Mostrando entradas con la etiqueta Plazas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Plazas. Mostrar todas las entradas

21 de enero de 2016

Don Quijote y Sancho Panza



Torre de Madrid (Don Quijote): Fue el edificio más alto de Europa hasta 1967, y de Madrid hasta 1988, con sus 142 metros de altura, apartamentos de lujo, vistosas oficinas, luminosos publicitarios en su fachada, tiendas, un cine y 12 ascensores de los más rápidos de la época.

Edificio España (Sancho Panza): Inaugurado en 1953 tras 5 años de construcción. Primer rascacielos de España con sus 25 plantas y algo mas de 100 metros de altura, hasta 1960 cuando la Torre de Madrid lo superó. Ancho, simétrico, bicolor, exclusivo centro comercial con 29 ascensores, apartamentos, oficinas y una piscina elitista en una de sus terrazas, desde donde se dominaba todo Madrid.

A pesar de cierta polémica con el Ayuntamiento, parecen soplar otros vientos para el edificio, pues hay empresarios interesados en hacer revivir todos esos espacios ahora solitarios y aparentemente abandonados.
¿Volverá algún día a resurgir el bullicio de antaño en estas dos majestuosas moles?

M@driz hacia arriba©2006-2016 | Manuel Romo

13 de marzo de 2012

Arco del Dos de Mayo


Este arco tan sencillo vale por todos los arcos de triunfo, aunque estuvieran labrados en mármoles y adornados por toda la opulencia de la riqueza y el arte.
Es la puerta de entrada al antiguo palacio de Monteleón, extensa mansión de los marqueses del Valle y duques de Monteleón y de Terranova, descendientes de Hernán Cortés, que se extendía desde la trasera del convento de las Maravillas hasta la ronda de Fuencarral, hoy calle de Carranza.

En este suntuoso y dilatado palacio vivió la duquesa de Terranova, que fue camarera mayor de la reina María Luisa de Orleáns, y más tarde sirvió de morada regia pues habitaron en él la reina, ya viuda de Felipe V, Isabel de Farnesio y los infantes don Luis y doña María Antonia.
Una vez que dejó de utilizarse como residencia de linajudos habitantes pasó a ser parque de Artillería, destino en el que habría de ser inmortalizado su nombre por la memorable defensa que de él hicieron el 2 de mayo de 1808 unidos el pueblo y los soldados, contra las fuerzas napoleónicas.

De todo el imponente edificio sólo ha llegado hasta nuestros días lo que fue su puerta principal, ante la que se desarrollaron las conocidas escenas de heroísmo, donde cayó muerto el capitán cántabro D. Pedro Velarde y Santillán (1779-1808) y donde fue herido mortalmente el capitán sevillano D. Luis Daoíz y Torres (1767-1808). Desde el año de 1868 es la villa de Madrid la propietaria del arco de Monteleón o del Dos de Mayo, que lo cercó con una verja y lo destacó en el centro de la plaza. 


Fuentes: "Postales Antiguas de Madrid" de Ediciones La Librería, "La Ilustración Española y Americana", "Viejo Madrid", "Sociedad Española de Librería”.
M@driz hacia arriba©2012 | Manuel Romo

8 de diciembre de 2011

Plaza y mercado de la Cebada


El campo o plazuela de la Cebada se formó a principios del siglo XVI, siglo en que estos terrenos eran conocidos como la dehesa de la Encomienda por pertenecer a la Encomienda de Moratalaz de la orden de Calatrava. Existen varias teorías, pero la más plausible es que la plaza de la Cebada debe su nombre al lugar donde se separaba la cebada que traían los labriegos de las cercanías de Madrid y que estaba destinada a los caballos del rey y a los de los regimientos de caballería.

Según el historiador Capmani, en esta plaza se encontraba el Almud de piedra donde los labriegos solían depositar las limosnas para Nuestra Señora de la Almudena. A finales del siglo XVIII y principios del XIX era uno de los principales lugares de la Villa donde nuestra “Santa Inquisición” realizaba sus afamados  ajusticiamientos, en la horca o garrote vil, de los reos de muerte que estaban recluidos en la Cárcel de Corte. En 1824 fue ahorcado el general Riego y en 1837 Luis Candelas al garrote.

