21 de febrero de 2012

Cine Doré


El primer cinematógrafo de Madrid fue instalado en 1896 por un concesionario de Lumière en los bajos del desaparecido Hotel de Rusia, en la Carrera de San Jerónimo. A comienzos del siglo XX las películas se proyectaban en salones, barracones itinerantes, teatros o salas de espectáculos. A medida que aumentó el metraje de las películas, se fueron construyendo barracones fijos en solares vacíos. Las estructuras de estos locales seguían siendo fundamentalmente de madera, pero poco a poco, se fueron añadiendo paredes de mampostería, decorados de escayola y adornos que atrajesen al público. El Salón Doré es uno de esos primeros locales cinematográficos de Madrid, que nació como un centro social, lo que entonces se llamaba "un salón", inaugurándose en 1912 en su actual emplazamiento de la calle de Santa Isabel, número 3, en el barrio de Antón Martín. Tenía capacidad para 1.250 espectadores y estaba compuesto de planta baja y dos pisos, jardín y salón de fumadores.

Pero es en 1923 cuando se construye el Cine Doré tal como hoy lo conocemos. El proyecto databa de 1922 y los planos estaban firmados por el arquitecto madrileño Críspulo Moro Cabeza (1878-1935), bajo el patrocinio del industrial Arturo Carballo Alemany. La licencia de construcción está fechada el 17 de octubre de 1922. El estilo modernista  que se adoptó para el Doré era el habitual en los cinematógrafos de principios de siglo y era coherente con la arquitectura que se estaba realizando entonces en Madrid. En los años inmediatamente posteriores a su inauguración, el Cine Doré debió de ser bastante famoso y el negocio, próspero. Prueba de ello son las obras de ampliación que se llevaron a cabo en su interior en 1924 a petición del entonces arrendatario Aurelio Ruiz, que encargó al arquitecto Manuel López-Mora Villegas una nueva distribución de palcos en la última planta y en los laterales.

Las proyecciones se efectuaban con la interpretación de los temas musicales por una orquesta y unos coros. La existencia del Cine Doré llegó a verse afectada por el paulatino declive del barrio de Antón Martín. A partir de los años treinta, el Cine Doré se configuró como una sala de reestreno, con dos sesiones diarias. Hasta su cierre, en 1963, fue un cine de barriada, conocido popularmente como el "Palacio de las Pipas" hasta 1982, en que la Corporación Municipal adquiere el edificio por su interés arquitectónico, permaneciendo desde entonces abandonado a su suerte, en especial la fachada y los muros exteriores. 

Tras su compra por el Ayuntamiento y la firma del acuerdo de cesión al Ministerio de Cultura, se decide destinarlo a local estable de proyecciones para la Filmoteca Española, y se inicia la restauración, con cargo a este departamento, por el arquitecto madrileño Francisco Javier Feduchi Benlliure (1929-2005), conservando los elementos arquitectónicos y decorativos del antiguo edificio y procediendo a la construcción de una segunda sala en su parte inferior. El hall central se restaura y habilita para que albergue una cafetería y una librería, respetando su característica estructura de patio rectangular con balconada e iluminado por un lucernario central. Las obras se prolongarán hasta 1989, quedando el cine inaugurado en febrero del mismo año. Existe la creencia de que el nombre es un homenaje al grabador e ilustrador francés Paul Gustave Doré (1832-1883). Otra idea es que su nombre real fuera Cine DO-RE, posiblemente en alusión a las dos primeras notas musicales y, de hecho en fotografí­as de la década de los 60 se puede ver que efectivamente perdura el nombre del cine con un guión entre las dos sílabas que, posiblemente se olvidaron de repintar en la última restauración. 

Fuente: Filmoteca Española
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14 de febrero de 2012

Museo de Historia de Madrid


El Museo de Historia de Madrid, situado en la calle de Fuencarral número 76, ocupa parte del edificio que en el siglo XVIII se destinaba a Real Hospicio del Ave María y Santo Rey Don Fernando. Este último parece tener sus orígenes en la Congregación de los Esclavos del Dulcísimo Nombre de María creada allá por 1612, cuando el sacerdote Simón de Rojas comenzó a acoger “pobres de oficio, vagos de profesión y desamparados verdaderos” en una casa prestada a la que llamó Hospicio general de pobres del Ave María.

El religioso muere en 1624 y en 1668 la misma congregación funda otro hospicio en unos locales de la calle de Santa Isabel. Se trasladan hacia 1673 a unas casas de la calle Alta de Fuencarral, edificadas sobre los solares de los Pozos de la Nieve, bajo el patrocinio de la entonces reina gobernadora Mariana de Austria, segunda esposa de Felipe IV.
Ya en el siglo siguiente, durante el reinado de Felipe V, se ordena levantar un nuevo edificio diseñado por el arquitecto madrileño Pedro de Ribera (1681-1742) y construido entre los años de 1720 y 1726. Abarcaba una superficie mucho mayor que la actual y el proyecto fue impulsado por el corregidor de Madrid, el soriano Marqués de Vadillo (1646-1729).

