3 de agosto de 2008

Viena Capellanes



Hace 135 años, un médico valenciano, el doctor Ramón Martí, decidió hacer un viaje a la Exposición Universal de Viena. De todo lo que vió, lo que más le sorprendió fue el pan. El pan de Viena era más fino y más esponjoso que las hogazas o el pan candeal; su aspecto era lustroso y su distribución en pequeñas cantidades lo convertía en “un pan de capricho, no en un pan de hambre”. Tras este descubrimiento, fundó en Madrid la panadería Viena Capellanes.
En 1879 Serafín Baroja Zornoza llega a Madrid con su mujer, Carmen Nessi Goñi, y sus hijos Darío, Ricardo y Pío. Se trasladan a Pamplona en 1881, y regresan de nuevo a Madrid en 1886. Temporalmente se alojan con la tía materna, Juana Nessi, en la Casa de Capellanes. En ella, Pío Baroja se inicia como empresario, dirigiendo la tahona de Viena Capellanes, en los bajos del edificio. La llegada de Baroja a la tahona fue casual. Su hermano Ricardo había sido reclamado por su tía Juana para que la ayudara con el negocio tras la muerte de su marido, Matías Lacasa, en 1894 y, ante el desinterés de Ricardo, Pío se hizo cargo del negocio en 1896.




Además del atractivo de la bollería y los dulces, la Casa de Capellanes ofrecía a Baroja el no menos irresistible de los caserones antiguos, misteriosos y laberínticos, que despertarían en Pío el interés por el mundo del misterio y del crimen.
A pesar de los esfuerzos realizados por Baroja, la tahona pasó por numerosas dificultades. Matías Lacasa ya la había dejado entrampada al morir.
Baroja liquidó como pudo las deudas, hizo acopio de harina, e intentó conseguir respaldo financiero, que no obtuvo. En cualquier caso, el negocio siguió adelante tras ser comprado a la familia Baroja por Manuel Lence y consiguió, años más tarde, un gran éxito que aún perdura.



22 de julio de 2008

Casa Real de Aduana


Casa Real de Aduana
(C./ Alcalá, 5, 7, 9 y 11)


La antigua Casa de la Aduana, también conocida como Aduana Vieja, fue construida en 1645 en la desaparecida plazuela de la Leña, hoy calle de la Bolsa, en el lugar que antaño ocuparan las Caballerizas de la Reina, entre el palacio de Juan de Goyeneche y el palacio de Torrecilla. Durante el siglo XVIII se hizo cargo de las Rentas de tabaco, sal, naipes, aguardientes, vidrio, etc. Carlos III encargó en 1761 a Francisco Sabatini la construcción de una nueva casa de la aduana. Las obras del edificio, concebido como un palacio italiano, concluyeron en 1769. El alzado se divide en tres alturas:



En la primera, de sillares almohadillados, se abren cinco puertas: tres centrales adinteladas y dos laterales en arco de medio punto. Entre ellas se sitúan ventanas, también adinteladas.
En la segunda, alternan ventanales coronados por tímpanos triangulares y redondeados. Una gran balconada central, sobre la puerta principal se apoya sobre ménsulas decoradas.
Y la tercera de ladrillo, con ventanales cuadrangulares.
Remata el conjunto un ático con balaustrada apoyada en mensulones agrupados de dos en dos.
El interior, organizado en torno a tres grandes patios, dos de ellos separados por un vestíbulo con una escalera de doble derrame y sótanos que servían para almacenes. Como consecuencia de la reforma fiscal de 1845, el Ministerio de Hacienda fue trasladado en 1848 a la Real Casa de la Aduana. En 1944 el arquitecto Miguel Durán Salgado amplió las dependencias con la construcción de un edificio contiguo, sobre el solar del demolido palacio dieciochesco del Marqués de la Torrecilla, con portada realizada por Pedro de Ribera en 1730.
Declarado Bien de Interés Cultural el
27 de febrero de 1998.


