¿Desde lo alto de qué edificio otea el skyline de Madrid este temerario gatito?
7 de febrero de 2017
30 de enero de 2017
23 de enero de 2017
El esgrafiado
El término se deriva de las palabras latinas: ex (fuera) y grapheim (dibujo). Para explicarlo sencillamente, el esgrafiado es una técnica decorativa mediante la cual un dibujo se hace patente por el método de extraer materia. El esgrafiado pertenece a una familia de revestimientos murales conocidos como revocos, que tienen en común el que todos ellos se confeccionan extendiendo sobre el muro o sobre una superficie preparatoria llamada enfoscado, una o varias capas de argamasa en la que suele mezclarse un conglomerante que puede ser cal, yeso, cemento o arcilla; un material de armar como arena o paja; agua, así como diversos pigmentos para obtener coloraciones diferentes.
Una de las manifestaciones más antiguas que se han encontrado corresponde a la antigüedad romana y se halló en Mérida, Badajoz. Desde este ejemplar romano, la falta de nuevos hallazgos obliga a dar un salto al mundo islámico, donde se vuelve a encontrar con profusión este tipo de técnica, en la que fueron unos maestros. Este tipo de diseño se consigue rascando sobre una capa o tendido más o menos liso, lo que conocemos como esgrafiado a un tendido, es decir, que una vez extendida la argamasa ésta recibe un alisado por medio de la llana, sobre ella se dibujan los motivos y se araña una parte de la superficie para dejarla con una textura rugosa.
También existe una segunda variante conocida como a dos tendidos, que se realiza superponiendo dos capas de mortero. Sobre la segunda y última capa aplicada se dibujan los diseños para después recortarlos con una cierta inclinación o bisel, utilizando un instrumento afilado, el resto del proceso consiste es esgrafiar o escarbar ciertas partes del dibujo hasta hacer aparecer el primer tendido quedando, por tanto, el diseño en relieve. El siglo XIX en su última década y el siglo XX, van a ser determinantes en la historia del esgrafiado.
Es una época en la que se generó un gran interés hacia los oficios tradicionales y que las nuevas formas ornamentales incidieran en la recuperación de esta técnica. Fue decisivo que los arquitectos simpatizantes del fenómeno modernista lo recuperaran para adornar sus edificios. Madrid utilizará el esgrafiado de forma muy discreta en la arquitectura de esta época, marcando ciertas directrices constructivas en las fachadas, como líneas de separación entre las distintas plantas, cornisa, dinteles de vanos, o también para remarcar el eje principal del edificio.
Fuente: Rafael Ruiz Alonso
16 de enero de 2017
Cuartel del Conde Duque (comparativa) 1920-2016
El
rey Felipe V (1683-1746), primer Borbón de España, encarga a
finales de 1717 al arquitecto madrileño Pedro de Ribera (1681-1742),
las trazas de un edificio para albergar a los Reales Guardias de
Corps. Con más de 25.000 m2 de superficie y 228 metros de línea de
fachada, alberga una gran plaza central, dos patios laterales más
las caballerizas y una gran portada labrada en piedra,
convirtiéndose así en 1730, año de su conclusión, en la
construcción más grande de Madrid.
1920
Se
considera el último ejemplo de arquitectura madrileña pues a partir
de ahí empezó a introducirse el estilo italiano con las obras del
nuevo Palacio Real. Hasta
el siglo XIX la creencia era que el cuartel del Conde Duque se
llamaba así por el valido de Felipe IV, el Conde Duque de Olivares,
pero parece documentado que se debe al III Duque de Berwick y Liria,
Conde de Lemos (1718-1785), casado con una hija del Duque de Alba,
cuya familia ostentó la propiedad hasta 1943.
2016
2016
Durante
el siglo XIX albergó una academia militar y un observatorio
astronómico.
Un
pavoroso incendio en 1869 destruyó las plantas superiores provocando
el abandono para usos militares y llegando a su desafección total
para estos fines en 1969. El Ayuntamiento de Madrid se hace cargo del
edificio y encarga su rehabilitación, ahora
para fines culturales al arquitecto madrileño Julio Cano Lasso
(1920-1996).
En
una rehabilitación posterior formalizada en 2005 se restauraron las
fachadas exteriores e interiores, recuperando la fábrica de ladrillo
visto, el rasgado original de los vanos y recuperando las alturas
originales desaparecidas en el incendio del XIX.
9 de enero de 2017
El Senado
1865 foto: Jean Laurent
Finalmente entre 1820 y 1823 se convirtió definitivamente en el palacio del Senado. Durante la segunda mitad del siglo XIX el arquitecto Aníbal Álvarez Bouquel (1806-1870) acometió otra reforma que consistió en crear una puerta monumental con tres accesos y que recordaba los arcos triunfales erigidos en la Roma clásica. Colocó capiteles con guirnaldas, un escudo y la cartela del Senado en la parte superior y creó un salón de sesiones con columnas de orden jónico. Unos años después el arquitecto cántabro Jerónimo de la Gándara (1825-1877) remató la entrada principal con un frontón y modificó parte de la fachada con molduras sobre puertas y ventanas.
En 1879 el arquitecto toledano Agustín Ortiz de Villajos (1829- 1902), realizó la fachada lateral de la calle del Reloj. En 1882 se colocó en la biblioteca una estructura metálica, a modo de estantería, de hierro dulce con elementos góticos realizada por Bernardo Asíns y Serralta. Los motivos del techo fueron pintados por Vicente del Río, se colgó una lámpara que había pertenecido al marqués de Salamanca, en el suelo una gran alfombra de la Real Fábrica de Tapices y decorando sus paredes una colección de pinturas del siglo XIX de tema histórico. En 1901 la plaza de la Marina Española quedó presidida por una estatua de 16 metros de altura en memoria de Antonio Cánovas del Castillo, realizada por el escultor sevillano Joaquín Bilbao Martínez (1864-1934) y el arquitecto barcelonés José Grases Riera (1850-1919).
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