de la vida de un Estado: mercados populares, fiestas solemnes, torneos reales, procesiones, corridas de toros, ejecuciones, recibimientos oficiales y autos de fe de herejes condenados por el Santo Oficio.
Sus excesivas dimensiones le confieren un carácter austero, desnudo, sin ambiente, sin intimidad. Un rectángulo arquitectónico que sigue recordándonos el rigor de la Contrarreforma. Es uno de los proyectos de mayor envergadura realizados en consonancia con los principios del Renacimiento y el Barroco italianos.

Gómez de Mora, al crear la obra de su vida, tomó en consideración las tradiciones arquitectónicas de Castilla, así como las fachadas y los perfiles de los tejados característicos de la arquitectura borgoña de los Países Bajos. Es un ejemplo del eclecticismo tal y como se manifestó en el siglo XVII.
Gómez de Mora entregó a Madrid una plaza de ciento veinte metros de largo por cien metros de ancho, bordeada por una sobria hilera de viviendas adosadas de cinco plantas, con 477 ventanas y balcones, capaz de alojar a 3.700 personas. En el centro del costado sur se ubicaba la Carnicería, mientras el lado norte albergaba el edificio más importante, la Casa de la Panadería, denominada así, pues en sus bajos tenía lugar la justa distribución del pan.

Las cuatro plantas superiores de esta parte de la plaza, estaban reservadas para la casa real. Las dos pequeñas torres herrerianas, ilustran aún hoy en día este carácter real del edificio. Preside el centro de la plaza una estatua de Felipe III a lomos de un caballo al paso, realizada en bronce en 1616 por Pietro de Tacca y Giambologna (conocido por Juan de Bolonia, o también por Jean Boulogne), escultor flamenco procedente de Kortrijk.
En la Casa de la Panadería se ha dejado de hornear el pan, en los balcones de las plantas superiores ya no se urden conspiraciones, las fanfarronadas sobre las victorias militares se han apagado. El sonido estridente del hacha cortando la cabeza, el piafar de los caballos, los bufidos de los toros, el chisporroteo de la leña y las lamentaciones de los herejes, todo ello pertenece al pasado. En su lugar se escucha el murmullo de los coleccionistas de sellos y monedas los domingos por la mañana.

Sólo hay mercado en los días de invierno anteriores a la Navidad. En verano los turistas invaden las terrazas obligados a someterse a la melodiosa música del violín, la tortura de los guitarristas aficionados y la tiranía de la cuenta prohibitiva. Pero esto también es la Plaza Mayor.

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25 de mayo de 2011

Plaza Mayor (parte I)


Evolución de la Plaza Mayor.
Al principio (1580), la plaza estaba ubicada extramuros y se llamaba Plaza del Arrabal y las casas que flanqueaban sus cuatro costados eran apenas unas míseras chozas. De hecho, uno de los nombres con que se la conocía entonces era la “plaza de las chabolas”. En las postrimerías del siglo XVI, la emergente clase media concentró en sus inmediaciones los primeros establecimientos comerciales. Poco después, Felipe III mandó demoler la vieja plaza y sus chabolas con objeto de construir una totalmente nueva, dentro de las murallas de una ciudad que se había extendido, sobre todo hacia el este.

“Pasaréis a la historia, Bramante”, sentenció el papa Julio II en 1506, cuando encomendó al arquitecto Donato Bramante la construcción de la nueva catedral de San Pedro de Roma. Unos cien años después, el rey Felipe III encargó al también arquitecto Juan Gómez de Mora una plaza que “ha de superar a todas las demás plazas del mundo, para dar grandeza política y orgullo al pueblo español”. Así nació en 1619 la calificada por algunos, madre de todas las plazas, sin desmerecer a la homónima salmantina y a la Grote Markt de Bruselas.
Debía ser una plaza que se pudiera transformar en teatro y en la que se pudieran organizar fiestas para exhibir el fasto de la casa de Habsburgo a los invitados reales y los embajadores extranjeros. La inauguración de la Plaza Mayor anunció el comienzo del Siglo de Oro español. Años gloriosos para las bellas artes, con pintores como Velázquez, Murillo, Ribera y Zurbarán y con escritores, dramaturgos y poetas como Quevedo, Tirso de Molina, Lope de Vega y Calderón de la Barca. Incluso el propio rey tuvo la osadía de representar papeles de actor en sus propias fiestas.

