19 de noviembre de 2010

Teatro Apolo



Madrid conoció en la segunda mitad del siglo XIX el mayor crecimiento teatral de su historia. Teatros como el Español, Novedades, Variedades y Circo Price compitieron con el Martín, Eslava, Lara, Apolo, Comedia o Príncipe Alfonso. A estos se unían el Bretón, Buenavista, Recreo, Cava Baja, Liceo Cervantes, Liceo Ríus, Platerías, Pintoresco, De la Risa, De la Sartén y otros de corta vida o de temporada, al ofrecer sólo representaciones en verano. Ante la oferta existente se acordaron cuatro representaciones: Antes de cenar, después de cenar, después de la tertulia y la cuarta para trasnochadores. Nacía el teatro de funciones por horas. ¡Un real costaba la entrada!.

En 1861 había en Madrid 575 sociedades casino, 145 de baile, 139 de música y 123 dramáticas, con nombres como Rigoletto, El Club de los Lindos, La Deliciosa o El Elegante. Los salones del Prado, Recoletos, Circo de Paúl o Alhambra se convertían en salones de baile y surgieron otros como el jardín del Circo Price, los jardines Tívoli, los jardines Paraíso, el Eliseo Madrileño y los Campos Elíseos. En casas particulares, sobre todo de la nobleza, se representaban obras, todavía en 1864 había 722 marqueses, 588 condes, 166 caballeros de Santiago, 82 duques, 74 vizcondes y 67 barones. 

En 1870 el primitivo convento de los carmelitas descalzos fue demolido para construir el Teatro Apolo, un templo de la música que si bien al principio se dedicaba a poner obras de Echegaray, pronto se convirtió en la sede del teatro lírico estrenando “La Verbena de la Paloma”, con el sobrenombre de “El boticario y las chulapas o Celos mal reprimidos”, “La Revoltosa”, “Agua, azucarillos y aguardiente” o “La Gran Vía”, esta última estrenada en el Teatro Felipe y luego cuatro temporadas en el Apolo.

Teatro Apolo4 1920

En los últimos diez años del siglo se produjeron 1500 títulos de autores como los hermanos Álvarez Quintero, Arniches, Benavente, Vital Aza o Fernández Shaw con música de Chueca, Chapí, Bretón, Torregrosa o Serrano. El Teatro Apolo, antes Teatro Moratín estuvo situado junto a la iglesia de San José, en la calle de Alcalá, y abrió su puertas entre 1873 y 1929. Tras su demolición se levantó en su lugar el edificio del Banco de Vizcaya.


Madrid hacia arriba© 2010 | Manuel Romo

4 de noviembre de 2010

Viaducto


Desde el siglo XVI numerosos arquitectos estudiaron la forma de unir el Alcázar con la iglesia de San Francisco el Grande y así cubrir la necesidad de comunicar el norte con el sur, pero no se retomaron los trabajos hasta la segunda mitad del siglo XIX. Un proyecto ideado en 1859 fue declarado de utilidad pública en 1861. En 1868 la arquitectura de hierro fue la gran protagonista aunque los materiales tuvieran que traerse de Francia o de Inglaterra y eso encareciera mucho las obras. 
Este tipo de construcción permitió levantar mercados cubiertos, frontones, palacios, cafés, estaciones de ferrocarril y hasta casas particulares. El diseño del ingeniero Eugenio Barrón constaba de tres tramos, el central de 50 metros y dos laterales de 40 metros, tenía una altura de 23 metros en su punto medio y 13 metros de anchura, de los cuales 8 metros eran para paso de carruajes.

