Sinceramente tengo que admitir que nunca he sido partidario de las corridas de toros, por la simple razón de que no me resulta agradable ver cómo se matan animales, aunque estén criados para tal fin, y por supuesto menos agradable aún, cuando el irracional en cuestión engancha al torero y se ensaña con él. Me conformo con los espectáculos de forcados portugueses, donde los amadores, a lo sumo, sufren revolcones sin graves consecuencias y donde los toros son liberados para sacrificarlos fuera de la vista del respetable.
Pero, paradójicamente, también tengo que admitir que me atrae profundamente toda la parafernalia que rodea a esta nuestra fiesta nacional. Sobre todo, esa puesta en escena del llamado arte de Cúchares, que va desde la vistosa indumentaria utilizada, abundante en lentejuelas y colorido, hasta la coreografía empleada en el paseíllo para abrir plaza, en ordenada formación, con recamados capotes de paseo, pasando por el “atrezzo” necesario para complementar la definitiva estampa de los lidiadores y sus cuadrillas.
Ayer, gracias a la amable invitación de su vicepresidente, D. José Vicente de Juan, pude asistir en la Fundación Diario Madrid al acto de inauguración de la exposición “El traje de luces. Historia y evolución de la segunda piel del torero”. Una magnífica exposición con piezas procedentes en su mayor parte del Museo Taurino de Valencia y, entre otras cesiones, las de Enrique Ponce y Vicente Ruiz “El Soro”, en la que se muestran verdaderas joyas del arte del toreo, donde poder apreciar la evolución de los trajes a través de los siglos.
No hay que estar muy metido en este mundillo para poder disfrutar con su liturgia, pero sí para entender la multitud de términos que la conforman. Sólo hay que escuchar hablar de palometas, morillas, machos, castoreños, gregorianas, esclavinas, alamares, taleguillas, etcétera, a un sastre de toreros como Justo Algaba, o a la directora de la Escuela Taurina de Valencia, Inma Catalá, o al comisario de la exposición, Paco Delgado, o a la concejala y presidenta de la Escuela Taurina de Madrid, Paloma García Romero.
Con la pasión con la que hablan, realmente dan ganas, al menos a este neófito, de curiosear más sobre este tema, que ciertamente algo de subyugador y mágico ha de tener para que durante cientos de años, tanta gente de variada clase y condición se sienta aficionada y para que a unos pocos les atraiga este arte hasta tal punto, que decidan jugarse la vida.
Fundación Diario Madrid. C/. Larra, 14.
“El traje de luces. Historia y evolución de la segunda piel del torero”
Del 29 de abril al 15 de mayo 2013.
Horario: 10,30 a 20,00 h. Ininterrumpidamente.
Domingos y festivos: 10,30 a 14,00h.