Con motivo de las nupcias del príncipe Carlos, príncipe de Gales, con María, hija de Felipe III, Juan de la Corte (Jan van het Hof, pues era flamenco) pintó en 1623 el lienzo “Fiesta en la Plaza Mayor”, centrándose en los jinetes que galopaban por la plaza. En primer plano aparece el caballo encabritado de Felipe III, para indicar que el monarca domina la cabalgadura, metáfora de su férreo control de la monarquía. Y para colmo, las nupcias jamás se celebraron. Tras una estancia del príncipe de seis meses en la corte española, doña María acabó casándose con el rey de Hungría.
Otro lienzo que nos hace partícipes de los fastos escenificados en la Plaza Mayor es el de Francisco Ricci de Guevara, su “Auto de fe en la Plaza Mayor de Madrid”, representando el acto del 20 de junio de 1680, constituye una representación de la arquitectura renacentista. Aquel día miles de invitados se habían congregado en la plaza para asistir a la ejecución de 118 herejes, entre ellos 80 judíos, culpados de contrariar la doctrina católica, 21 de los condenados fueron quemados vivos. Los “festejos” comenzaron a las 7 de la mañana y, dicen también las crónicas de la época, que el humo de la última hoguera no se llegó a disipar hasta bien entrado el amanecer.

Tal era la preeminencia del Santo Oficio, que el público que asistió al acontecimiento, manifestó su asombro y estupor por el hecho de que el gran inquisidor se sentara en una especie de trono e insólitamente en un lugar más elevado que el del propio monarca. La primera sentencia de muerte ejecutada en la Plaza Mayor fue en 1624. Recayó “tan distinguido honor” en don Rodrigo Calderón, Conde de Oliva, al estrenar el cadalso como reo de muerte, por asesinato múltiple.
Aquel mismo año se celebró también el primer Auto de fe. El Santo Oficio había condenado a un tal Benito Ferrer a la hoguera pública por haberse hecho pasar por sacerdote. La Inquisición continuaría utilizando la Plaza para la ejecución de sus siniestras sentencias hasta bien entrado el siglo XVIII. Se introdujo en 1759 un nuevo evento teatral conocido con el nombre de Entrada Triunfal. Se trataba de un acontecimiento altamente festivo en honor a la llegada del rey Carlos III. Por más que transcurriera el tiempo, la Plaza Mayor continuaría siendo lo que es, el centro geográfico del Madrid de los Austrias.

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26 de abril de 2011

Corredera Baja de San Pablo, 20


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Según la Guía de Arquitectura de Madrid, del Colegio Oficial de Arquitectos, el edificio está considerado del siglo XVII. En la Planimetría General de Madrid de 1750, se menciona que en ese año pertenecía “a Don Andrés de Ayala Godoy y que fue de herederos de Juan Simón del Valle, quien la privilegió con 750 maravedíes en 23 de febrero de 1613”.

Entre 1750 y 1765 es cuando se supone que pasa a pertenecer a la Orden Hospitalaria y Militar de los Caballeros de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta, como indica el escudo dieciochesco que corona el portalón de entrada, con la cruz bajo corona real volada, que aún pervive en la fachada.
No existen datos concretos, pero se cree que pudo ser una hospedería para asistir a los peregrinos y para alojar a los médicos de la Orden, por la cercanía a la Hermandad del Refugio y la iglesia de San Antonio de los Alemanes.
En tiempos de la desamortización de Mendizábal (1836), la propiedad se traspasa de la orden religioso-militar a la iniciativa privada, pasando su uso a ser de vivienda residencial y servicio público. Se trata de una finca de planta poligonal con dos fachadas, una a la Corredera Baja de San Pablo, 20 y otra a la calle del Barco, 39 y con un patio central común a los dos inmuebles.

