La Posada del Peine
(C/. de Postas, 17)
La Posada del Peine, llamada así porque por todo detalle tenía un peine colgado de una cuerda (no es de extrañar que bocas castizas acuñaran la frase "esto parece la Posada del Peine" al referirse a un hostal cutre), fue fundada junto a la principal parada de diligencias de la capital en el año 1610 por Juan Posada, (de ahí el nombre de estos establecimientos), que adquirió una casa en la antigua calle del Vicario Viejo, hoy llamada del Marqués Viudo de Pontejos, para dar alojamiento a los huéspedes y forasteros que llegaban a la Corte.
Casi dos siglos después, en 1796, los hermanos Espinos, lo ampliaron con la casa contigua que daba a la calle de Postas. La supervisión de las obras se atribuyen al entonces arquitecto municipal, Juan de Villanueva, posada que contaría a partir de entonces con unas 150 habitaciones, algunas con pasadizos secretos que facilitaban las andanzas ocultas de los huéspedes.
En 1863 se hizo otra modificación estructural para que el edificio tuviera tres alturas. En 1892 se construyó un templete sobre el antiguo edificio y se instaló un reloj, hoy desaparecido. Ya en el siglo XX, se dice que una mujer se encargaba del negocio cuando se cedió a una comunidad religiosa y luego fue vendido a la relojería Girod. La posada vivió un declive, hasta que cerró sus puertas a principios de 1970, volviendo a abrirse en septiembre de 2004.
Con casi 400 años de historia, se trata del hotel más antiguo de Madrid.
La Posada del Peine, llamada así porque por todo detalle tenía un peine colgado de una cuerda (no es de extrañar que bocas castizas acuñaran la frase "esto parece la Posada del Peine" al referirse a un hostal cutre), fue fundada junto a la principal parada de diligencias de la capital en el año 1610 por Juan Posada, (de ahí el nombre de estos establecimientos), que adquirió una casa en la antigua calle del Vicario Viejo, hoy llamada del Marqués Viudo de Pontejos, para dar alojamiento a los huéspedes y forasteros que llegaban a la Corte.
Casi dos siglos después, en 1796, los hermanos Espinos, lo ampliaron con la casa contigua que daba a la calle de Postas. La supervisión de las obras se atribuyen al entonces arquitecto municipal, Juan de Villanueva, posada que contaría a partir de entonces con unas 150 habitaciones, algunas con pasadizos secretos que facilitaban las andanzas ocultas de los huéspedes.
En 1863 se hizo otra modificación estructural para que el edificio tuviera tres alturas. En 1892 se construyó un templete sobre el antiguo edificio y se instaló un reloj, hoy desaparecido. Ya en el siglo XX, se dice que una mujer se encargaba del negocio cuando se cedió a una comunidad religiosa y luego fue vendido a la relojería Girod. La posada vivió un declive, hasta que cerró sus puertas a principios de 1970, volviendo a abrirse en septiembre de 2004.
Con casi 400 años de historia, se trata del hotel más antiguo de Madrid.