La estructura se apoyaba en estribos de fábrica y dos pilotes de hierro forjado sobre basamentos de piedra. Fue colocado su primer pilar de hierro en 1872 y en 1874 quedó terminado uno de los pocos puentes construidos en Madrid y no para pasar precisamente sobre el río, sino por encima de otra calle, prolongando la calle Bailén hasta la plaza de San Francisco y librando el desnivel de la calle de Segovia.
Se inauguró oficialmente el 13 de octubre de 1874 con el paso de los restos mortales de Calderón de la Barca, trasladados desde San Francisco el Grande hasta la sacramental de San Nicolás. Fue reformado en dos ocasiones durante la década de los 20 y el Ayuntamiento en 1932 convocó concurso al que se presentaron 14 proyectos. Ganó el equipo formado por los arquitectos Francisco Javier Ferrero, José de Juan Aracil y Luis Aldaz.
La nueva construcción que se comenzó en 1934 y no se pudo terminar, a causa de la guerra civil, hasta 1942, constaba de 200 metros de largo y 20 metros de ancho, estaba formada por tres arcos, el central a 25 metros de altura y se apoyaba en 8 pilares, cuatro de los cuales con huecos de ascensor que nunca fueron instalados. En 1976 aparecieron grietas y se cerró al tráfico rodado y en 1978 tras casi un año de obras volvió a ser puesto en servicio.


Fuentes: "Madrid Villa y Corte" de Pedro Montoliú Campos, "Viejo Madrid", "Postales antiguas de Madrid" Ediciones La Librería", "La Ilustración Española y Americana".
Madrid hacia arriba© 2010 | Manuel Romo

28 de octubre de 2010

Fachadas madrileñas


En estos últimos días del mes de octubre, con las navidades en ciernes al menos en algunos comercios, con el ambiente fresquito y el cielo despejado y por lo tanto con sol, Madrid se llena de una luminosidad que hace resaltar detalles que sin esa claridad quedan en la penumbra y pasan desapercibidos.
En las fachadas de muchos edificios decimonónicos, dependiendo de esa incidencia de luz, podemos apreciar en todo su esplendor infinitos remates de una decoración barroca, modernista o rococó con los que arquitectos de otras épocas decoraban sus proyectos.

Hoy en día se continúan diseñando edificios, naturalmente, pero con una concepción de puertas adentro, el entorno no preocupa, los edificios centenarios contiguos, si los hubiere, no son tenidos en cuenta, es más importante el lucimiento personal, la innovación, lo revolucionario.  
Y así nos encontramos con múltiples y variadas aberraciones arquitectónicas entre dos edificios preciosistas, “pegotes” que cuadrarían bien en urbanizaciones de reciente construcción, en los P.A.U., en ensanches o en ciudades empresariales pero, ¡por favor!, no en el casco histórico de Madrid y aunque suene a trasnochado, “la tierra del requiebro y del chotís”.

Hubo arquitectos como Lloyd Wright, Alvar Aalto, Niemeyer, Neutra, etc., que observaban el entorno donde se les había encargado que construyesen y luego, se estrujaban las meninges, ponían a trabajar su imaginación y daban forma a sus sueños, en definitiva, se preocupaban de que su proyecto se beneficiara de lo que le circundaba y viceversa. En fin, que veo edificaciones en pleno centro “protegido”, que como en aquél famoso chiste de los gitanos y la Benemérita, me hacen exclamar, con perdón, “...no sé, pero me está entrando una mala leche”.
Hago responsables a las administraciones de turno, de que en zonas protegidas por normativa, y en la mayoría de los casos por intereses especulativos, dejen que la finca llegue al estado de ruina para así poder derribarla y se puedan edificar más metros cuadrados en más altura, y lo que es peor aún, sin estar aún declarada en estado de ruina.
  
¿Hay alguna forma de que los centros históricos de las ciudades resistan los afanes especulativos y las ínfulas modernizantes?. Yo creo que se puede hacer, evitando la degradación de la ciudad y la pérdida del legado antiguo, la especulación, el crecimiento inarmónico y desordenado, el desprecio por los valores regionales y fomentando el conocimiento de la historia del arte y de los valores urbanísticos.
Parafraseando a un innombrable austriaco, “Sólo se respeta lo que se ama y sólo se ama lo que se conoce”. Sin esta premisa educativa, cualquier plan destinado a conservar nuestros valores está condenado al fracaso. La conciliación del progreso con la memoria histórica sigue siendo el gran reto.

Madrid hacia arriba© 2010 | Manuel Romo

11 de octubre de 2010

Relojes en Madrid


Desde que el hombre está sobre la tierra y puede recordar, el tiempo siempre ha sido para él uno de los motivos de mayor preocupación. No se sabe por qué razón, pero ha tenido la imperiosa necesidad de conocer el momento del día y de la noche en que se hallaba para organizar su vida cotidiana. Se dio cuenta de que mirando hacia arriba, al firmamento, podía orientarse con la rotación de la tierra y con unas referencias, decidir si era la hora de cazar, recolectar, dormir, pintar o comer.
No le resultó lo suficientemente precisa la situación de una infinidad de puntos luminosos allá arriba y se percató, hace como unos 4.000 años, de que con un palito en el suelo y la sombra que proyectaba, podía controlar con más exactitud el momento justo para ir a comer, cazar, etc. Pero las diferentes estaciones del año le confundían, la dirección de la sombra del palito variaba de una temporada a otra y eso no era, ni por asomo, la precisión que el hombre necesitaba. ¿Y por la noche, dónde estaba la sombra del palito?

Y como en aquellos remotos tiempos también las ciencias adelantaban que era una barbaridad, el hombre no paró hasta dar con un medidor de tiempo más preciso y, ¡eureka!, hace unos 3.500 años, no sin dificultades, inventó la clepsidra (reloj de agua), que le permitía mediante la simple gravedad y un recipiente graduado en su interior, tener mejor noción del tiempo transcurrido.
Quiso el hombre controlarse más y rizó el rizo y, allá por el siglo VIII, mediante unas ampolletas de vidrio unidas por un orificio y una cierta cantidad de arena (reloj de arena, evidentemente) consiguió más control. Pero ¿qué ocurrió?, que de tanto uso las areniscas, por erosión, se iban haciendo más finas, caían con mayor rapidez y el invento ya no marcaba el mismo tiempo para el que había sido creado. Además, si quería controlar un espacio de tiempo amplio, debía construir unas ampolletas enormes y le resultó un poco incómodo su manejo.

Tuvo que volverse a estrujar más el cerebro para conseguir la máxima exactitud posible y como el tiempo urgía, trabajó día y noche dibujando resortes, ejes y engranajes que más tarde, tallados en madera, milimétricamente colocados y con los oportunos ajustes, daban como resultado un maravilloso mecanismo totalmente artesanal, el perfecto aparato de medición del tiempo.
Hubo quien dijo que sonaba demasiado, que atrasaba, que adelantaba, que se rompían las piezas con frecuencia, en fin, que no era tan perfecto como decían, que quizá con otros materiales...Y en su afán de perfección, de complacer y complacerse, el hombre experimentó con diversos materiales y sustituyó madera por hierro y bronce.

Aún así, continuaban cometiendo errores en la medida del inexorable tiempo y empleó materiales más resistentes y menos pesados como el latón, el acero e incluso piedras preciosas como el rubí y el diamante. Consiguió fabricarlos de un tamaño lo suficientemente pequeño para que nos acompañaran constantemente ya en el bolsillo con una cadenita (leontina), ya en la muñeca (de pulsera).  
Llegó el siglo XX, la era moderna, la industrialización, las computadoras electrónicas, la informática, y el hombre no cejó en su empeño hasta conseguir digitalizar con cuarzo (error de tres segundos al año) el aparato primigenio. Hoy en día, el hombre sigue intentando controlar a quien le controla y aunque está bastante satisfecho con el trabajo hasta el momento realizado, ha hecho ya sus pinitos con los relojes atómicos (un segundo de desfase cada 300 años) impulsados con energía nuclear. La próxima elucubración de la mente humana con “el tiempo”, esa, no sé si la veremos. “El tiempo lo dirá”.

De momento si paseáis por Madrid...con tiempo, mirad hacia arriba y con más frecuencia de lo que pensáis, os encontrareis con verdaderas joyas de los maestros relojeros.