La superficie total construida es de 2.921 m2., y unos 793 m2 por planta. Tiene sótano, tres plantas y buhardillas. Posee una estructura compuesta por muros de carga de fábrica de ladrillo macizo, forjados de viguetas de madera, y trama de madera con relleno de cuarteles de fábrica de ladrillo en tabiquería interior.
Consta de cinco crujías, un gran pilón de granito labrado en el patio, bóveda de ladrillo y probablemente un aljibe para recoger el agua de lluvia, ya que los caballeros de la Orden de Malta acostumbraban a ser autosuficientes. Otra de las joyas del edificio es su patio tradicional castellano, empedrado con cantos rodados, probablemente único en el centro histórico de Madrid.

Como curiosidades, en él residió en 1909 doña Ana Ruiz, la madre del poeta Antonio Machado, o que en su fachada aún se aprecian las marcas que provocó el impacto de un obús durante la Guerra Civil.
Sus últimos moradores fueron, la taberna y casa de comidas Pepita, una academia y un movimiento okupa, que tras el desalojo policial de éstos a principios de 2011, vuelve a quedar el edificio cerrado a cal y canto, propiciando aún más su estado de abandono y ruina, a la espera de contestación por parte de las autoridades, a las peticiones de asociaciones vecinales para su rehabilitación y posterior uso para actividades culturales del barrio.

Fuentes: ACIBU, "Madrid Villa y Corte", "Urbanity", "La Ilustración Española y Americana", "Ayuntamiento de Madrid", "Archivo Histórico Regional", "Viejo Madrid", "Sociedad Española de Librería", "Museo Municipal de Madrid".
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19 de abril de 2011

Salesas Reales


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Tras un largo peregrinaje de las hermanas salesas, ocupando primero unas casas en el lugar llamado Prado Viejo y más tarde un beaterio existente en la calle de San José, encontraron emplazamiento definitivo junto a la Puerta de Recoletos en un monasterio fundado, para darlas cobijo, en 1749 por la reina doña Bárbara de Braganza, y para la educación de las jóvenes de la nobleza y además, como residencia de retiro de la reina en caso de la muerte de su esposo el rey Fernando VI.

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En la parte que da a la calle Bárbara de Braganza se puede leer esta inscripción: "Fernando VI y María Bárbara erigieron y dedicaron en el año 1757 este lugar sagrado a la memoria de la Visitación de la Bienaventurada María Isabel, para educar doncellas nobles en religión y tradición patria".

El monasterio fue encomendado a la orden de San Francisco de Sales (Salesas), bajo la advocación de Monasterio Real de la Visitación de Nuestra Señora. El complejo de estilo rococó, diseñado por el arquitecto galo François Carlier, (iglesia de El Pardo), alcanzó un coste según nos cuenta Fernández de los Ríos, de 80 millones de reales de la época, Mesonero Romanos habla incluso de 83 millones y según el arquitecto Ruiz de Salces, 50 millones de reales. El proyecto, finalmente, lo llevó a cabo el ayudante de Carlier, el aparejador Francisco Moradillo, atreviéndose incluso a modificar el proyecto original. El enorme complejo estaba formado por dependencias reales, templo, monasterio, otras múltiples dependencias, huertos y jardines.
La iglesia es de planta longitudinal y presenta una fachada monumental de influencias francesa e italiana con un gran orden de pilastras rematado por dos pequeñas torres y ático con frontón y, adornada con estatuas de San Francisco de Sales y Santa Juana Francisca Fremiot, fundadores de la orden de la Visitación, realizadas por Alfonso Giraldo Vergaz. En su interior de estilo barroco se conservan los sepulcros de Fernando VI y de Bárbara de Braganza, encargados por Carlos III al arquitecto Fracesco Sabatini y al escultor Francisco Gutiérrez.

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También se encuentra allí el monumento funerario a Leopoldo O’Donnell, un sepulcro con un busto yacente en mármol blanco, obra de Jerónimo Suñol. Al ser exclaustradas las monjas salesas, tras el reinado de Isabel II, durante el sexenio revolucionario, todo el complejo, excepto el templo, se dedicó a partir de 1870 a Palacio de Justicia. Desde 1891 la iglesia desempeña las funciones de parroquia.
En 1915, tras un gran incendio, se mandó reconstruirlo en el estilo original del siglo XVIII, ya que se habían salvado los muros de carga, las travesías y las fachadas. Tras un concurso público, fue adjudicada su reconstrucción al arquitecto Joaquín Rojí, que realizó dicha reconstrucción, no exenta de polémica, entre los años 1921 y 1926.

Al abrirse la calle de Bárbara de Braganza, en 1930, Miguel Durín realizó la escalinata que da acceso a la portada, rompiéndose la homogeneidad del conjunto, provocando cambios de niveles de las calles que afectaron al templo y su perspectiva y, haciendo una estilización histórica de la portada en la fachada del palacio que da a la plaza de la Villa de París, trazada sobre la antigua huerta del monasterio. Desde 1979 la parroquia de Santa Bárbara es Bien de Interés Cultural.

Para más información visitar "Viendo Madrid"
Fuentes: "Madrid Villa y Corte" de Pedro Montoliú Camps, "Urbanity", "Postales Antiguas de Madrid", de Ediciones La Librería, "La Ilustración Española y Americana", "Ayuntamiento de Madrid", "Archivo Histórico Regional", "Viejo Madrid", "Sociedad Española de Librería", "Museo Municipal de Madrid", “Guía de arquitectura 1700-1800”, Ramón Guerra de la Vega.
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12 de marzo de 2011

Arco de Cuchilleros


Cuchilleros1 1919 Cuchilleros2

Esta arcada es quizás la más conocida de los nueve accesos de que consta la Plaza Mayor. Su considerable altura se debe al importante desnivel existente que debe de librar entre el plano de la misma plaza y el de la Cava de San Miguel.
El Arco de Cuchilleros forma parte de la obra del insigne arquitecto Juan de Villanueva, quien tras el desafortunado incendio que redujo a cenizas la plaza en 1790, excepto la Casa de la Panadería, recibió el encargo de su reconstrucción organizando un espacio completamente cerrado y habilitando una serie de arcadas para su acceso.

Cuchilleros7 1950 Cuchilleros8

El origen del nombre de este arco, Cuchilleros, se debe a que da acceso a la plaza desde la calle del mismo nombre, y ésta a su vez llamada así porque era la calle en la que antiguamente se ubicaban los talleres del gremio de cuchilleros y espaderos, que tenían como una de sus finalidades suministrar sus productos a las entonces numerosas carnicerías establecidas en la Plaza Mayor. 
La mayoría de las viviendas que circundan el arco, conservan la originalidad del siglo XVII, prueba de ello es el zócalo en piedra berroqueña, las fachadas con gruesos muros de ladrillos, las ventanas con rejerías y las balconadas de hierro forjado. Es obligatorio hacer observar las seis alturas de algunas de estas edificaciones, que originariamente era de ocho plantas, algo inusual en la época, y que fueron rebajadas a su altura actual tras la reforma de Villanueva.

Cuchilleros9 1961 Cuchilleros10

Cómo no, es obligado también hacer referencia a los numerosos y característicos mesones que se ubican en los aledaños del arco y que no son ni más ni menos que los sucesores más o menos directos de los bodegones, tabernas y hosterías que ya poblaban por entonces esta típica zona del Madrid de los Austrias.