La víspera de la ejecución se colocaba un patíbulo en el centro y las campanas de la cercana iglesia de San Millán, demolida en 1869, anunciaban el gran acto al pueblo de Madrid. El uso de la plazuela alternaba este tipo de “espectáculos” con el de un mercadillo callejero que hasta 1868 era tan sólo un simple mercadillo de cajones tapados con trapos y lienzos donde se vendían grano, tocino, legumbres, frutas y verduras que los productores de las afueras de la cerca traían entrando por la Puerta de Toledo.

El llamado Mercado de la Cebada fue en su día el mayor mercado cubierto de Europa y el primer mercado de abastos madrileño que se construyó en hierro colado y cristal, además de ser la primera construcción de grandes dimensiones, 6.323 metros cuadrados de superficie, que se levantó en Madrid. El proyecto, de clara línea francesa, corrió a cargo del arquitecto Mariano Calvo y Pereira, y estaba inspirado en el recién construido de Les Halles, en París. El mercado, explotado por una compañía extranjera, tenía planta de octógono irregular y sólo constaba de dos plantas, ambas divididas en pabellones, base o zócalo de ladrillo, cubierta de zinc y cristal sostenida por un perímetro de arquerías de medio punto, finas columnas de fundición y una rotonda central con una altura mayor que el resto del edificio.

Se adjudicó su construcción a Mariano de la Ripa y los materiales a la fundición parisina Camne y Cía. La primera piedra fue puesta a principios de 1870 y cinco años más tarde se terminó su construcción, presidiendo la inauguración el rey Alfonso XII y el entonces alcalde de Madrid, Francisco de Borja, conde de Toreno, que asistieron a un banquete bajo la nueva estructura. El mercado tomó su carácter municipal desde que lo compró el Ayuntamiento en 1879 en veintiséis millones de reales.

Diversos problemas higiénicos y sanitarios para la conservación de los alimentos -sin la existencia de neveras para conservar los productos, los comerciantes sacaban por las noches las carnes sobrantes del día a lugares frescos de las calles, para evitar que se pudrieran-, e indudablemente intereses especulativos, una torpe política de derribos y una mirada corta, hicieron que las autoridades ni se replantearan una posible reforma ante las soluciones propuestas por los propios comerciantes y decidieron que el mercado fuera totalmente demolido en el año 1956 aunque se encontraba en perfecto estado arquitectónico. El por entonces Concejal de Urbanismo, Joaquín Campos Pareja, se justificó diciendo que tenía problemas de seguridad estructural el edificio.

A pesar de los pesares, la preciosa estructura del mercado de estilo modernista fue sustituida por otra de bastante escaso interés, más vulgar pero más funcional, en esta ocasión obra del arquitecto zamorano Martínez Cubells. El nuevo proyecto constaba de dos plantas bajo rasante, una para los aparcamientos y otra para el almacenaje de los alimentos; y planta baja y primera para uso comercial, además de fábrica de hielo, túnel de congelación y cámaras frigoríficas. Prácticamente el único detalle digno de significar, es haber sido concebida su cubierta con seis enormes bóvedas de hormigón prensado, que es como ha llegado hasta nuestros días.

Fuentes: "Fundación COAM", "Urban Idade", "Urbanity".
M@driz hacia arriba©2011 | Manuel Romo

22 de noviembre de 2011

Puerta Cerrada


En la confluencia de las calles de Segovia, Nuncio, Cava Baja, Grafal, Tintoreros, Latoneros, Cuchilleros, Gómez Mora, Pasa y San Justo se encuentra la Plaza de Puerta Cerrada donde se contempla tan sólo una tosca cruz, único vestigio de un viaje de agua. En dicha plaza una puerta existió en su día y que tuvo que ser cerrada a causa de los malhechores que al llegar la noche allí buscaban refugio.

Tirso de Molina la recordó de esta manera:
“Como está Madrid sin cerca, a todo gusto da entrada;
nombre hay de Puerta Cerrada, mas pásala quien se acerca.”