13 de julio de 2008

El Ángel Caído


(Parque del Retiro)

En 1877, el escultor madrileño
Ricardo Bellver (1845-1924) realizó la obra en yeso, inspirado en unos versos de El paraíso perdido, de J. Milton, para presentarla en la Exposición Universal de París de 1878. Dado que sólo se admitían esculturas de mármol o bronce, Bellver decidió fundirla en París, por la casa Thiebaut-Fils.
El Ángel Caído, con las alas desplegadas y contorsionado, se apoya sobre unas rocas, mientras una gran serpiente se enrosca alrededor de su cuerpo.
Mide 2,65 metros de alto y descansa sobre un pedestal de granito y piedra, con forma de pirámide truncada de planta octogonal que en cada uno de sus lados figura una carátula de bronce, obra de Francisco Jareño, que representan a diablos sujetando con sus manos lagartos, sierpes y delfines. En cada carátula hay tres surtidores que vierten sus aguas a un pilón, también de granito, de forma ochavada y rodeado por un parterre de boj. El conjunto tiene unas dimensiones de 10 metros de diámetro por 7 metros de alto y fue inaugurado oficialmente en 1885.



Muestra tres grandes influencias: la helenística, de
Laocoonte y sus hijos; la barroca, de Bernini, por sus líneas diagonales; y la romántica, por su intensidad dramática. Es probable que la idea de representar a Luzbel (luz bella), con un cuerpo de atleta adolescente tenga relación con el Lucifero de Costantino Corti.
El modelo en yeso fue adquirido en 1879 por 4.500 pesetas, por el bronce se pagaron 10.000 pesetas y fue cedido ese mismo año al Ayuntamiento de Madrid, para ornato del Parque del Retiro. En la Glorieta del Ángel Caído se levantaron antaño varias construcciones. La más antigua de que se tiene noticia es la ermita de San Antón, tras su derribo Carlos III mandó edificar en su lugar la
Fábrica de Porcelanas de la China, a semejanza de la existente en Capodimonte (Nápoles) y tras ser destruida durante la Guerra de Independencia, el solar permaneció vacío hasta que se erigió la fuente. Curiosamente se encuentra situada a una altitud topográfica oficial de 666 metros sobre el nivel del mar.
Hubo opiniones para todos los gustos.
Massarani: “queda fuera de lo que vulgarmente llaman mediocre”
Martínez de Velasco: “refleja el odio satánico del ángel rebelde”
Jouin: “como si el artista hubiera visto a Lucifer en su caída”
Picón: “atrevida, de incorrecto dibujo y aspecto decorativo”
Eugenio Duque: “desprovista de buen gusto”
Vicente Esquivel: “no reúne las condiciones”
Rouget: “el brazo derecho es muy corto”



22 de junio de 2008

Real Alcázar de Madrid




Su historia se remonta a los orígenes de la ciudad, más concretamente a su fundación por el emir Muhammad Ben Abd al Rahmman- Muhammad I- entre los años 850 y 866. Ocupaba el lugar del antiguo castillo de Mayrit o alcázar de origen árabe, una colina que dominaba el terreno circundante, que fue atalaya de observación primero, pequeño fortín después y fortaleza en ese mismo emplazamiento desde la fundación de Madrid en torno a 720. Los Trastámara, lo eligen como residencia.
Enrique III, le confiere un aspecto palaciego levantando algunas torres, y su hijo Juan II, la Capilla Real y la Sala Rica. Enrique IV lo elige como su residencia favorita, naciendo en él, Juana la Beltraneja en 1462. Sufre numerosos daños durante la guerra civil de las Comunidades de 1476 por las tropas de Isabel I. Sirve de prisión al rey Francisco I de Francia tras su captura en la batalla de Pavía en 1520.
En 1536, Carlos V encargó su reforma a
Luis de la Vega y Alonso de Covarrubias, quienes renovaron estancias, duplicaron la superficie del con un segundo patio, realizaron una nueva fachada rematada por las armas imperiales y levantaron la Torre de Carlos I, que daba a los actuales Jardines de Sabatini.
La modernización y ampliación del Alcázar va a ser obra de Felipe II durante su primera regencia en 1543, que se incrementará a partir de 1561, cuando traslada la Corte a Madrid.
Felipe II ordenó al arquitecto Juan Bautista de Toledo que remodelase la parte antigua, reconstruyendo salas, levantando galerías, y construyendo la Armería Real y la denominada Torre Dorada, de estilo barroco y rematada por un chapitel de pizarra. En esta época el alcázar es más parecido a un caserón con tejados de teja que a un palacio. Tiene aspecto de venta manchega con la entrada flanqueada por dos torres cuadradas.




Durante el reinado de Felipe III, la fachada fue reformada por Francisco de Mora en 1609.
Felipe IV encarga a
Juan Gómez de Mora en 1636, la edificación extramuros, al este de la ciudad, más allá del arroyo del Carcavón, hoy Paseo de la Castellana y Parque del Retiro, pero con una nueva portada y tres torres más. Se modifican las fachadas, dándole un aspecto barroco con ventanas y columnas que darían luminosidad al interior.
Durante el reinado de Carlos II, se remató con un capitel la Torre de la Reina (simétrica a la Dorada), y se cerró la plaza sur mediante dependencias y galerías.
En 1700, Felipe V muestra su desagrado por su tosquedad y sobriedad, adecua el palacio al gusto francés, comprensible habiendo nacido y criado en Versalles, y la reina María Luisa de Saboya y sobre todo su camarera mayor, Ana María de la Tremoille, princesa de los Ursinos, hasta la muerte de la reina en 1714, fue quien ordena las obras, que eran ejecutadas por el arquitecto Teodoro Ardemans y por el francés René Carlier.

En la Nochebuena de 1734, hallándose la corte en El Pardo, un incendio que se prolongó durante cuatro días redujo a cenizas el Alcázar. Los primeros en colaborar en la extinción y el rescate, son los frailes de San Gil. La capilla con sus joyas y objetos religiosos; dinero en efectivo y joyas de la Familia Real; la colección de arte reunida por los Habsburgo y el nuevo Borbón, desaparece bajo los escombros junto a los siglos de historia del Real Alcázar de Madrid.
A finales del siglo XVII el alcázar era un edificio de planta rectangular, con dos grandes patios. La entrada principal en la fachada sur rematada por chapiteles, era de ladrillo rojo y granito, característica de la arquitectura tradicional de Madrid, (arcilla del río Manzanares y granito de la sierra de Guadarrama). La fachada oeste íntegramente de piedra, con cuatro cubos o torres semicirculares de origen medieval, rematados por chapiteles de pizarra. El edificio tiene rasgos renacentistas en la escalera principal y en los patios del Rey y de la Reina, con arcos de medio punto sustentados por columnas.



11 de junio de 2008

La Casa de Capellanes


(C/. Maestro Victoria, 3)

En 1903, el arquitecto José López Salaberry informó: "la superficie que ocupará este edificio será de 872,36 metros y de 545,08 el piso entresuelo".
Tras conseguir la autorización municipal, Lorenzo Vicenti, apoderado de la marquesa de Villamejor, solicitó en 1904, permiso para efectuar la construcción del edificio, que fue encargada al arquitecto Manuel Medrano Huetos (1860-1906). Consta de planta principal, segunda, tercera, planta baja y sótanos.
En el edificio, se ve reflejado un nuevo estilo, el eclecticismo, partiendo de elementos como la arquitectura medieval (sobre todo la gótica), los estilos considerados nacionalistas (el plateresco, el estilo Cisneros, el estilo herreriano) y la arquitectura popular o regionalista, teniendo cabida el empleo de nuevas técnicas y materiales como el hierro, el acero forjado, la cerámica, el cristal o la porcelana.
De palacio cortesano a casa de capellanes del convento de las Descalzas; de panadería a sede del Colegio de Aparejadores (COAATM).
En él habitaron, entre otros, Pedro de Sotomayor, el tesorero de Carlos V Alonso Gutiérrez, la infanta doña Juana de Austria, el músico Tomás Luis de Victoria, el escritor Pío Baroja y el panadero Manuel Lence.
Alrededor del edificio se ha ido configurando la fisonomía del centro de la capital: el Hospital de la Misericordia, el Monte de Piedad, los Salones de Capellanes o el Teatro Cómico que han sido durante siglos edificios emblemáticos.
Hospital, imprenta, salón de baile, sala de conciertos, teatro, grandes almacenes... De entre todas ellas, hizo historia en 1850 uno de los salones de baile más populares y célebres de Madrid, los Bailes de Capellanes, que se erigieron en lugar de concurrencia de la juventud madrileña y en templo del cancán y del cuplé.