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Una prueba de la solera de la zona, es que prácticamente a los pies del Arco de Cuchilleros, persiste desde 1725 “el restaurante más antiguo del mundo”, Casa Botín,...pero esa es otra historia.

Fuentes: "Madrid Villa y Corte" de Pedro Montoliú Camps, "Urbanity", "Postales Antiguas de Madrid" de Ediciones La Librería, "La Ilustración Española y Americana", "Ayuntamiento de Madrid", "Archivo Histórico Regional", "Viejo Madrid", "Sociedad Española de Librería", "Museo Municipal de Madrid".
Madrid hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

12 de febrero de 2011

La Puerta de Alcalá


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Entre 1774 y 1778 se levantó la nueva y actual puerta de Alcalá. Constituida por una decoración de guirnaldas, relieves, cornucopias, motivos florales, escudos y trofeos, es de una clara inspiración en el arte clásico romano. Los dos millones de reales necesarios para realizar las obras fueron conseguidos por el Ayuntamiento a base de hipotecar el arbitrio de las tabernas.

Pta. Alcalá6 XIX Pta. Alcalá7

La construcción, de un solo cuerpo, consta de cinco vanos, mientras que los dos de los extremos son adintelados y sobre éstos, decoración de relieves con cornucopias y adornos florales. En la parte que entonces daba al exterior de Madrid presenta diez columnas adosadas de orden jónico, elevadas sobre plintos y con adornos de guirnaldas en los capiteles. y en la parte que miraba hacia el interior se pusieron pilastras, excepto en el arco central que es igual por ambos frentes.

Pta. Alcalá8 1852 Pta. Alcalá9

La parte central del conjunto sobresale con un juego de líneas quebradas, entrantes y salientes. Esta parte está coronada con un segundo cuerpo formado por un entablamento liso que sirve de enlace con el ático de la puerta y que presenta en el centro una lápida con una inscripción en latín indicando el año y el monarca que la mandó construir, con el texto:
Rege Carolo III, anno MDCCLXXVIII

Pta. Alcalá10 1865 Pta. Alcalá11

Sobre este ático, un frontón triangular quebrado y detrás otro semicircular, flanqueado por dos trofeos militares; otros cuatro trofeos, con escudos y banderas en las esquinas y en el centro del coronamiento. En las claves de los tres arcos centrales se pusieron cabezas de leones y sobre las puertas laterales se colocaron cornucopias cruzadas obra de Roberto Michel.

Pta. Alcalá12 fXIX Pta. Alcalá13

El ático existente sobre el arco central fue terminado en un frontispicio circular por la parte que daba al campo y en él se colocó un escudo con las armas reales, sostenido por una fama y un genio que realizó Francisco Gutiérrez, autor también de los grupos de niños colocados en el sotabanco.

Pta. Alcalá14 1920ca Pta. Alcalá15
Por la parte que daba al casco urbano, Gutiérrez esculpió trofeos militares en el sotabanco y en el frontón triangular en el que acaba el ático central. La puerta, hecha en granito y piedra de Colmenar, mide 19,5 metros de alto. Los modelos para los capiteles de las columnas fueron iguales a los ideados por Miguel Ángel para el Capitolio de Roma.

Pta. Alcalá16 1937 Pta. Alcalá17

Las obras se terminaron en 1778. El monumento, que tuvo en tiempos grandes rejas de hierro que cerraban a las diez de la noche en invierno y a las once en verano, estaba unido a la tapia del Pósito y a los jardines del Retiro. En 1869, fueron derribados los últimos restos de la tapia que bordeaba Madrid.

