2 de noviembre de 2009

Sacramental de San Isidro


En la margen derecha del río Manzanares, entre los puentes de Segovia y Toledo, en lo alto de un pequeño cerro, para custodiar el manantial cavado a comienzos del siglo XII en los campos de su señor Iván de Vargas, por un labrador mozárabe de Madrid, llamado Isidro (¿- 1170), levantó en 1528 la emperatriz Isabel, esposa de Carlos I, un sencillo oratorio a manera de una casa pequeña que pronto fue foco de peregrinaciones de cristianos, no exentas de peligros.
     
Se cuenta que la reina Isabel la Católica, a finales del siglo XV, acudió al lugar para comprobar en su persona las dotes milagroso-curativas de las aguas de la fuente de Isidro Labrador (pues no le canonizaron hasta 1622) y fue acometida por un oso al que la leyenda dice que ella misma dio muerte. La sencilla ermita que conocemos hoy, fue edificada en 1725 sobre las ruinas de la construcción primitiva y presenta una única nave con cúpula y linterna.

Ya durante el reinado de Carlos III se intentó que por razones de higiene y salubridad, puesto que anteriormente los enterramientos eran realizados en las iglesias de la ciudad, se empezaran a construir cementerios fuera del casco urbano. Pero no fue hasta el reinado de José Bonaparte cuando se construyeron los dos primeros camposantos; el Cementerio General del Norte en 1809 y el del Sur en 1810. Varias Archicofradías y Sacramentales de la ciudad empezaron a construir paulatinamente sus propios cementerios para enterrar en ellos a sus afiliados. El primero de estos camposantos fue el de la Sacramental de San Isidro, San Pedro y San Andrés, construido en 1811 sobre el llamado cerro de las Ánimas.
     
Siete patios conforman esta sacramental de San Isidro, los tres más antiguos, quizás son los más interesantes por su forma rectangular, de forma claustral, en la que se encuentran los nichos. En un principio (1811), sólo estaba constituido por un solo patio, el de San Pedro, diseñado por el arquitecto Rafael Isidoro de Hervías y en él se pueden encontrar las sepulturas de Isabel Tintero, (la que encontró el lienzo de la Virgen de la Paloma), la de Rafael Oseñalde, (cura párroco de San Andrés), la de Antonio Fraseri (médico de cámara de Fernando VII), la de Bernardo Conde (director de la Fábrica de Cerámica del Buen Retiro), la de Campomanes, y la de la familia Madrazo.

 En la última etapa del reinado de Fernando VII (1829), se construyó el segundo patio, el de San Andrés, obra del arquitecto José Llorente. Descansan en este patio, entre otros, el general Diego de León y el conde de Toreno. En 1.848 se edificó el tercero y más amplio. El patio de San Isidro, obra de José Alejandro Álvarez y en él descansan personajes como Leandro Fernández de Moratín, Ramón de Mesonero Romanos, Antonio Maura, José Canalejas, Consuelo Bello (la Fornarina) y Manuel Montes de Oca.

      En el año 1.855 comenzaron las obras de ampliación de este cementerio, construyéndose el patio de la Inmaculada Concepción, de estructura neorromana de columnatas, torreones y una galería circular de nichos y que encierra un espléndido conjunto de panteones con casi todos los estilos del siglo XIX. A este patio le sucede el de Santa María de la Cabeza, que se extiende a la derecha del primitivo de San Andrés y por último, el del Santísimo Sacramento y el de San Juan, quedando aparte y en un nivel más profundo los tres patios del primitivo camposanto de San Pedro y San Andrés.
       
 Durante el siglo XIX se convirtió en el cementerio de calidad de Madrid, siendo el preferido por la aristocracia, los políticos, la alta burguesía y muchos artistas decimonónicos, lo que nos ha legado un conjunto de panteones de gran factura arquitectónica y artística dentro de los monumentos funerarios. Los arquitectos empleaban para este fin todos los recursos disponibles, adornando y enriqueciendo sus trabajos con elementos escultóricos y la presencia de diversos oficios artísticos como la cantería, la forja, las vidrieras y los esmaltes.
Estando considerado uno de los cementerios más interesantes de Europa, está catalogado como Bien de Interés Cultural en la categoría de Conjunto Histórico.


Fotos: Manuel Romo  
Fuentes: Congregación San Isidro, Madripedia, Archimadrid.

