Este curioso edificio se encuentra ubicado en la calle de Montserrat número 12, barrio de Universidad y, al día de hoy, destinado a discretas viviendas populares. En su fachada de revoco, además de símbolos sexuales como seis penes esgrafiados, dos por cada planta, y en medio de cada pareja fálica un símbolo que parece representar una vagina –aunque estas son algo más abstractas y podrían ser lo que la imaginación le dicte a cada uno-, hay también esgrafiado una especie de lazo o podría ser el símbolo matemático para representar lo infinito, con una fecha en su interior, IV-1912. Se ha especulado mucho sobre si podría ser simbología masónica, dibujos de inspiración freudiana o simplemente representaciones esotéricas.
Hablando con un amable vecino de edad más que provecta, inquilino desde su nacimiento en el edificio, éste aventura que en su día la casa pudo estar destinada a lupanar, ya que en la antigüedad, al igual que en muchas ciudades de Europa, se señalaba con símbolos semejantes a este tipo de comercios, como reclamo para los asiduos visitantes de los prostíbulos. Otra teoría es que, como en Roma, las representaciones de falos erectos y demás símbolos sexuales en las fachadas traía buena suerte a los inquilinos de estas casas, por aquello de la fertilidad. En el Centro Cultural del Conde Duque, donde se encuentra el Archivo de Villa, se conserva el expediente de esta edificación. Parece que en Madrid los modernistas no gozaban de muchas simpatías, se les tildaba de irracionales y aberrantes por salirse del conservadurismo de la época y por tanto de la arquitectura oficialista, y quizá por esta razón su arquitecto fue un tanto desconocido y del que apenas se pueden obtener datos personales, tan sólo su fecha de titulación (1897) y por supuesto su nombre, Arturo Pérez Merino.
El proyecto del edificio en cuestión se debió a un encargo de D. Luis Navarrete, un promotor de la época que hizo de apoderado para una desconocida y adinerada dama que se dedicaba a construir viviendas para alquiler. También se sabe que Pérez Merino proyectó otra media docena de edificios en Madrid, todos ellos de un modernismo ecléctico, y por ser casi todos los proyectos de escaso presupuesto, eran populares y baratos, ideales para viviendas que estuvieran al alcance de la clase media. Entre sus obras más llamativas y, que aún se conservan, está la casa de la calle de Hortaleza número 96, donde se pueden apreciar unas originales ménsulas con forma de serpiente y la casa de la calle de Don Pedro número 4, en la que sobre el dintel de un vano central de la primera planta, un dragón se enrosca alrededor de la firma del arquitecto.
Fuente: “Madrid modernista: guía de arquitectura”, Da Rocha y Ricardo Muñoz.