La importancia de la institución del Hospicio del Ave María quedó reflejada en el magnífico complejo organizado por Pedro de Ribera, en el que nuevamente conjugaba la sencillez de las líneas generales con la profusión ornamental de una portada retablo.
La decoración escultórica de la portada, esculpida por el asturiano Juan Alonso Villabrille y Ron (1663-1732), es el mejor prototipo del característico barroco madrileño del primer cuarto del siglo XVIII y resume en ella la simbología del edificio, coronándola con una imagen del santo titular, San Fernando. 

La presencia de óculos, florones, estípites, guirnaldas y cortinajes se articulan con un dinamismo y profusión que perturban un poco el espacio, pero no dejan de hacerlo con una gran armonía. Otra de las partes, afortunadamente, salvadas de la piqueta fue la capilla, que se cree que fue trazada por José de Arroyo antes de 1695 y para la que expresamente se encargó a Luca Giordano el lienzo, San Fernando ante la Virgen.
A principios del siglo XX, el edificio se encontraba en una situación tan ruinosa que se optó por su demolición, pero la Sociedad Central de Arquitectos junto con la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y apoyados por la opinión pública, consiguieron paralizar el proceso de derribo.

En 1919 los maltrechos restos fueron declarados Bien de Interés Cultural y adquiridos por el Ayuntamiento de Madrid y, habiendo cesado su función de Hospicio en 1922, se ordenó su demolición en 1923, eso sí, conservando de la fábrica original la fachada principal, la primera crujía y la capilla. En 1924 se encargó al arquitecto logroñés Luis Bellido (1869-1955) la restauración y rehabilitación del nuevo edificio para albergar el Museo y Bibliotecas Municipales. Bellido afrontó este trabajo respetando lo conservado y adaptando el resto a las nuevas actividades.

Ha sido posteriormente rehabilitado en varias ocasiones, especialmente después del traslado de la Biblioteca Municipal al Centro Cultural del Cuartel del Conde Duque, momento en que el arquitecto Joaquín Roldán recuperó el espacio destinado a capilla para sala de arte y de conferencias, pasándose a llamar entonces Museo Municipal. En 1995 fue restaurada la portada, bajo la dirección de los profesores de petrología José María García de Miguel y Lázaro Sánchez Castillo.
En 2002 se vuelve a rehabilitar la fachada en todo su perímetro y se acondiciona la accesibilidad, finalizando las obras en 2006. Al poco tiempo de su reapertura se vuelven a acometer obras para la adecuación a los modernos criterios museográficos, concluyéndose éstas, por fin, a finales del pasado año 2011. 


Fuentes: "Archivo Histórico Regional", "Urbanity", "Postales Antiguas de Madrid" de Ediciones La Librería, "Ayuntamiento de Madrid", "Viejo Madrid", "Sociedad Española de Librería", "Museo de Historia de Madrid".
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8 de febrero de 2012

Reflejos en Madrid

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Esta es la particular visión de M@driz hacia arriba, de un Madrid visto a través de sus reflejos. Una visión de la ciudad de manera distinta a como lo hacemos habitualmente. 

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Sí, ya sé que la idea es tan antigua como la fascinación por la vida al otro lado del espejo, pero ha sido irrefrenable el deseo de “reflejar las cosas reflejadas”, que nos hacen ver todas las imágenes de una forma un tanto mágicas y misteriosas. 

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Una serie de imágenes en las que Madrid aparece caleidoscópica, rota, fragmentada, deforme o vuelta del revés y también invertidas a propósito para enfatizar aún más esa realidad ya alterada por el propio reflejo. 

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Tras las superficies de los objetos existe otra ciudad, otro Madrid y estas superficies funcionan como un especie de tablero expositivo en el que se reflejan las arquitecturas de una manera precisa a la vez que distinta. 

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La nítida superficie de algunos objetos mezclada con la límpida luz de determinados días del otoño y del invierno, suelen ser perfectas para este tipo de divertimento óptico. 

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Los reflejos en multitud de soportes como el agua de charcos y estanques, en fachadas de edificios de acero y cristal, en parabrisas y carrocerías de vehículos, nos hacen descubrir un mundo de fantasía, una ciudad de una forma un tanto irreal, la mayoría de las veces deformada. 

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He aprovechado mis incansables paseos por Madrid para captar esos reflejos, esa distorsionada realidad pero siempre reflejada, con los edificios y los cielos de la bullente ciudad de Madrid como escenario de fondo. Espero que os guste. 


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30 de enero de 2012

Tribunal de Cuentas del Reino

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La sede del Tribunal de Cuentas está situada en la calle de Fuencarral, número 81, frente al antiguo Hospicio, hoy Museo de Historia. La manzana en la que se encuentra el edificio se abre en su fachada principal a la calle de Fuencarral, y la fachada y puerta posterior se asoman a la Corredera Baja de San Pablo, estando los laterales situados en las calles de la Palma y de San Vicente Ferrer. 