Y don Miguel de Unamuno hablaba así de ella:
“La Cruz de Puerta Cerrada, que abre sus anchos y blancos brazos de piedra; una cruz pura , sola, sin Cristo. ¡Líbrenos Dios de bárbaros, sin tierra ni pueblo, a quienes se les ocurra derribarla"

También existió aquí un palacio en el que vivía una tal Doña Laura, viuda de un indiano, amante de turno de Felipe IV. Cuenta la leyenda que unos chivatos anónimos comunicaron a Don Ramiro de Vozmediano, teniente corregidor de casa y corte y también figura siniestra de la Inquisición, que en días alternos una carroza se detenía delante de la mansión de Doña Laura y de la que bajaba un personaje embozado y penetraba en el palacio.

Puesto sobre aviso, el Corregidor montó la oportuna y discreta vigilancia, hasta que una noche los vigilantes le dieron la noticia esperada:
- ¡Ya ha caído en la ratonera!
Falta tiempo para que el tal Vozmediano con escolta y escribanos se persone en el lugar e inste a la dama:
- Sé que escondéis a una persona en vuestros íntimos aposentos. En nombre de su Majestad, entregádmela.
- Entrad y registrad. Tenéis ante vos a la más fiel servidora de Felipe IV. 
Durante el registro el Corregidor observa cierto movimiento en un tapiz que cubría un balcón.
- ¿Qué hay ahí detrás?
- Amén del cierre del balcón, un retrato de cuerpo entero que reproduce la figura de su Majestad.
- ¿Puedo contemplarlo?
- Podéis, pero no os lo recomiendo. Porque es tan real el retrato que quizá su contemplación pueda alterar el buen estado de su Señoría.
Don Ramiro descorre el tapiz, exclamando:
- ¡Dios bendito!
Y vuelve a correr el tapiz mientras dice con voz entrecortada:
- Cierto, cierto que nunca había visto retrato tan perfecto de su Majestad. ¡Tan siquiera entre los mejores que le ha pintado Don Diego Velázquez!


Fuentes: “Madrid” de Miguel de Unamuno, “Leyendas de Madrid” de Jerónimo de Anclares, “Leyendas y anécdotas del viejo Madrid” de Francisco de Azorín.
M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

1 de junio de 2011

Plaza Mayor (parte II)


La Plaza Mayor de Madrid, albergaría todos los actos importantes de la vida de un Estado: mercados populares, fiestas solemnes, torneos reales, procesiones, corridas de toros, ejecuciones, recibimientos oficiales y autos de fe de herejes condenados por el Santo Oficio.
Sus excesivas dimensiones le confieren un carácter austero, desnudo, sin ambiente, sin intimidad. Un rectángulo arquitectónico que sigue recordándonos el rigor de la Contrarreforma. Es uno de los proyectos de mayor envergadura realizados en consonancia con los principios del Renacimiento y el Barroco italianos.

Gómez de Mora, al crear la obra de su vida, tomó en consideración las tradiciones arquitectónicas de Castilla, así como las fachadas y los perfiles de los tejados característicos de la arquitectura borgoña de los Países Bajos. Es un ejemplo del eclecticismo tal y como se manifestó en el siglo XVII.
Gómez de Mora entregó a Madrid una plaza de ciento veinte metros de largo por cien metros de ancho, bordeada por una sobria hilera de viviendas adosadas de cinco plantas, con 477 ventanas y balcones, capaz de alojar a 3.700 personas. En el centro del costado sur se ubicaba la Carnicería, mientras el lado norte albergaba el edificio más importante, la Casa de la Panadería, denominada así, pues en sus bajos tenía lugar la justa distribución del pan.

Las cuatro plantas superiores de esta parte de la plaza, estaban reservadas para la casa real. Las dos pequeñas torres herrerianas, ilustran aún hoy en día este carácter real del edificio. Preside el centro de la plaza una estatua de Felipe III a lomos de un caballo al paso, realizada en bronce en 1616 por Pietro de Tacca y Giambologna (conocido por Juan de Bolonia, o también por Jean Boulogne), escultor flamenco procedente de Kortrijk.
En la Casa de la Panadería se ha dejado de hornear el pan, en los balcones de las plantas superiores ya no se urden conspiraciones, las fanfarronadas sobre las victorias militares se han apagado. El sonido estridente del hacha cortando la cabeza, el piafar de los caballos, los bufidos de los toros, el chisporroteo de la leña y las lamentaciones de los herejes, todo ello pertenece al pasado. En su lugar se escucha el murmullo de los coleccionistas de sellos y monedas los domingos por la mañana.

Sólo hay mercado en los días de invierno anteriores a la Navidad. En verano los turistas invaden las terrazas obligados a someterse a la melodiosa música del violín, la tortura de los guitarristas aficionados y la tiranía de la cuenta prohibitiva. Pero esto también es la Plaza Mayor.

M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

25 de mayo de 2011

Plaza Mayor (parte I)


Evolución de la Plaza Mayor.
Al principio (1580), la plaza estaba ubicada extramuros y se llamaba Plaza del Arrabal y las casas que flanqueaban sus cuatro costados eran apenas unas míseras chozas. De hecho, uno de los nombres con que se la conocía entonces era la “plaza de las chabolas”. En las postrimerías del siglo XVI, la emergente clase media concentró en sus inmediaciones los primeros establecimientos comerciales. Poco después, Felipe III mandó demoler la vieja plaza y sus chabolas con objeto de construir una totalmente nueva, dentro de las murallas de una ciudad que se había extendido, sobre todo hacia el este.

“Pasaréis a la historia, Bramante”, sentenció el papa Julio II en 1506, cuando encomendó al arquitecto Donato Bramante la construcción de la nueva catedral de San Pedro de Roma. Unos cien años después, el rey Felipe III encargó al también arquitecto Juan Gómez de Mora una plaza que “ha de superar a todas las demás plazas del mundo, para dar grandeza política y orgullo al pueblo español”. Así nació en 1619 la calificada por algunos, madre de todas las plazas, sin desmerecer a la homónima salmantina y a la Grote Markt de Bruselas.
Debía ser una plaza que se pudiera transformar en teatro y en la que se pudieran organizar fiestas para exhibir el fasto de la casa de Habsburgo a los invitados reales y los embajadores extranjeros. La inauguración de la Plaza Mayor anunció el comienzo del Siglo de Oro español. Años gloriosos para las bellas artes, con pintores como Velázquez, Murillo, Ribera y Zurbarán y con escritores, dramaturgos y poetas como Quevedo, Tirso de Molina, Lope de Vega y Calderón de la Barca. Incluso el propio rey tuvo la osadía de representar papeles de actor en sus propias fiestas.

Con motivo de las nupcias del príncipe Carlos, príncipe de Gales, con María, hija de Felipe III, Juan de la Corte (Jan van het Hof, pues era flamenco) pintó en 1623 el lienzo “Fiesta en la Plaza Mayor”, centrándose en los jinetes que galopaban por la plaza. En primer plano aparece el caballo encabritado de Felipe III, para indicar que el monarca domina la cabalgadura, metáfora de su férreo control de la monarquía. Y para colmo, las nupcias jamás se celebraron. Tras una estancia del príncipe de seis meses en la corte española, doña María acabó casándose con el rey de Hungría.
Otro lienzo que nos hace partícipes de los fastos escenificados en la Plaza Mayor es el de Francisco Ricci de Guevara, su “Auto de fe en la Plaza Mayor de Madrid”, representando el acto del 20 de junio de 1680, constituye una representación de la arquitectura renacentista. Aquel día miles de invitados se habían congregado en la plaza para asistir a la ejecución de 118 herejes, entre ellos 80 judíos, culpados de contrariar la doctrina católica, 21 de los condenados fueron quemados vivos. Los “festejos” comenzaron a las 7 de la mañana y, dicen también las crónicas de la época, que el humo de la última hoguera no se llegó a disipar hasta bien entrado el amanecer.

Tal era la preeminencia del Santo Oficio, que el público que asistió al acontecimiento, manifestó su asombro y estupor por el hecho de que el gran inquisidor se sentara en una especie de trono e insólitamente en un lugar más elevado que el del propio monarca. La primera sentencia de muerte ejecutada en la Plaza Mayor fue en 1624. Recayó “tan distinguido honor” en don Rodrigo Calderón, Conde de Oliva, al estrenar el cadalso como reo de muerte, por asesinato múltiple.
Aquel mismo año se celebró también el primer Auto de fe. El Santo Oficio había condenado a un tal Benito Ferrer a la hoguera pública por haberse hecho pasar por sacerdote. La Inquisición continuaría utilizando la Plaza para la ejecución de sus siniestras sentencias hasta bien entrado el siglo XVIII. Se introdujo en 1759 un nuevo evento teatral conocido con el nombre de Entrada Triunfal. Se trataba de un acontecimiento altamente festivo en honor a la llegada del rey Carlos III. Por más que transcurriera el tiempo, la Plaza Mayor continuaría siendo lo que es, el centro geográfico del Madrid de los Austrias.

M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

12 de marzo de 2011

Arco de Cuchilleros


Cuchilleros1 1919 Cuchilleros2

Esta arcada es quizás la más conocida de los nueve accesos de que consta la Plaza Mayor. Su considerable altura se debe al importante desnivel existente que debe de librar entre el plano de la misma plaza y el de la Cava de San Miguel.
El Arco de Cuchilleros forma parte de la obra del insigne arquitecto Juan de Villanueva, quien tras el desafortunado incendio que redujo a cenizas la plaza en 1790, excepto la Casa de la Panadería, recibió el encargo de su reconstrucción organizando un espacio completamente cerrado y habilitando una serie de arcadas para su acceso.

Cuchilleros7 1950 Cuchilleros8

El origen del nombre de este arco, Cuchilleros, se debe a que da acceso a la plaza desde la calle del mismo nombre, y ésta a su vez llamada así porque era la calle en la que antiguamente se ubicaban los talleres del gremio de cuchilleros y espaderos, que tenían como una de sus finalidades suministrar sus productos a las entonces numerosas carnicerías establecidas en la Plaza Mayor. 
La mayoría de las viviendas que circundan el arco, conservan la originalidad del siglo XVII, prueba de ello es el zócalo en piedra berroqueña, las fachadas con gruesos muros de ladrillos, las ventanas con rejerías y las balconadas de hierro forjado. Es obligatorio hacer observar las seis alturas de algunas de estas edificaciones, que originariamente era de ocho plantas, algo inusual en la época, y que fueron rebajadas a su altura actual tras la reforma de Villanueva.

Cuchilleros9 1961 Cuchilleros10

Cómo no, es obligado también hacer referencia a los numerosos y característicos mesones que se ubican en los aledaños del arco y que no son ni más ni menos que los sucesores más o menos directos de los bodegones, tabernas y hosterías que ya poblaban por entonces esta típica zona del Madrid de los Austrias.

Casa Botín1 1887

Una prueba de la solera de la zona, es que prácticamente a los pies del Arco de Cuchilleros, persiste desde 1725 “el restaurante más antiguo del mundo”, Casa Botín,...pero esa es otra historia.

Fuentes: "Madrid Villa y Corte" de Pedro Montoliú Camps, "Urbanity", "Postales Antiguas de Madrid" de Ediciones La Librería, "La Ilustración Española y Americana", "Ayuntamiento de Madrid", "Archivo Histórico Regional", "Viejo Madrid", "Sociedad Española de Librería", "Museo Municipal de Madrid".
Madrid hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

22 de noviembre de 2008

La Cibeles


Esta construcción se enmarca dentro del proyecto ilustrado de Carlos III a finales del siglo XVIII, que pretendía aumentar la categoría de Madrid a semejanza de otras ciudades europeas. Fue encargada al arquitecto Ventura Rodríguez, que realizó el proyecto entre 1777 y 1782. Su realización estuvo a cargo de Francisco Gutiérrez (la diosa y el carro), Roberto de Michel (los leones) y el adornista Miguel Ximénez. La diosa y los leones fueron esculpidos en mármol cárdeno de Montesclaros (Toledo) y el resto, en piedra de Redueña, localidad de la Sierra de La Cabrera.
La diosa frigia Cibeles, símbolo de la fertilidad, está montada sobre un carro tirado por un león y una leona (Hipomenes y Atalanta), sobre una roca que se eleva en medio del pilón. La diosa en sus manos lleva un cetro y una llave y en el pedestal se esculpieron un mascarón que escupía agua por encima de los leones hasta llegar al pilón, más una rana y una culebra, que pasan desapercibidas.

El conjunto escultórico tiene en total un diámetro de 32 metros y una altura de 8 metros. En el estanque superior hay dos surtidores verticales que alcanzan los 5 metros de altura, acompañados de una serie de chorros inclinados que envían el agua desde la diosa hasta la parte externa. A mediados del siglo XX la fuente se hizo más artística con el añadido de surtidores y diversos chorros formando cascadas y agregando la iluminación de colores.
Al principio, iba destinada a los Jardines de La Granja de San Ildefonso en Segovia, pero al remodelar el Paseo del Prado, se instaló en 1782 en el Salón del Prado de Madrid, a la entrada del paseo de Recoletos y mirando hacia la fuente de Neptuno. En 1895 se trasladó el monumento al centro de la plaza, colocando a la diosa mirando al primer tramo de la calle de Alcalá.


La plaza de Cibeles se llamó al principio Plaza de Madrid y en el año 1900 tomó el nombre de plaza de Castelar. Está delimitada por los edificios del Palacio de Buenavista (Cuartel General del Ejército), Palacio de Linares (Casa de América), Palacio de Comunicaciones (Ayuntamiento) y Banco de España. Entre el monumento y el palacio de Buenavista, había unos edificios pequeños donde estaba ubicada la Inspección de Milicias y más tarde la Presidencia del Consejo de Ministros, hasta que un incendió a finales del XVIII, destruyó todo el grupo de casas. Entre los daños sufridos a lo largo de su historia, se encuentran la pérdida de un brazo, las llaves y el cetro en 1931 y graves ataques a uno de los leones durante la Guerra Civil Española.



13 de julio de 2008

El Ángel Caído


(Parque del Retiro)

En 1877, el escultor madrileño
Ricardo Bellver (1845-1924) realizó la obra en yeso, inspirado en unos versos de El paraíso perdido, de J. Milton, para presentarla en la Exposición Universal de París de 1878. Dado que sólo se admitían esculturas de mármol o bronce, Bellver decidió fundirla en París, por la casa Thiebaut-Fils.
El Ángel Caído, con las alas desplegadas y contorsionado, se apoya sobre unas rocas, mientras una gran serpiente se enrosca alrededor de su cuerpo.
Mide 2,65 metros de alto y descansa sobre un pedestal de granito y piedra, con forma de pirámide truncada de planta octogonal que en cada uno de sus lados figura una carátula de bronce, obra de Francisco Jareño, que representan a diablos sujetando con sus manos lagartos, sierpes y delfines. En cada carátula hay tres surtidores que vierten sus aguas a un pilón, también de granito, de forma ochavada y rodeado por un parterre de boj. El conjunto tiene unas dimensiones de 10 metros de diámetro por 7 metros de alto y fue inaugurado oficialmente en 1885.



Muestra tres grandes influencias: la helenística, de
Laocoonte y sus hijos; la barroca, de Bernini, por sus líneas diagonales; y la romántica, por su intensidad dramática. Es probable que la idea de representar a Luzbel (luz bella), con un cuerpo de atleta adolescente tenga relación con el Lucifero de Costantino Corti.
El modelo en yeso fue adquirido en 1879 por 4.500 pesetas, por el bronce se pagaron 10.000 pesetas y fue cedido ese mismo año al Ayuntamiento de Madrid, para ornato del Parque del Retiro. En la Glorieta del Ángel Caído se levantaron antaño varias construcciones. La más antigua de que se tiene noticia es la ermita de San Antón, tras su derribo Carlos III mandó edificar en su lugar la
Fábrica de Porcelanas de la China, a semejanza de la existente en Capodimonte (Nápoles) y tras ser destruida durante la Guerra de Independencia, el solar permaneció vacío hasta que se erigió la fuente. Curiosamente se encuentra situada a una altitud topográfica oficial de 666 metros sobre el nivel del mar.
Hubo opiniones para todos los gustos.
Massarani: “queda fuera de lo que vulgarmente llaman mediocre”
Martínez de Velasco: “refleja el odio satánico del ángel rebelde”
Jouin: “como si el artista hubiera visto a Lucifer en su caída”
Picón: “atrevida, de incorrecto dibujo y aspecto decorativo”
Eugenio Duque: “desprovista de buen gusto”
Vicente Esquivel: “no reúne las condiciones”
Rouget: “el brazo derecho es muy corto”