Se acabó el mes de agosto. Va aflojando poco a poco “la caló”. Van tocando a su fin las tan ansiadas vacaciones de verano. Las zonas costeras empiezan a vaciarse progresivamente, porque los turistas comienzan a dispersarse hacia sus ciudades de origen.
Pero también termina la tranquilidad en las calles de Madrid. Volverán a aparecer las boinas de smog matutino. Volverá a enrarecerse el aire que respiramos. Comenzarán a subir los niveles de contaminación atmosférica y ésta nos matará un poquito más. Volveremos a sonarnos la nariz con resultados “más oscuros”.
Las envidiadas siestas hispánicas serán algo menos placenteras al aumentar el bullicio callejero. La concentración para leer un libro, en tu terraza favorita o en un banco de un arbolado paseo, ya no será la misma con tanto tráfago de tráfico, valga la redundancia. Ya no podré tirar fotos desde en medio de la calzada.
La charla de un encuentro casual en una esquina de la calle ha de subir unos cuantos decibelios el volumen. De encontrar una plaza de aparcamiento, ni hablamos. En fin, todo este rollo para decir, que me gusta el verano y, concretamente el mes de agosto, para poder disfrutar de mi M@driz. Y me diréis, sí, pero hace mucho calor con tanto asfalto, granito, hierro y hormigón. No hay problema, seguir el consejo de D. Ramón Gómez de la Serna: “Para evitar el calor, los termómetros del verano deberían colocarse al revés”.