Pta. Alcalá18 1939 Pta. Alcalá19
La puerta fue restaurada y limpiada, aunque se quiso mantener las marcas dejadas por la artillería francesa el 3 de diciembre de 1808, cuando la ciudad fue sitiada y bombardeada por las tropas de Napoleón. Cuando los Cien Mil Hijos de San Luis, entraron en Madrid en 1823 para apoyar el absolutismo de Fernando VII, la Puerta de Alcalá recibió varios impactos de bala que hoy también permanecen como testimonio.

Pta. Alcalá22 1940 Pta. Alcalá23 Pta. Alcalá24 1940ca Pta. Alcalá25

Así mismo, en este lugar fue tiroteado y asesinado, en 1921, el Presidente del Consejo de Ministros, Eduardo Dato, en uno de sus trayectos al Senado. En 1976 la Puerta de Alcalá fue declarada monumento nacional.

Fuentes: "Madrid Villa y Corte" de Pedro Montoliú Camps, "Urbanity", "Postales Antiguas de Madrid" de Ediciones La Librería, "La Ilustración Española y Americana", "Ayuntamiento de Madrid", "Archivo Histórico Regional", "Viejo Madrid", "Sociedad Española de Librería", "Museo Municipal de Madrid".

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4 de febrero de 2011

Museo del Prado


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Si la iglesia de San Jerónimo es la construcción más antigua de la zona, el Museo del Prado, situado justamente delante, es el más famoso de los edificios madrileños junto al Palacio Real. El proyecto, concebido por Carlos III como Gabinete, Academia y Museo de Ciencias Naturales, fue comenzado por Juan de Villanueva en 1785, tres años antes de la muerte del rey.

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El edificio es de forma alargada y terminado en sus extremos en dos alas de planta cuadrada. El frontis de la entrada principal fue hecho en piedra granítica con seis grandes columnas dóricas y un ático decorado. En la fachada se colocaron medallones, jarrones y esculturas alegóricas a las artes, obras de Mariano Salvatierra, y se dotó al ala norte de una rotonda con ocho columnas jónicas que sostenían una cúpula abierta.

Durante la guerra de la Independencia se interrumpieron las obras, el edificio fue saqueado, el plomo de sus cubiertas fue utilizado en la fabricación de munición y las dependencias fueron utilizadas como caballerizas. Tras la marcha de los franceses, Fernando VII en 1819 terminó las obras y encargó restaurar el edificio a Santiago Gutiérrez de Arintero para adecuarlo a Museo de Pinturas. La restauración del edificio costó siete millones de reales.

En la organización del interior intervino Maria Isabel de Braganza, llevando al nuevo museo 311 pinturas de palacios y posesiones reales, además de estatuas y muebles. La nueva galería de exposiciones fue inaugurada en 1819 con la norma de apertura que regía entonces: “todos los días, salvo los lluviosos en que hubiera lodo”.

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En 1868 pasó a depender del Patrimonio Nacional, pasando desde entonces a designarse con el nombre actual de Museo del Prado. El edificio fue ampliado en dos ocasiones: entre 1914 y 1918 y entre 1955 y 1956. En 1928 Pedro Muguruza se encargó de sustituir el desnivel de acceso al ala norte por una escalera que terminaba en el pórtico sustentado por cuatro columnas jónicas.

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Las obras que forman los fondos del museo hacen de esta pinacoteca una de las más importantes del mundo. Los pintores, tanto españoles como extranjeros, más famosos están allí representados. Las estatuas de tres de estos pintores fueron colocadas a las entradas del museo. Murillo, obra en bronce de Sabino Medina; la de Velázquez realizada por Aniceto Marinas y la de Goya obra de Mariano Benlliure.

Fuentes: "Madrid Villa y Corte" de Pedro Montoliú Camps, "Urbanity", "Postales Antiguas de Madrid" de Ediciones La Librería, "La Ilustración Española y Americana", "Ayuntamiento de Madrid", "Archivo Histórico Regional", "Viejo Madrid", "Sociedad Española de Librería", "Museo Municipal de Madrid".

M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo