El primer cinematógrafo de Madrid fue instalado en 1896 por un concesionario de Lumière en los bajos del desaparecido Hotel de Rusia, en la Carrera de San Jerónimo. A comienzos del siglo XX las películas se proyectaban en salones, barracones itinerantes, teatros o salas de espectáculos. A medida que aumentó el metraje de las películas, se fueron construyendo barracones fijos en solares vacíos. Las estructuras de estos locales seguían siendo fundamentalmente de madera, pero poco a poco, se fueron añadiendo paredes de mampostería, decorados de escayola y adornos que atrajesen al público. El Salón Doré es uno de esos primeros locales cinematográficos de Madrid, que nació como un centro social, lo que entonces se llamaba "un salón", inaugurándose en 1912 en su actual emplazamiento de la calle de Santa Isabel, número 3, en el barrio de Antón Martín. Tenía capacidad para 1.250 espectadores y estaba compuesto de planta baja y dos pisos, jardín y salón de fumadores.
Pero es en 1923 cuando se construye el Cine Doré tal como hoy lo conocemos. El proyecto databa de 1922 y los planos estaban firmados por el arquitecto madrileño Críspulo Moro Cabeza (1878-1935), bajo el patrocinio del industrial Arturo Carballo Alemany. La licencia de construcción está fechada el 17 de octubre de 1922. El estilo modernista que se adoptó para el Doré era el habitual en los cinematógrafos de principios de siglo y era coherente con la arquitectura que se estaba realizando entonces en Madrid. En los años inmediatamente posteriores a su inauguración, el Cine Doré debió de ser bastante famoso y el negocio, próspero. Prueba de ello son las obras de ampliación que se llevaron a cabo en su interior en 1924 a petición del entonces arrendatario Aurelio Ruiz, que encargó al arquitecto Manuel López-Mora Villegas una nueva distribución de palcos en la última planta y en los laterales.
Las proyecciones se efectuaban con la interpretación de los temas musicales por una orquesta y unos coros. La existencia del Cine Doré llegó a verse afectada por el paulatino declive del barrio de Antón Martín. A partir de los años treinta, el Cine Doré se configuró como una sala de reestreno, con dos sesiones diarias. Hasta su cierre, en 1963, fue un cine de barriada, conocido popularmente como el "Palacio de las Pipas" hasta 1982, en que la Corporación Municipal adquiere el edificio por su interés arquitectónico, permaneciendo desde entonces abandonado a su suerte, en especial la fachada y los muros exteriores.
Tras su compra por el Ayuntamiento y la firma del acuerdo de cesión al Ministerio de Cultura, se decide destinarlo a local estable de proyecciones para la Filmoteca Española, y se inicia la restauración, con cargo a este departamento, por el arquitecto madrileño Francisco Javier Feduchi Benlliure (1929-2005), conservando los elementos arquitectónicos y decorativos del antiguo edificio y procediendo a la construcción de una segunda sala en su parte inferior. El hall central se restaura y habilita para que albergue una cafetería y una librería, respetando su característica estructura de patio rectangular con balconada e iluminado por un lucernario central. Las obras se prolongarán hasta 1989, quedando el cine inaugurado en febrero del mismo año. Existe la creencia de que el nombre es un homenaje al grabador e ilustrador francés Paul Gustave Doré (1832-1883). Otra idea es que su nombre real fuera Cine DO-RE, posiblemente en alusión a las dos primeras notas musicales y, de hecho en fotografías de la década de los 60 se puede ver que efectivamente perdura el nombre del cine con un guión entre las dos sílabas que, posiblemente se olvidaron de repintar en la última restauración.
Fuente: Filmoteca Española
Bonito post, Manuel. Es una auténtica relíquia de aquellas salas pioneras. La recuerdo con la fachada completamente desconchada en la época del abandono. La calle Santa Isabel está llena de contrastes y mantiene una peculiar mezcla de barrio popular con caserones y palacios señoriales.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias Antonio,
ResponderEliminarPoquísimas salas y muy modificadas han llegado hasta nuestros días. La máxima "renovarse o morir" ha hecho estragos en edificios públicos de la época modernista. Viví el tiempo suficiente en la calle Tres peces para contemplar el deterioro de este cine y pensé que no sobreviviría. Me alegra haberme equivocado.
Un abrazo.
Bonita recreación de aquel ambiente, Manuel, nos has llevado a aquellos primeros tiempos del cinematógrafo... ¡cuánto nos gustan estos "viajes" en el tiempo!
ResponderEliminarMe encanta recorrer la calle de Santa Isabel y alrededores, hay tantas cosas que ver que el paseo suele ser muy lento y largo, pero precioso. Gracias!
Hola Manuel. Estoy de acuerdo con lo comentado, una alegria que este cine se haya rehabilitado y perdure. Me gustaba ir a su cafeteria, ya hace mucho tiempo, tenia mucho "sabor".
ResponderEliminarUn abrazo.
Me alegra haberte transportado a otros tiempos, Mercedes.
ResponderEliminarSiempre ha sido un barrio muy bullicioso y comercial, con mercados, cines, cafetines, y comercios centenarios. El tiempo que viví allí, disfruté a tope de su casticismo, ahora un tanto desvirtuado al haberse convertido en un gueto.
Gracias a ti.
Un beso
Hola José,
ResponderEliminarHubo un tiempo en que su cafetería era el punto de reunión de los amantes del cine de arte y ensayo...y se podía fumar en ella.
Aún se siguen haciendo cineforums, pero ese "sabor" que dices, o yo he cambiado mucho o ya no es el mismo.
Un abrazo.
Yo también le recuerdo hecho una birria. Menos mal que la restauración se llevó a cabo y se pudo recuperar esa maravillosa construcción que deja una estampa que poco cambió desde sus comienzos. Cuantas pipas se habrán pelado en su interior??? Muy buena la comparativa Manuel.
ResponderEliminarDurante años temí por su integridad. Ha sido una suerte que en los tiempos que corren y los equipos técnicos que tenemos no haya sido pasto de piqueta. Ya no se pelan pipas pero, afortunadamente, se puede seguir pelando la pava...y ver buenas películas.
ResponderEliminarGracias, Bélok.
Un abrazo.
Hola Manuel:
ResponderEliminarPrecioso artículo. Me quedo con la teoría de las notas musicales para explicar el nombre del cine. No sé, me gusta más...
Felicidades. Un abrazo, Jesús
Muchas gracias Jesús,
ResponderEliminarYo también opto por el DO-RE, con guión y sin acento, es más lógico que un cine haga un guiño en su razón social a la música que acompañaba sus proyecciones, que al fantástico ilustrador, por muy modernista que sean ambos.
Un abrazo.