Hay que reconocer que nuestro cerebro es una máquina prodigiosa que a veces tiene la asombrosa capacidad de saber interpretar lo que nos quieren decir, en lugar de procesar lo que nos dicen literalmente, pues si no fuera de esta manera tan automática, yo creo que en la mayoría de las ocasiones nuestras circunvoluciones se retorcerían aún más si cabe y nos volveríamos un poco más locos de lo que nos gustaría estar. No hay más que practicar la saludable costumbre de darse unos paseos por las calles de Madrid...o por cualquier otra ciudad, porque en todas partes cuecen habas, y poner un mínimo de atención para darse cuenta de que, a veces por metedura de pata del rotulista, otras por precaria cultura del rotulador y otras por una simple patada a nuestro diccionario, los anuncios, reclamos y mensajes publicitarios que nos lanzan, son un variopinto escaparate que en algunos casos nos arrancan una agradable sonrisa y en muchas otras ocasiones nos chirrían tanto, que tenemos que hacer un alto en nuestro placentero paseo y plantearnos si entrar en el comercio a dar un tirón de orejas al anunciante, o ir directamente a una “comisaría de la lengua” a poner una denuncia. En cualquier caso, tengo que agradecer a todos estos “perpetradores de cartelería” que me hayan inspirado tema para escribir este singular artículo. Sin ellos, “Madrid hacia arriba”, quizás hoy no hubiera publicado nada.
“Haguirre” o la cólera de Dios
“Haguirre” o la cólera de Dios
M@driz hacia arriba©2006-2013 | Manuel Romo