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Reinando Juan II (1406-1454), es cuando se otorgan las primeras ordenanzas para los Contadores Mayores de Cuentas, y es Don Álvaro de Luna, Condestable de Castilla, el que incita al Rey para que se promulguen normas ante las dificultades para la recaudación de tributos y la ordenación de las cuentas. Cuando la Corte se traslada a Madrid en 1561, los Consejos y Audiencias, se instalan en la primera planta del Real Alcázar, junto a la Casa del Tesoro y frente al Consejo de Indias. Cuando el Conde de Aranda pasa a ocupar la Presidencia del Consejo de Castilla en 1776, éste compra una posada propiedad de la viuda del Tesorero Real, VIII duque de Uceda, en la calle de Fuencarral para construir su palacio. 

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La Casa Palacio del Conde de Aranda, sita en la manzana 350 de Madrid, fue comprada por Fernando VII para convertirlo en Cuartel de Guardias Reales y alojar en él a las Guardias Walonas, que tras ser derribado por encontrarse en ruinas, en su solar, se encarga en 1860 la construcción de la sede del Tribunal de Cuentas a D. Francisco Jareño y Alarcón, arquitecto isabelino, académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, profesor y catedrático de Historia del Arte. Jareño en contra del clasicismo convencional tan frecuente en las construcciones institucionales de su tiempo y frente a los habituales frontones y columnas, opta por un edificio en el que resalten unos volúmenes limpios y una presencia compacta del muro con elementos decorativos de gran sobriedad, acentuándose aún más ese carácter en las fachadas laterales. 

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Jareño proyecta un edificio de planta cuadrangular, cerrado sobre un amplio patio interior, en torno al cual se distribuyen las distintas dependencias. Consta actualmente de cinco plantas en lugar de las cuatro de las que originalmente constaba en 1865, siendo el último piso un añadido de mediados del siglo XX. La fachada del edificio es de ladrillo rojo visto y granito, que unido al estilo neogriego del friso con hojas dóricas, añade en el frontal, en lugar del aderezo neoclásico en los dinteles de las ventanas, unas originales coronas, leones y castillos. 

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El término Contador Mayor de Cuentas se venía aplicando desde mediados del siglo XIV. Se llamó Tribunal de Cuentas del Reino desde 1851. Durante el periodo de 1871 a 1873 pasa a llamarse Tribunal de Cuentas de la Nación. Desde esa fecha se recupera el nombre de Tribunal de Cuentas del Reino hasta el año 1924 en que se denominó Tribunal Supremo de la Hacienda Pública e Intervención General. En 1930 se vuelve a llamar Tribunal de Cuentas del Reino y en el año 1931 Tribunal de Cuentas de la República. En 1940 se llama de nuevo Tribunal de Cuentas, aunque desde 1953 alterna este título con el de Tribunal de Cuentas del Reino, nombre que pasa a ostentar desde 1961. 

Fuente: www.tcu.es, “Archivo Histórico Nacional”.
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23 de enero de 2012

Círculo de la Unión Mercantil e Industrial


El edificio se encuentra ubicado en el número veinticuatro de la Gran Vía. En 1918 los arquitectos, y hermanos, Joaquín y Luis Sainz de los Terreros ganaron el concurso público que había convocado el Círculo de la Unión Mercantil e Industrial para la construcción de su nueva sede social en la reciente Gran Vía madrileña.
Su proyecto consistía en un edificio multifuncional, en línea con el tipo de composiciones arquitectónicas de la época y de la zona, donde pudieran desarrollarse espaciosamente y con total comodidad las variadas actividades de dicho Círculo, al mismo tiempo que se disponían algunas áreas del inmueble para lujosas viviendas de alquiler y para locales comerciales. 

Este edificio consta de ocho plantas, incluyendo los sótanos y fue construido entre los años de 1919 y 1924. Está organizado en torno a un patio central cuadrangular de grandes dimensiones y los elementos decorativos tanto del patio como de la fachada se inspiran en elementos artísticos del renacimiento y del plateresco español. De hecho, la crestería del piso superior, compuesta por una sucesión de arcos de medio punto, recuerdan el Palacio de Monterrey de Salamanca.
Las dependencias del Círculo se distribuyeron entre el sótano donde se encontraban la sala de esgrima y el gimnasio; la planta de entresuelo que alojaban las salas de tertulia, de lectura y el comedor; la planta principal con un gran salón, despachos y oficinas; y la terraza con varios comedores y merenderos estivales.

Los locales comerciales y las tiendas se dispusieron en la parte exterior del entresuelo y la planta baja, mientras que las viviendas de alquiler se situaron a partir de la segunda planta. Los inquilinos de estas viviendas contaban con una entrada exclusiva que se efectuaba por el número dos de la calle de Hortaleza, entrada muy diferente a la entrada monumental que se había proyectado para el acceso al Círculo por la Gran Vía.
Esta última está compuesta por un arco de medio punto de notables dimensiones que da paso a un gran hall encolumnado, de forma similar a las entradas que solían tener algunos palacios del siglo XVIII. Cabe destacar la rotonda del edificio rematada por una cúpula muy apuntada y cubierta de pizarra que prolonga visualmente la esquina de ambas calles. 

Fuentes: "Urbanity", "Postales Antiguas de Madrid" de Ediciones La Librería, ", "Ayuntamiento de Madrid", "Sociedad Española de Librería".
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