18 de octubre de 2011

El escudo de Madrid


El emblema de Madrid siempre ha dado lugar a controversias, más o menos fundadas, sobre sus variaciones sucesivas. Ya en el siglo XIII, durante el reinado de Fernando III el Santo (1199?-1252) figuraba el oso, probablemente por los muchos que abundaban en la región, según afirma el “Libro de Montería” del rey D. Alfonso XI, donde se dice que Madrid “era buen lugar de puerco y oso”.

Posteriormente se pintaron en la piel de éste las siete estrellas, que después pasaron a la orla del escudo y que los genealogistas afirman que es una alusión a la constelación llamada vulgarmente El Carro. Hay quien defiende la teoría, creo que descabellada, de que es porque la villa de Madrid se hallaba ubicada en la Carpetania, y que Carpentum quiere decir carro en latín.

Tampoco hay aclaración suficiente sobre la presencia del madroño al que se abalanza el oso en las modernas armas de Madrid, y sólo se consigna que el motivo de esta actitud del animal ante un árbol, hacía alusión a reñidos pleitos que hubo en el año de 1222, entre el Ayuntamiento y el Cabildo eclesiástico de la Villa, sobre unos derechos a ciertos montes y pastos en las cercanías del castillo, los cuales concluyeron con una concordia en la que se estableció que perteneciesen al Ayuntamiento de la Villa todos los pies de árboles y al Cabildo todos los pastos.

El litigio casi salomónico tuvo como final y para su memoria que se pintase para el Cabildo una osa paciendo en la hierba y que para el Ayuntamiento se la pusiese incorporada a las ramas de un madroño. También se ha pintado algunas veces un dragón alado como emblema de la villa, en alusión al que dicen que se halló esculpido en Puerta Cerrada, pero este mal llamado dragón no era sino una culebra, según el mismo dibujo que estampa el maestro López de Hoyos y su copia pintada, en el techo de una de las salas del Archivo del Ayuntamiento de Madrid.

Las armas, en fin, de la Villa de Madrid son hoy, de plata, el madroño de sinople terrasado de lo mismo, frutado de gules, acostado de un oso empinante de sable y superado por una corona cívica de sinople; bordura de azur, cargada de siete estrellas de plata y, al timbre, corona real”. Esta última concedida por el emperador don Carlos V, en las Cortes de Valladolid de 1544, a los procuradores de la Villa de Madrid, que pidieron este honor para su patria.


Fuentes: "Madrid Villa y Corte" de Pedro Montoliú Camps, "Ayuntamiento de Madrid", "Archivo Histórico Regional", "Sociedad Española de Librería", "Museo Municipal de Madrid".
M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

10 de octubre de 2011

Monasterio de la Encarnación


El Monasterio de la Encarnación fue fundado por Margarita de Austria, esposa de Felipe III, tras una promesa si se expulsaba de la península ibérica a los moriscos. Se puso la primera piedra del monasterio en 1611 justo donde se levantaría el altar mayor y se inauguró en 1616. Las monjas recoletas de la orden de San Agustín, llamadas Margaritas por su fundadora, llegan de Valladolid a ocupar el edificio ya consagrado por el arzobispo de Braga. 

Se atribuye el proyecto a Juan Gómez de la Mora o a fray Alberto de la Madre de Dios o a Francisco de Mora, tío de Juan. La fachada es de granito con tres arcos de medio punto, siendo el central de mayor tamaño. En la primera planta de la fachada un relieve en mármol de la Anunciación atribuido a Miguel Ángel Leoni y flanqueado por dos ventanas. En la planta superior un balcón central con un escudo a cada lado. El conjunto, bordeado por dos pilastras que acaban en un frontispicio triangular con una cruz en el vértice y dos bolas, también de granito, sobre pedestales en los extremos. 

La iglesia es de nave única con crucero y cúpula. Al ser la fachada retranqueada queda un atrio cerrado con una verja. En el siglo XVIII a causa de un incendio fue reformado por Ventura Rodríguez y a finales del siglo XIX se terminó la fachada del convento que da a la Calle de San Quintín. El edificio está unido subterráneamente por un pasadizo con el Palacio Real. El altar mayor de mármoles y bronces consta de 4 columnas corintias y una Anunciación de Carducho y las estatuas laterales de San Agustín y Santa Mónica, tallas de Gregorio Fernández. Los dos altares laterales del crucero están dedicados uno a San Felipe y otro a Santa Margarita en lienzos también de Carducho. 

A través del tiempo fue decorado con obras de Bartolomé Román, Bayeu, Gregorio Ferro y Ginés Aguirre. En 1965 fue abierto al público el museo del Convento y en él se pueden observar obras de Lucas Jordán, Vicente Carducho, Juan Carreño, José Ribera, Antonio Palomino, Pedro de Mena, Gregorio Fernández y Salcillo, entre otros, y no hay que olvidar el famoso recipiente con la sangre de San Pantaleón que se licúa cada 27 de julio,…“si no ha sido año de desgracias”. Malos tiempos corren para que se obre el fenómeno. 


Fuentes: "Madrid Villa y Corte" de Pedro Montoliú Camps, "Urbanity", "Postales Antiguas de Madrid" de Ediciones La Librería, "Ayuntamiento de Madrid", "Archivo Histórico Regional", "Viejo Madrid", "Sociedad Española de Librería", "Museo Municipal de Madrid".
M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

29 de septiembre de 2011

Fundación Diario Madrid


En el número 14 de la calle Larra se levanta un edificio modernista que fue proyectado en 1906 y ejecutado durante los años de 1907 y 1908, por el arquitecto madrileño Jesús Carrasco-Muñoz y Encina (1869-1957), arquitecto formado en las tendencias arquitectónicas neoclásicas e influenciado por las corrientes eclécticas francesas impulsadas por la filosofía de Victor Cousin.

A comienzos del siglo XX, los trabajos de Carrasco conectaban más con la filosofía del movimiento Beaux-Arts, caracterizado por construcciones monumentales ornamentadas con elementos clásicos, pero poco tiempo después, su eclecticismo evolucionaría hacia ideas más estructuralistas y el empleo de elementos rectilíneos, con el fin de crear composiciones más depuradas. De esta época datan sus proyectos para el edificio del Casino de Madrid (1903), del que quedó finalista; para el Palacio de Comunicaciones (1904), que finalmente realizaron Palacios, Otamendi y Chueca Sainz y el proyecto y construcción del Gran Hotel Reina Victoria (1919-1923), concebido como edificio comercial para los Almacenes Simeón, en la plaza de Santa Ana.

En el caso que nos ocupa, Carrasco ordenó un solar de planta trapezoidal mediante un sótano para máquinas y talleres, un patio inglés en la fachada principal, dos plantas con retranqueo sobre la alineación de la calle y un segundo patio interior cubierto. La fachada principal presenta características del modernismo catalán, rematada con un torreón lateral, un cuerpo central con un gran arco acristalado entre grandes pilastras que conforma la parte baja del edificio y la parte superior del edificio corrida por una balconada.
En el frontis del patio inglés hay que destacar la decoración con cerámicas de Daniel de Zuloaga. El edificio sufre una ampliación de los talleres en 1926, y una segunda ampliación que afecta al resto de servicios en 1932. En la década de los noventa el edificio fue restaurado y rehabilitado en profundidad.

En un principio se editó en sus talleres el semanario ilustrado Nuevo Mundo, seguido en 1908 del diario La Voz y ya en 1917 se comienza a editar El Sol, bajo la dirección de Nicolás María de Urgoiti, gran impulsor de las iniciativas periodísticas y editoriales. Desde el diario El Sol, José Ortega y Gasset, Asín Palacios, Unamuno, Valle Inclán, Menéndez Pidal, Corpus Barga y Gregorio Marañón, entre otros, dejaron en sus páginas el sentir del pensamiento español de la época. Terminada la guerra civil, aquí se instalaron el diario Arriba y el diario deportivo Marca, hasta bien entrados los años sesenta.

Actualmente es la sede de la Fundación Diario Madrid, polémico diario de la etapa franquista, en la que se continúan desarrollando actividades periodísticas. También imparte sus cursos docentes en este edificio la escuela de diseño, Istituto Europeo di Design, con la que colabora la Fundación.


M@driz hacia arriba©2006-2011 | Manuel Romo

21 de septiembre de 2011

Circo Teatro de Price


Thomas Price, acróbata y domador de caballos irlandés, procedente de una familia con gran tradición circense, no sólo en España, sino también en Escandinavia y el resto de Europa, se instala en Madrid en 1858 y decide levantar un simple barracón cercano a la plaza de toros de la Puerta de Alcalá para actuaciones de compañías acrobáticas. 
Ya corriendo el año de 1868 por fin consigue su sueño, llevar a cabo un proyecto largamente acariciado y asentarse en su propio circo estable. El Circo de Price, “la catedral del circo español”, obra del arquitecto Pedro Vidal

Una edificación casi en su mayor parte de madera se instala en el madrileño paseo de Recoletos, más concretamente, en el actual cruce de la calle de Bárbara de Braganza con el Paseo de Recoletos, en el entonces denominado Jardín de las Delicias, lugar de recreo y paseo para los madrileños. 
Posteriormente y debido a su popularidad el establecimiento se queda escaso de aforo con tanta afluencia y ante la imposibilidad de ampliación por las edificaciones colindantes, el señor Price decidió construir un nuevo circo situado en la Plaza del Rey, en un antiguo y amplio solar perteneciente al entonces desaparecido "Teatro del Circo". 

Price fallece prematuramente en Valencia, en 1878, debido a un accidente fortuito durante una gira, sin poder ver realizado su gran sueño, por lo que su administrador y yerno William Parish, tomó la dirección del nuevo proyecto. Dos años más tarde de la muerte de Price, el 5 de diciembre de 1880, se inauguró el nuevo edificio de la plaza del Rey, esta vez diseñado por el arquitecto Agustín Ortiz de Villajos, recibiendo el nombre de "Circo Teatro de Price", conservando así en su fachada el nombre en honor de su fundador. 

Apenas ha pasado un año de su inauguración cuando un incendio destruye por completo el edificio. Parish persevera y levanta otro de factura un poco más moderna con la ligera variación de que ahora se llama “Teatro Circo de Price”. A la muerte de Parish, en 1917 y en su homenaje, pasa a llamarse “Circo de Parish”. En 1940 tras un bombardeo, el edificio queda reducido a escombros sobreviviendo tan sólo su fachada. Tras la guerra civil se inicia su reconstrucción. Mientras dura este proceso sus actuaciones se continúan haciendo bajo una carpa improvisada instalada en la calle de Barceló. 
En los principios de este circo, cada noche triunfaba el inigualable trapecista de la época Jules Leotard, francés de nacimiento, que por su peculiar y novedosa indumentaria para aparecer en escena, consistente en unas ajustadas y provocadoras mallas, se las dio en llamar, por el nombre de su revolucionario portador, “leotardos”. 

El espectacular número del descocado Leotard consistía en peripecias en el trapecio, en las que no utilizaba red de seguridad, y juegos y trucos con cuerdas y aros. Leotard, para rematar su número, solía acabar su despliegue de saltos y piruetas en lo alto del mástil central. A lo largo de su siglo de historia también desfilaron por sus pistas grandes figuras como los Briatore, Pompoff y Thedy, los hermanos Moreno, trapecistas como Miss Mara y Pinito del Oro, y el payaso catalán Joseph Andréu i Lasserre “Charlie Rivel”, y tras la última reconstrucción de posguerra cabe destacar a Estrellita Castro, Mary Santpere, Antonio Molina, Rafael Farina, el Dúo Dinámico, Juanito Valderrama, Luis Sánchez Polack “Tip”, el entonces “Mike” Ríos, etc. 

Tras la última función, del 12 de abril de 1970, el edificio sería derribado para levantar en su lugar una horrenda construcción que albergaría una entidad bancaria, posteriormente ocupada por la sede del Ministerio de Cultura. 


Fuentes: "Postales Antiguas de Madrid" de Ediciones La Librería, "Ayuntamiento de Madrid", "Archivo Histórico Regional", "Urbanity", "Viejo Madrid", "Sociedad Española de Librería", "Museo Municipal de Madrid".

M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

8 de septiembre de 2011

Escuelas Aguirre


C/ Alcalá, 62
Se trata de una institución docente fundada por D. Lucas Aguirre y Juárez. La primera piedra se coloca en 1881, si bien el proyecto definitivo es de 1884. Esta obra realizada en la época más fecunda de la corta trayectoria profesional del arquitecto Emilio Rodríguez Ayuso, (1845-1891), constituye una de las construcciones más representativas del neomudéjar madrileño, junto con otras de sus obras, como la desaparecida Plaza de Toros de Goya y el Instituto Homeopático y Hospital de San José.

Edificio de planta baja rectangular, que albergaba las aulas, y que disminuye su superficie en el piso principal para formar una U dejando un patio abierto a la fachada posterior. En esta planta principal se situaban la biblioteca, la sala de juntas y las viviendas para el profesorado. Esta edificación presenta fachadas de ladrillo como material principal, y una exquisita decoración a base de lazos, rombos y dientes de sierra.
Tras la fachada principal, en 2ª crujía y centrado sobre el eje, se coloca el núcleo de escaleras. Sobre este cuerpo central se alza una torre cuadrada del mismo estilo neomudéjar, de 37 metros de altura, compuesta por tres cuerpos también de ladrillo y coronada por un ático de estructura metálica y acristalado. A lo largo de su historia se somete a diversas reformas, como la ampliación del sótano para cocinas y comedores en 1931, obras dirigidas por Flórez y Giner de los Ríos.

Entre 1998 y 1999 una nueva reforma, para Escuela Municipal de Formación, altera la concepción del edificio. Se construyen dos entreplantas para aulas en el interior de cada patio cubierto, se reordenan accesos, se eliminan barreras arquitectónicas y se construyen dos nuevas escaleras. En 1929 funciona como Escuela Graduada, con un total de 16 grados para niñas, niños y párvulos. Hacia 1971 cierra como centro escolar para acoger dependencias municipales del Ayuntamiento de Madrid. En 2009 el Ayuntamiento cede el edificio para albergar la Casa Árabe de Madrid.

M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo