23 de abril de 2012

Esto es el Rastro, señores…


Su origen se remonta a lejanos tiempos medievales, allá por los siglos XV y XVI y desde hace ya muchos años se ha convertido en toda una institución. Está situado en la cima de un cerrillo donde se encontraba el antiguo matadero de cerdos, en el triángulo formado por las calles de Toledo, Embajadores y Ronda de Toledo.
Una vez que se hubo trasladado el matadero a su nuevo emplazamiento, comenzaron a agruparse en su lugar curtidores, chamarileros, fabricantes de zapatos y sebos, anticuarios, etc, y poco a poco se fueron sumando gremios hasta convertirse en el mayor y más importante mercadillo de España. Se le puede considerar el primer centro comercial... de “lo usado”.

Tiene incluso su horario oficial de 9 a 15 horas, las mañanas de domingos y festivos. Es el centro comercial del batiburrillo, del trapiche, del rebusque y del regateo. Pero, a pesar de su aparente caos, el Rastro está organizado en secciones más o menos diferenciadas: ropa militar y deportiva en Ribera de Curtidores, departamento de arte en San Cayetano, almoneda y ropa usada en Mira el Río, restauración en Cascorro, sección música, cromos y librería en plaza del Campillo del Mundo Nuevo, minerales en Vara del Rey, etc.

En el Rastro se pone a la venta todo lo imaginable para regocijo de madrileños y forasteros: gangas, rarezas y curiosidades. En el Rastro la gente va, viene, sube y baja la Ribera de Curtidores entre dos líneas de toldos y cientos de tenderetes en donde los vendedores de cualquier tipo de género pregonan a voz en grito sus mercancías ya sean jabones, ratoneras, cuadros, corbatas o barajas.
Echando una ojeada desde lo alto de la plaza donde se encuentra el monumento a Eloy Gonzalo, héroe de Cascorro, resalta la oleada de cabezas ante un fondo de tejados rojizos y una franja de cielo no tan azul. En los ocasionales tinglados domingueros cuelgan telas de ropas multicolores, reflejos dorados de braseros, jaulas apiñadas donde trinan multitud de canarios.

Un niño grita con dos gruesos volúmenes entre sus brazos que vende barata su colección de Mortadelo, un chulapo entrado en años pregona a los cuatro vientos sus deliciosos barquillos y un patriarca gitano te “semienseña” un muestrario de flamantes ¿Rolex?. Todo tiene cabida en el Rastro, aunque sea de procedencia un tanto dudosa. Más de un consistorio ha intentado modificar la historia del Rastro cambiándole de ubicación. Suerte que fue declarado Patrimonio Cultural del Pueblo de Madrid en el año 2000. 


M@driz hacia arriba©2006 | Manuel Romo

12 de abril de 2012

Cárcel de Corte, Palacio de Santa Cruz y Ministerio de AA. EE.


Fue mandada construir por Felipe IV en 1629 para albergar las dependencias de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte y de la Cárcel de Corte. El edificio se encuentra situado en la plaza de la Provincia número 1, presidido por la fuente de Orfeo, junto a la Plaza Mayor. Es una de las construcciones más significativas del Madrid de los Austrias. El proyecto fue realizado por el arquitecto madrileño Juan Gómez de Mora (1586-1684) y las obras de construcción fueron dirigidas por Cristóbal Aguilera entre los años de 1629 y 1636, junto con otros arquitectos madrileños de la talla de José de Villarreal, Bartolomé Hurtado García y José Olmo.

El palacio, inspirado en una mezcla de la arquitectura clásica italiana y española, es de planta rectangular y consta de dos patios cuadrados interiores simétricos que, además de organizar coherentemente el espacio, permiten una generosa ventilación y la entrada de luz natural. Ambos patios están divididos por un espacio central haciendo las veces de acceso al edificio y de distribuidor al resto de dependencias.

La composición de la fachada es simétrica lo que confiere al edificio una acusada proyección horizontal que sólo se ve alterada por los dos torreones de los cuerpos laterales acabados en chapitel y con la superposición de los dos niveles de triple vano que componen la portada principal. En cuanto a sus decoraciones, destaca el típico cromatismo de los materiales que imponía la época, ladrillo visto y granito, empleados en su construcción y las esculturas centrales que coronaban el escudo imperial y de las que hoy solamente queda una, el ángel. La estrechez de algunas de las dependencias y la falta de espacio obligaron a ampliar y reformar el inmueble, como se desprende de las obras que se realizaron entre 1648 y 1662 y entre 1662 y 1670.