Madrid hacia arriba© 2010 | Manuel Romo

23 de septiembre de 2010

Parque del Oeste

Está situado entre la carretera de La Coruña, la Ciudad Universitaria, Puente de los Franceses y el Barrio de Argüelles. Es el primer parque público creado como tal en la Villa de Madrid. Se comenzó su construcción en 1893, tras la expropiación del Real Sitio de la Florida por el Estado de la República y quedó inaugurado en 1905.
El autor del proyecto fue el Director de Jardines y Plantíos del Ayuntamiento de Madrid e ingeniero agrónomo, D. Celedonio Rodrigáñez y Vallejo, sucediéndole a su jubilación en 1910, su ayudante y también paisajista, Cecilio Rodríguez, Jardinero Mayor del Ayuntamiento de Madrid.

En 1906, siendo alcalde de Madrid, don Alberto Aguilera, se solicitó el trazado de un lugar para el paseo y descanso de los madrileños, en los terrenos que antiguamente ocupaba el principal vertedero de basuras de la ciudad, dando inició a una segunda fase, añadiendo 3 hectáreas y finalizándose ésta en 1914.
Es uno de los espacios verdes más importante de Madrid. Actualmente, tiene una superficie de 98,60 hectáreas, en su mayor parte ajardinadas, con gran variedad de coníferas, cedros del Líbano, chopos, tilos y hayas.
  
El parque cuenta con lugares tan singulares como la Escuela de Cerámica, fundada en 1911 por Francisco Alcántara. La Rosaleda, con 15.000 metros cuadrados.
El Templo de Debod, templo egipcio del siglo II a.C. regalo del Gobierno de Egipto por la colaboración española en la construcción de la presa de Assuán y emplazado en el mismo lugar donde se encontraba el Cuartel de la Montaña, famoso por los sucesos de 1936, cuando fue asaltado por los madrileños en busca de armas para defenderse del ejército sublevado.

El Parque de la Tinaja, de 2 hectáreas de extensión, con uno de los hornos de la antigua Fábrica de Cerámica de la Moncloa, fundada en 1816 por Fernando VII.
El Templete de la Música, de forma octogonal con estructura de hierro y hormigón, suelo de granito y cubierta de pizarra. La Casa de la Rosa, recinto anexo a la Escuela de Cerámica, etc.
El parque tiene carácter monumental y paisajista con un trazado de jardín inglés, con fuertes desniveles, caminos curvilíneos de inspiración naturalista, extensas praderas verdes, un arroyo con saltos de agua, monumentos, estatuas, esculturas y fuentes.

Madrid hacia arriba© 2010 | Manuel Romo

10 de septiembre de 2010

Oda al balcón


Voy a contaros la historia de unos balcones colgados,
de paseos por las calles, tirando fotos al alto.
Esto es "Madriz hacia arriba", poco miro yo hacia abajo,
por culpa de esta postura inmundicias he pisado.
  
He maldecido a los perros que Madrid han ensuciado,
pero más bien a los amos, que sí deben ser multados.
La educación de los dueños queda por muy deseado,
vaya por ellos un grito de ¡¡cochinos y marranos!!.
  
Prosigo con mis balcones allí arriba, allá en lo alto,
suspendidos, voladizos, empotrados y afianzados.
Mi cuello toma la forma de mirarlos desde abajo,
a ratos muy dolorido y otros más, ni me he enterado.
  
Miro hacia arriba en Madrid y otros sitios visitados,
queda perpleja mi vista, me estremezco y me anonado.
Mil, tres mil, diez mil balcones con mi Nikon he plasmado,
cientos de ellos los borro, otros cientos he guardado.
  
Guardo balcones chiquitos, señoriales y olvidados,
con historia, sin salida, hechos polvo y destrozados.
Hay balcones que no existen, hay balcones desbordados
de cactus, plantas y rosas que hasta la acera han llegado.
  
Hay balcones que relucen, parecen hasta incendiados,
con velas, neón, faroles, también los hay apagados.
Hay balcones con macetas que quedan asilvestrados,
y balcones de gran porte, con vistas y bien pintados.
   
Pero también hay sin lustre, sin cristales y sin amos,
balcones con mucha ropa, con cortinas o con trapos.
Muñecas, bicis, ositos, esculturas y colgajos,
con barandas de colores, florituras y forjados.
  
No me canso de mirarlos, pues los hay muy bien plantados,
rojos, violetas y verdes, blancos, azules, rosados.
Con mirador, con un toldo, a la sombra y arbolados,
objetos extraños lucen, cráneos, cazos, pies y manos.
  
Balcones que dan patadas, hacen surfing en secano,
con sombreros, molinillos, gente hablando y solitarios.
Hemos visto miradores, balcones dobles, canijos,
medievales y romanos, empedrados que dan frío.
  
Adjetivos de balcones quedan muchos en el saco,
pero la historia se acaba, al poco haberla empezado.
Espero os hayan gustado, al menos entretenido,
sed buenos, pasadlo bien y hasta la próxima, amigos.

Madrid hacia arriba© 2010 | Manuel Romo

31 de agosto de 2010

Sacramental de San Isidro



La proposición de incautar las Sacramentales y edificar un gran cementerio municipal se plantea de forma definitiva durante la revolución de 1868. Desde su exilio parisino Fernández de los Ríos idea la construcción de un inmenso “Campo de Reposo”, una necrópolis al estilo de los grandes cementerios norteamericanos e ingleses, al estilo de la que proyectaba Haussmann en París y que pensaba situarse al oeste de la Villa junto a la Casa de Campo en la zona de Rodajos, Húmera, Pozuelo y Somosaguas. Diversos problemas administrativos y de otra índole, hicieron que las miradas se dirigieran al Este.


Con un presupuesto de setenta y cinco mil pesetas para la compra de terrenos, cerramientos y gastos iniciales, en 1877 el Ayuntamiento convocó a concurso público a los arquitectos titulados por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando para la construcción de una gran necrópolis, en el término municipal de Vicálvaro. El programa especificaba los elementos de la necrópolis y los tipos de enterramiento: de pago, de caridad y de inocentes; sitios para mausoleos de célebres, enterramientos de no católicos, capilla, depósitos, sala de autopsias, oficinas y almacén.

_DSC2673_thumb[1]

Se presentaron seis proyectos a escala 1:200 en las salas llamadas de los “Medios puntos” prestadas por la Real Academia de Bellas Artes. El 13 de abril de 1878 se concedió el primer premio por unanimidad al proyecto de los arquitectos Fernando Arbós y Tremanti (1844- 1916) y José Urioste y Velada (1850- 1909) con el lema “Donde se sotierran los muertos e se tornan sus huesos en cenizas”. El proyecto original contaba con una capacidad de 62.291 sepulturas.


Respecto a la incineración que rezaba el lema, el tribunal puso sus objeciones y se mostró partidario de la “ inhumación bien ejecutada, pues es el procedimiento que mejor devuelve a la tierra y a la agricultura sus elementos; polvo dijo y no ceniza el Autor de todo lo criado”.

_DSC2693_thumb[1]
  
El Ayuntamiento debía adquirir en treinta días los terrenos precisos ”no menos de 400 fanegas, unas 257 Hectáreas y 60 Áreas” y en un plazo de 90 días cercarlos y construir una capilla. Ante esta pesadilla los arquitectos Arbós y Urioste dijeron: “Proyectar en Madrid es llorar”. Solamente llegaron a construir en 1884 un pequeño Cementerio de Epidemias, cuyo primer enterramiento fue el de Maravilla Leal González. En 1888 Arbós y Urioste cesaron como arquitectos de la necrópolis y murieron sin ver alzar del suelo los edificios concebidos en 1877.


Les sucedió el arquitecto municipal José López Sallaberry y comenzaron las tareas de desmonte y cimentación. En 1905 Eduardo Vicenti encargó al también arquitecto municipal Francisco García Nava la reforma del proyecto de Arbós y Urioste, aumentando a 81.638 sepulturas con una capacidad para 885.000 enterramientos. Alberto Aguilera gestionó la ejecución y el Conde de Peñalver vio comenzar las obras en diciembre de 1907, inaugurándose oficialmente la Necrópolis del Este en 1925.

(Todas las fotografías están tomadas en la Sacramental de San Isidro)
Fuentes: “Los Baños Árabes” de Lola Esteban Lario, y “La arquitectura de la necrópolis del Este” de Carlos Saguar.
Madrid hacia arriba© 2010 | Manuel Romo

21 de marzo de 2010

Iglesia Guillermina de la Paz


Wilhelminische Friedenskirche
Paseo de la Castellana, 6

Desde hace 100 años esta iglesia de arquitectura guillermina, su acogedor patio y la casa parroquial neorrománica, constituyen un verdadero oasis en el corazón de Madrid.
El edificio de la Iglesia Evangélica de Habla Alemana de Madrid, precioso y notable edificio de la arquitectura ecléctica madrileña de comienzos del siglo XX, fue inaugurado en enero de 1909.
Junto con las iglesias evangélicas de Roma y Jerusalén, esta iglesia se incluye en el grupo de las tres iglesias evangélicas alemanas en el extranjero cuya construcción fue apoyada activamente por el emperador Guillermo II (1888- 1918). 
La iglesia es, como ningún otro edificio, prueba del interés de la Casa Imperial por la política eclesiástica y la construcción de iglesias. Además, es una muestra de la concepción religiosa del monarca que le llevó a construir iglesias en varios lugares del extranjero.
La iglesia guarda cierta semejanza con la capilla de un castillo imperial medieval, con sus mosaicos y los más de sesenta capiteles y columnas neorrománicos.
En la construcción del conjunto se utilizó un material especial, la Piedra de Novelda.
Este monumento centenario, testigo de la historia, de la cultura y el entendimiento hispano- alemán, sufre un deterioro significativo en los relieves de la fachada, columnas y capiteles, así como en la casa parroquial, producidos por la contaminación ambiental.
El director del proyecto de restauración es Carlos Clemente, arquitecto conservador de la Universidad de Alcalá de Henares y premio “Europa Nostra” en tres ocasiones.
Él ha sido el encargado de resolver, como arquitecto, problemas de piedra similares en la fachada de la Universidad de Alcalá de Henares, en la Catedral de Palencia o en la Catedral de Burgos.

Madrid hacia arriba© 2010 | Manuel Romo

31 de enero de 2010

Monumento en recuerdo a las víctimas del 11-M


El monumento es fruto del convenio suscrito entre el Ministerio de Fomento, a través de Renfe, y el Ayuntamiento de Madrid.
Al concurso internacional convocado para realizar el monumento, se presentaron 283 propuestas y resultó elegida por unanimidad la del estudio de jóvenes arquitectos FAM. El monumento se compone de dos partes, un elemento vítreo hacia el exterior y una membrana interior con mensajes escritos por los ciudadanos en los días posteriores al atentado, ambos elementos están combinados con una sala bajo rasante.

Para su construcción exterior, se utilizaron piezas de vidrio tipo borosilicato de alta resistencia al calor y cambios de temperatura, además de combinar alta transmisión lumínica y resistencia mecánica. La cúpula de vidrio de 11,3 metros de altura, está compuesta por 15.100 piezas de vidrio de 8,45 kgs. cada una.

En el interior se empleó una membrana de Etil-tetrafluoretileno, que manteniendo la sala bajo rasante completamente presurizada, sujeta por un perfil de base, la levanta, tensa y estabiliza. La membrana transparente tiene una altura de 9,86 metros con un peso total de 48,96 kgs. y una superficie de 185 m2., y la sala bajo rasante una superficie de 497,5 metros cuadrados.
Se configura como un espacio para el encuentro y el recuerdo, presidido por la luz y la transparencia, que permite establecer un vínculo de solidaridad con las víctimas de los atentados del 11-M, y con todos los que han sufrido la violencia terrorista.

Madrid hacia arriba© 2010 | Manuel Romo

16 de enero de 2010

Museo Nacional de Antropología


El Museo Nacional de Antropología, es el primer museo de carácter antropológico que se crea en España. Su fundación se debió a la iniciativa personal del médico segoviano Don Pedro González de Velasco, que invirtió todos sus ahorros en la construcción del edificio. Nació en Valseca de Boones, en 1815. Logra el título de practicante y cinco años después el de cirujano. Bachiller por oposición en la Facultad de Medicina, ganó el titulo de Licenciado y recibió la Cátedra de Operaciones de la Facultad. Pronto la fortuna le sonrió y comenzó a ganar dinero en abundancia que dedicó a coleccionar piezas de antropología, etnografía y antigüedades. Tal llegó a ser su colección, que en 1873 se construyó un edificio ubicado en las proximidades del Observatorio y de la Facultad de Medicina de San Carlos, frente a la recién inaugurada estación del Ferrocarril de Atocha.
 El origen del museo deriva de un Gabinete Anatómico creado por el Dr. Velasco y el Dr. José Díaz Benito, con quien también publicó el magnífico “Atlas de partos”. (Existe una biografía del doctor Diaz-Benito escrita por Lola Esteban Lario titulada “Los Baños Árabes”
En su día las colecciones estaban formadas por objetos de los tres "reinos" de la naturaleza –mineral, vegetal y animal-, muestras de antropología física y teratología, antigüedades y objetos etnográficos, por lo que podía considerarse como un "gabinete de curiosidades". A la muerte del doctor, el edificio y su colección fueron cedidos al Estado.



El proyecto original de D. Francisco de Cubas y González-Montes (Madrid, 1826 - 1899), arquitecto y político del siglo XIX, conocido como el Marqués de Cubas, presentaba una fachada con un pórtico de columnas jónicas, que se remataba por un frontón recto. Desde el pórtico se accedía a dos amplias salas iluminadas por una cubierta a cuatro aguas de hierro y cristal. En su obra se manifiestan primero el arte clásico griego en el pórtico de ingreso, con la armonía de sus compactas masas, sólo interrumpidas por el necesario hueco de la puerta, poniendo el sello de gravedad, belleza y majestuoso aspecto que debe anunciar todo templo de la ciencia, y segundo el estilo moderno de las fachadas laterales. Dadas las limitadas dimensiones del terreno y su configuración, ha sacado todo el partido posible, porque todas las distribuciones del museo y sus dependencias han resultado regulares, y sólo dos gabinetes no tienen forma rectangular.
El marqués se formó en la Escuela de Arquitectura de Madrid y completó sus estudios en Italia y Grecia. A su regreso a España en 1858 obtuvo la primera medalla de la Exposición Nacional de ese año. Miembro de la Academia de San Fernando desde 1870, alcalde de Madrid en 1892, diputado en 1893, y senador por Ávila entre 1896 y 1898, se distinguió por el uso del ladrillo y por sus obras de estilo neogótico. Entre sus obras destacan el colegio de los jesuitas de Chamartín, el Castillo de Butrón en Gatica (Vizcaya), la Universidad de Deusto en Bilbao, el Museo Nacional de Antropología y su obra más recordada, la Catedral de la Almudena de Madrid, comenzada en 1883 y donde descansan sus restos junto a los de su esposa Matilde de Erice y Urquijo. El museo se inauguró en 1875 con la presencia del rey Alfonso XII. 
Dice la leyenda que la única hija del doctor Velasco, a la edad de 15 años enfermó de unas fiebres tifoideas (existía un certificado médico expedido por don Mariano Benavente, padre del conocido dramaturgo), muriendo al poco. Dado su prestigio obtiene un permiso para embalsamar a su hija y retener el cadáver en su domicilio. A las pocas semanas del fallecimiento, comienza a correrse por Madrid la noticia que el Dr. Velasco y su ayudante sientan a su mesa el cadáver, que le han vestido de novia y que le cambian de ropa varias veces. Algunos afirman que el Dr. Velasco saca a pasear a su hija en el coche de caballos y que la sienta enfrente de él, al lado de la ventanilla.
En 1.890 el Museo de Ciencias Naturales toma la decisión de utilizar el antiguo museo del Dr. Velasco como una ampliación del suyo, y en 1.895 traslada allí su secciones de Antropología, Etnología y Prehistoria.

Madrid hacia arriba© 2010 | Manuel Romo