Madrid hacia arriba© 2009 | Manuel Romo

11 de octubre de 2009

Real Observatorio Astronómico de Madrid


Real Observatorio c./ Alfonso XII, 5 y 7
La idea de establecer un observatorio astronómico en Madrid se debe a la iniciativa del científico y marino alicantino Jorge Juan, quien en 1785 expuso a Carlos III un proyecto para establecer un centro dedicado al estudio de la geografía astronómica. Para tal efecto, el monarca encargó al arquitecto Juan de Villanueva la construcción de un edificio sobre el llamado cerrillo de San Blas, el la parte baja del Retiro.
Las obras empezaron en 1790 con la colocación de la primera piedra por el rey Carlos IV y se prolongaron hasta 1847, porque durante la invasión francesa, cuando el edificio estaba casi terminado, quedó totalmente destruido, incluido el telescopio reflector de 60 cm de diámetro y 25 pies de longitud, que se encargó construir al astrónomo alemán, descubridor de Urano, W. Herschel.


Dada la carencia de una tradición astronómica en España, los primeros astrónomos del observatorio inician su aprendizaje en diversos países europeos. Pero la guerra contra Francia, supone la dispersión del personal y la destrucción de equipos, biblioteca y edificaciones. Al acabar la guerra, el observatorio tuvo que ser restaurado por completo, interviniendo entre otros el arquitecto Narciso Pascual y Colomer.



Las actividades en el observatorio se reanudan en 1845 y en 1854 tras la reorganización del establecimiento, se instala el círculo meridiano de Repsold y en 1858 bajo una sola dirección de las secciones de Astronomía y Meteorología, el anteojo ecuatorial Mertz, construyéndose, además, un nuevo edificio que alojaría en su torre la gran ecuatorial, iniciándose una etapa de trabajos astronómicos, geodésicos y meteorológicos.
Tras una primera fase en la que el observatorio dependió directamente de la Corona a través de un Comisario Regio y posteriormente del Rector de la Universidad Central, en 1904 el observatorio fue agregado al entonces Instituto Geográfico y Estadístico, actualmente Instituto Geográfico Nacional.



En sus comienzos, las actividades desarrolladas en el observatorio cubrían todos los campos de la Astronomía y ciencias afines: desde la física solar y estelar, a la mecánica celeste, el desarrollo de instrumentación, conservación oficial de la Hora y las aplicaciones en Geodesia, incluso estuvo encargado de realizar trabajos de Meteorología, prolongándose la actividad en este campo hasta los primeros años del siglo XX. A partir de este siglo, es cuando el observatorio concentra sus esfuerzos en la investigación astronómica y en el desarrollo de instrumentación asociada.


Tras la reducción de personal y medios a consecuencia de la guerra Civil Española, el observatorio conoce una nueva etapa de modernización y expansión (1970), creándose el Centro Astronómico de Yebes, en Guadalajara, y la Estación de Observación de Calar Alto, en Almería, e instalándose en esta última, un telescopio óptico de 1,52 m de diámetro. Con ello se potencian las líneas más tradicionales de la astronomía óptica que venían llevándose a cabo (Astrometría, Heliofísica y Física estelar). También se inicia una nueva línea de investigación y desarrollo instrumental, que se ha reforzado en las últimas décadas con la participación del observatorio en el Instituto hispano-franco-alemán de Radioastronomía Milimétrica.



El proyecto de Villanueva, típicamente dieciochesco, ha dado como resultado uno de los edificios más bellos de Madrid. El cuerpo central del edificio principal, está formado por un paralelogramo rectangular, cuyas líneas mayores corren de sur a norte en una extensión de 28,5 metros. Destacan por su belleza el elegante pórtico de la parte sur y el templete circular que se eleva en el centro, compuesto por 16 columnas de granito.


El edificio Villanueva alberga la mayor parte de la biblioteca del observatorio, con numerosos libros antiguos, una colección de instrumentos entre los que destacan un círculo meridiano, una colección de relojes de precisión, un espejo de Herschel en bronce pulido y un péndulo de Foucault en la rotonda central del edificio que ilustra la rotación diaria de la Tierra.

El edificio coronado por el gran telescopio ecuatorial de Grubb (1912), que albergaba las antiguas viviendas de los astrónomos y otro edificio conocido como el del Sol, por estar coronado por dos cúpulas que contenían dos telescopios de Grubb destinados principalmente a la observación solar, están actualmente en proceso de remodelación para ser utilizados por los investigadores y para diversos servicios.

Fotos: Manuel Romo
Fuentes: ROAM, Fomento, IGN.
Agradecimientos: a D. Javier Alcolea

Madrid hacia arriba© 2009 | Manuel Romo

29 de junio de 2009

Instituto Homeopático y Hospital de San José


En la calle de Eloy Gonzalo 3 y 5, (antiguamente Paseo de la Habana), se abre un jardín espacioso al fondo del cual se levanta un pabellón de fachada acristalada. Este edificio es el Instituto Homeopático y Hospital de San José, testimonio de la generosidad social de la Asociación Hahnemanniana Matritense, formada por médicos homeópatas que se propusieron reformar la medicina tradicional y paliar la injusticia asistencial en la segunda mitad del siglo XIX, siguiendo las teorías médicas de Hahnemann.

Con estas intenciones se puso en marcha la construcción del Hospital Homeopático hace poco más de 135 años, gracias a la suscripción popular y a la generosa aportación (750.000 pesetas) del marqués de Núñez, médico de Isabel II.



Núñez Pernía, García López y Pellicer Frutos


El hospital, también conocido en sus primeros tiempos como “Hospitalillo de La Habana” (1.130.000 consultas anuales), es un edificio con planta en forma de U, en torno a un patio ajardinado central, abierto a la calle con verjas y árboles frutales en un huerto de las Hijas de la Caridad.

1929 y 1933


Es una pequeña y armoniosa construcción erigida con granito, ladrillo y madera, de dos plantas, con sendos pabellones laterales, que demuestra la influencia de las ideas racionalistas neogóticas de Viollet-le-Duc en nuestro país en el tercio final del siglo XIX. En su fachada principal se desarrolla una galería de corredor acristalada y realizada en madera que abarca los dos pisos del edificio, mientras que en las fachadas de las alas laterales se abren ventanas de gran sencillez.
Un cuerpo principal paralelo a la calle en el que se ubican la capilla, el aula, la farmacia y otras dependencias, y dos pabellones laterales en los que se instalaban las salas de enfermos hospitalizados. Las galerías acristaladas del cuerpo central eran lugar de paseo y estancia de los convalecientes.


El autor del edificio fue el arquitecto José Segundo de Lema, que afrontó con éxito, mediante una cámara perimetral de ladrillo, el reto de recalzar cuatro metros los cimientos del futuro instituto, así desnivelados entre sus fachadas anterior y posterior. Se construyó entre 1873 y 1878 en una superficie de 3.835 metros cuadrados. La reforma interior se debe a Bernardo Giner de los Ríos García hacia 1926 y la restauración actual a Ignacio de las Casas Gómez y Emilia Checa Morán.

Dentro del mismo solar, en la esquina con la calle del Cardenal Cisneros, se levanta el palacete del Marqués de los Salados, de la familia del fundador del hospital y diseñado por el arquitecto Emilio Rodríguez Ayuso.
El palacete sigue el estilo neomudéjar que utiliza el ladrillo para muros de carga y también como elemento decorativo formando dibujos geométricos en los muros. En las salas del Hospital, cerradas desde el año 1980, se guarda un interesante patrimonio bibliográfico y documental del siglo XIX, con más de 700 volúmenes únicos en el mundo y varias tesis doctorales. Resulta milagroso que los edificios hayan sobrevivido a la fiebre especuladora de los años 60.
Es Bien de Interés Cultural con la categoría de Monumento, desde 1997.

Fuentes y fotos blanco y negro: Sociedad Hahnemanniana Matritense y http://www.homeoint.org/


M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

7 de junio de 2009

Madrid desaparece II




Hoy me he dado una vuelta, con cámara en ristre, por el barrio del Dos de Mayo, Malasaña, Universidad, Maravillas, o sea mi barrio, al que unas mentes lúcidas y sobre todo muy espabiladas, con la excusa de regenerarlo, modernizarlo, comercializarlo, relanzarlo y no sé cuantos ...arlos más, se les ha ocurrido la sublime idea de inventarse el triBall, especie, espero que a extinguir, de asociación de comerciantes super modernos, super revolucionarios y super super, y encima con el lema de “un nuevo barrio ha nacido en Madrid”, ¿un nuevo qué...?
“Mola mazo o sea te lo juro porfa...”, he cambiado de barrio super cutre, anticuado, sin historia, a uno “nuevo” mucho más luminoso, más limpio, más tranquilo y más chic, ¡¡JA!!. Y lo mejor de todo, sin moverme de mi propio barrio, aquel donde vivieron mis abuelos, mis padres y ahora el que esto escribe.



Donde nací, jugué, crecí y aún vivo en un edificio de “sólo” unos trescientos años de historia.
A lo que iba, paseando por la, en vías de peatonalización, calle de Fuencarral me he sentido turista, guiri, foráneo. Para nada me he sentido en mi barrio, en “Madriz”, en una de sus zonas históricas. He paseado mirando hacia arriba, me he fijado en los reclamos de neón y razón social que coronan las entradas a los comercios y ¿qué me encuentro?, precisamente que no me encuentro, que no me ubico, que no me oriento. Podría estar en cualquier ciudad anglosajona excepto en el Madrid de los manolos/as y como muestra "joyitas" modernísimas en sus reclamos publicitarios, cartelería de actuaciones, masajes y marcas.



Por motivos de trabajo viajo más de lo que quisiera por allende nuestras fronteras y no me encuentro con carteles de “Casa Juanito”, “Modas Loli”, “Ultramarinos Álvarez” o “Comidas El Maragato”. ¿Tanto nos avergüenzan nuestros apellidos que en vez de García ponemos G. y en lugar de Fernández abreviamos en F.? ¿En realidad nos mola más “Call Center” que “Locutorio”, cuando sus propietarios son de Ecuador, o “Food & Breakfast” cuando el restaurador es de Fuenlabrada?



En fin, como dijo el poeta:
"La moda, desde el punto de vista artístico, es una forma de fealdad tan intolerable que nos vemos obligados a cambiarla cada seis meses."
¡¡¡Apoyo la moción, querido poeta!!!, ...ahora mismo me voy a Fuencarral Street a un store de Japanese Closet y al Two of May Square con los friends a trasegarme una beer very cool.



12 de abril de 2009

Campo del Moro


Fue Felipe II el primer monarca que encargó un proyecto para salvar el desnivel existente entre el Alcázar de Madrid y la Casa de Campo, zona conocida como el Campo del Moro. Durante el siglo XVIII, lo intentaron Juan Bautista Sacchetti, Esteban Boutelou, Ventura Rodríguez y Francisco Sabatini. Sin embargo, las dificultades del terreno, el elevado coste de las obras y la escasez de agua impidieron su materialización.


Hacia 1810, por encargo de José Bonaparte, Juan de Villanueva emprendió unas obras de las que hoy se conserva una gruta, ornamentada con rocalla. Habrá que esperar al reinado de Isabel II (1833-1868) para que se inicie el ajardinamiento. La traída de las aguas del Lozoya a través del Canal de Isabel II resultó fundamental. En 1844, por iniciativa de Agustín Argüelles y de Martín de los Heros, el proyecto es encargado al arquitecto Narciso Pascual y Colomer. Para salvar los considerables desniveles se utilizaron como materiales de relleno los escombros extraídos durante la remodelación de la Puerta del Sol.


Con la revolución de 1868 y el fin de la monarquía isabelina el jardín volvió a caer en el abandono. Habría que esperar a 1890, durante la regencia de María Cristina de Habsburgo, para ver su impulso definitivo, gracias al jardinero catalán Ramón Oliva, con la plantación de más de 9.000 árboles, 8.800 arbustos, 12.000 rosales y 400 palmeras, entre otras especies. En 1898 se incluyeron varias casas góticas de madera de estilo suizo o tirolés, obra del arquitecto Repullés.


Los jardines están emplazados entre la fachada occidental del Palacio Real y el paseo de la Virgen del Puerto (antiguo Camino de Castilla). En el eje principal del jardín, sobresalen las fuentes de los Tritones y de las Conchas. La primera traída de Aranjuez, donde estaba desde 1657 por mandato de Felipe IV. La segunda del palacio de Boadilla del Monte y cedida por Fernando VII a su esposa María Cristina de Borbón, tras recibirla de los duques de San Fernando.


En 1931, fueron declarados de interés histórico-artístico. Durante la Guerra Civil Española sufrieron cuantiosos daños, restaurados en la década de los 40.