En 1767 pasó a llamarse Palacio de Santa Cruz y se dispuso que sólo permanecieran en el palacio las dependencias de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte, trasladándose la cárcel al Oratorio Salvador del Mundo, a espaldas del edificio, donde estuvo hasta 1846 en que fue trasladada a la Cárcel del Saladero. Un incendio ocurrido en 1791 destruyó casi por completo la cubierta del edificio y la torre con chapitel que daba a la calle del Salvador. Con la instauración del liberalismo durante el siglo XIX, el edificio pasó a albergar instituciones más acordes con el nuevo sistema constitucional. En la actualidad alberga las dependencias del Ministerio de Asuntos Exteriores.
En 1996 fue declarado Bien de Interés Cultural. 

Fuentes: Madrid histórico, Juan Cato.
M@driz hacia arriba©2006 | Manuel Romo

2 de abril de 2012

Madrid


A la orilla de un pequeño río, el Manzanares, había una fortaleza mora. Al emplazamiento lo llamaron Magerit. El río continúa siendo pequeño, la fortaleza ya ha desaparecido, pero Magerit ahora se ha convertido en Madrid, capital de España. Felipe II trasladó en 1561 la Corte de Toledo a Madrid porque quería para su recién estrenado imperio una nueva capital que aún no estuviera tan cargada de historia.
Es entonces cuando realmente empieza la nueva y gloriosa historia de esta antigua villa. Alrededor de la imponente Plaza Mayor, por aquél entonces Plaza del Arrabal, se concentran los primeros pobladores capitalinos, gente de piel oscura, porque aún corría por sus venas la sangre de los moros. En la calle de Toledo, la calle Mayor y un sinfín de bocacalles, desde primera hora de la mañana los comerciantes exponían sus mercancías en el suelo o en precarios tenderetes.

El estilo arquitectónico que imperaba era el llamado barroco español, piezas de ladrillo rojo con bloques de piedra granítica. Bajo el reinado de Carlos III, rey de las dos Sicilias, la ciudad se convirtió en una verdadera ciudad europea. África ya no empezaba en los Pirineos. Mandó construir el Prado y el Palacio Real. Fundó el Jardín Botánico, hoy bordeado por pequeños puestos de libros, e instauró también el servicio municipal de limpieza.
El Prado es ahora el museo nacional de España, donde se exponen todos los grandes. Y para entender Madrid, deberíamos empezar por hacer una visita a ese Prado, y a Goya, el pintor más madrileño. Visiones alucinantes y fascinantes sobre la vida, desde juegos populares hasta fusilamientos, desde retratos de nobles hasta de personajes del Rastro.

Y allí también está Velázquez, osado retratista de los infantes, y Ribera, el sombrío, y Hiëronymus Bosch, llamado El Bosco. Detrás del Prado se encuentra el Parque del Retiro, en su momento el jardín de los monarcas, donde las niñeras paseaban por las tardes a los niños guapos de los ricos y donde las ancianas se dejaban pasear en calesas.
En el Retiro, por excelencia el parque de Madrid, hombres y mujeres, chicos y chicas de toda clase y condición, al igual que hoy, deambulaban o se sentaban a disfrutar de la sombra y del frescor del ambiente. Pero en otra época allí se vivió, más que en cualquier otro sitio de la ciudad, el espíritu “fin de siècle”, esa vistosa ostentación que ya es imposible encontrar hoy en día.

Pero, aparte de este parque, percibimos otro tipo muy diferente de atmósfera en pequeñas plazas intimistas de Madrid, de las que unas cuantas quedan aún y en las que ha logrado sobrevivir algo del ambiente familiar de antaño, de la buena vida conservada a duras penas por las tradiciones, una vida un tanto familiar casi como la que se hacía en provincias.
Porque Madrid, de acuerdo, ahora es una gran metrópoli, sin embargo, todavía quedan pequeñas reminiscencias de ese agradable ambiente provincial en miles de sitios, así como en los hogares y supongo que en muchas de las costumbres de la gente que los habita. 


M@driz hacia arriba©2006 | Manuel Romo

13 de marzo de 2012

Arco del Dos de Mayo


Este arco tan sencillo vale por todos los arcos de triunfo, aunque estuvieran labrados en mármoles y adornados por toda la opulencia de la riqueza y el arte.
Es la puerta de entrada al antiguo palacio de Monteleón, extensa mansión de los marqueses del Valle y duques de Monteleón y de Terranova, descendientes de Hernán Cortés, que se extendía desde la trasera del convento de las Maravillas hasta la ronda de Fuencarral, hoy calle de Carranza.

En este suntuoso y dilatado palacio vivió la duquesa de Terranova, que fue camarera mayor de la reina María Luisa de Orleáns, y más tarde sirvió de morada regia pues habitaron en él la reina, ya viuda de Felipe V, Isabel de Farnesio y los infantes don Luis y doña María Antonia.
Una vez que dejó de utilizarse como residencia de linajudos habitantes pasó a ser parque de Artillería, destino en el que habría de ser inmortalizado su nombre por la memorable defensa que de él hicieron el 2 de mayo de 1808 unidos el pueblo y los soldados, contra las fuerzas napoleónicas.

De todo el imponente edificio sólo ha llegado hasta nuestros días lo que fue su puerta principal, ante la que se desarrollaron las conocidas escenas de heroísmo, donde cayó muerto el capitán cántabro D. Pedro Velarde y Santillán (1779-1808) y donde fue herido mortalmente el capitán sevillano D. Luis Daoíz y Torres (1767-1808). Desde el año de 1868 es la villa de Madrid la propietaria del arco de Monteleón o del Dos de Mayo, que lo cercó con una verja y lo destacó en el centro de la plaza. 


Fuentes: "Postales Antiguas de Madrid" de Ediciones La Librería, "La Ilustración Española y Americana", "Viejo Madrid", "Sociedad Española de Librería”.
M@driz hacia arriba©2012 | Manuel Romo

6 de marzo de 2012

Casa de los penes


Este curioso edificio se encuentra ubicado en la calle de Montserrat número 12, barrio de Universidad y, al día de hoy, destinado a discretas viviendas populares. En su fachada de revoco, además de símbolos sexuales como seis penes esgrafiados, dos por cada planta, y en medio de cada pareja fálica un símbolo que parece representar una vagina –aunque estas son algo más abstractas y podrían ser lo que la imaginación le dicte a cada uno-, hay también esgrafiado una especie de lazo o podría ser el símbolo matemático para representar lo infinito, con una fecha en su interior, IV-1912. Se ha especulado mucho sobre si podría ser simbología masónica, dibujos de inspiración freudiana o simplemente representaciones esotéricas.

Hablando con un amable vecino de edad más que provecta, inquilino desde su nacimiento en el edificio, éste aventura que en su día la casa pudo estar destinada a lupanar, ya que en la antigüedad, al igual que en muchas ciudades de Europa, se señalaba con símbolos semejantes a este tipo de comercios, como reclamo para los asiduos visitantes de los prostíbulos. Otra teoría es que, como en Roma, las representaciones de falos erectos y demás símbolos sexuales en las fachadas traía buena suerte a los inquilinos de estas casas, por aquello de la fertilidad. En el Centro Cultural del Conde Duque, donde se encuentra el Archivo de Villa, se conserva el expediente de esta edificación. Parece que en Madrid los modernistas no gozaban de muchas simpatías, se les tildaba de irracionales y aberrantes por salirse del conservadurismo de la época y por tanto de la arquitectura oficialista, y quizá por esta razón su arquitecto fue un tanto desconocido y del que apenas se pueden obtener datos personales, tan sólo su fecha de titulación (1897) y por supuesto su nombre, Arturo Pérez Merino.

El proyecto del edificio en cuestión se debió a un encargo de D. Luis Navarrete, un promotor de la época que hizo de apoderado para una desconocida y adinerada dama que se dedicaba a construir viviendas para alquiler. También se sabe que Pérez Merino proyectó otra media docena de edificios en Madrid, todos ellos de un modernismo ecléctico, y por ser casi todos los proyectos de escaso presupuesto, eran populares y baratos, ideales para viviendas que estuvieran al alcance de la clase media. Entre sus obras más llamativas y, que aún se conservan, está la casa de la calle de Hortaleza número 96, donde se pueden apreciar unas originales ménsulas con forma de serpiente y la casa de la calle de Don Pedro número 4, en la que sobre el dintel de un vano central de la primera planta, un dragón se enrosca alrededor de la firma del arquitecto. 


Fuente: “Madrid modernista: guía de arquitectura”, Da Rocha y Ricardo Muñoz.
M@driz hacia arriba©2012 | Manuel Romo