1 de marzo de 2009

Parque de la Fuente del Berro


Bernardino Fernández de Velasco, duque de Frías y conde de Haro, compró diversas tierras con el fin de construirse una quinta que se llamaría de Miraflores, de Frías o Huerta del Condestable.
En 1630, Felipe IV adquirió por 32.000 ducados la mencionada finca, que contenía ya, una casa con jardines, huertas, tierras de labor, viñas y arboledas, que gracias al arroyo Abroñigal era extraordinariamente rica en aguas.



La finca fue cedida en 1640 a unos monjes benedictinos del Monasterio de Montserrat. En 1703 fue comprada por María Trimiño Vázquez de Coronado, que años más tarde la legó a los Padres Mercedarios Calzados. Martín Estenoz adquiere la finca en 1800, y comienza a levantar la tapia, que delimitará el perímetro definitivo. A finales de ese siglo sufre una transformación para convertirse en un parque de recreo denominado los Nuevos Campos Elíseos, abiertos en 1900, que sustituyeron a los situados entre las actuales calles de Goya y Jorge Juan.



Contaban con una torre-mirador, una montaña rusa, caballitos, un velódromo, una sala de tiro al blanco, una ría con estanque y cascada, invernaderos y un restaurante de lujo que se instaló en el antiguo palacete ya existente, para celebrar conciertos y bailes de máscaras. Dejaron de funcionar a los dos años.



Es declarado "jardín histórico-artístico" en 1941 y después de pasar por numerosos propietarios, es adquirido por el Ayuntamiento de Madrid, en 1948, siendo alcalde el Conde de Mayalde. Se acometen las obras de acondicionamiento del jardín y la restauración del palacete para Instituto y Museo Arqueológico Municipal y se abren al público en 1954.
En ese tiempo su superficie era de 79.000 metros cuadrados, reduciéndose considerablemente por el trazado de la M-30. En la actualidad ocupa un espacio verde de más de 13 hectáreas, junto con los Jardines de Sancho Dávila, que se incorporaron en 1968.



El Parque de la Fuente del Berro, que se encuentra al final de la calle de Jorge Juan, está rodeado por los hotelitos de la Colonia Iturbe; por el Arroyo Abroñigal, hoy M-30; y la zona donde se ubicaban los antiguos traperos de Madrid, hoy “El Pirulí”. La entrada principal, por la calle Enrique D'Almonte, se compone de dos torreones almenados que abren la tapia de ladrillo y en la cual aparecen adosadas algunas construcciones del mismo material. Según se entra, puede apreciarse el antiguo palacete, hoy destinado a Centro Cultural, que conserva aún algunos restos de un jardín sevillano.



El parque, de tipo paisajista con terrazas escalonadas, está formado además, por praderas con sinuosos paseos y escaleras rústicas de piedra. Destacan el monumento a Bécquer, la estatua al poeta ruso Alexander Pushkin, una fuente con un gran jarrón de piedra, una cascada y un par de pequeños estanques, además de pavos reales, ardillas y patos.



El agua de la Fuente del Berro, fue considerada como la de mejor calidad de todo Madrid, incluso María Luisa de Orleáns no dejaba que faltara en su mesa el agua de dicha fuente, ya que era creencia popular que poseía propiedades curativas e incluso afrodisíacas. Se decía que cuando el rey daba fiestas, sus invitados preferían beber agua de la tal fuente, en detrimento de los vinos que se servían en su mesa. Hoy día su caudal es pobre, su calidad dudosa y nada recomendable.



8 de febrero de 2009

Parroquia de Santa Teresa



(Plaza de España, 14A)

El edificio fue construido como residencia de religiosos Carmelitas Descalzos por el arquitecto Jesús Carrasco Muñoz entre 1923 y 1928, si bien el proyecto databa de 1916.
Carrasco, proyectó el edificio como una fortaleza que reflejara el espíritu de Santa Teresa en “Las Moradas”, de ahí que su estilo tenga un marcado carácter medievalista, claramente perceptible en los torreones que flanquean la entrada de la iglesia y en las almenas de la parte superior.




Construido en hormigón armado, del exterior destaca su fachada neogótica y su interesante cúpula, que evoca la arquitectura bizantina y está adornada con mosaicos de colores amarillos, naranjas y rojos que brindan un espectáculo de irisaciones digno de contemplar con la puesta de sol.


16 de enero de 2009

Quinta de los Molinos


Situada en el barrio del Salvador, distrito de San Blas. Su nombre se debe a dos molinos de viento que se utilizaban para el riego y que aún siguen en pie. El parque de la Quinta de los Molinos fue en su origen una finca donada como regalo del Conde de Torrearias en 1920, al arquitecto alicantino Don César Cort Botí, profesor de Urbanismo, de la Escuela de Arquitectura y Concejal del Ayuntamiento, a cambio de la creación de un palacio para el Conde en la calle General Martínez Campos, de Madrid.

El núcleo inicial de la finca, en la zona situada al norte del camino de Trancos, fue un palacete construído en 1925 con marcada influencia de la llamada Secesión Vienesa y en especial, de la obra de Hoffman. Consta de tres plantas y cinco alturas, de unos 2200 metros cuadrados, con una torre central en la fachada principal y con sus muros de color rosa, dando la parte trasera a la calle Juan Ignacio Luca de Tena. 


También por estas fechas se realizó la Casa del Reloj de estilo más español y otras dependencias de carácter agrícola.
A partir de ahí, fue ampliando su superficie mediante diversas adquisiciones de terreno, hasta los años setenta en los que se llegó a alcanzar las 28,6 hectáreas de superficie.


El objetivo de Don César Cort fue recrear una finca de aspecto parecido a su lugar de origen, es decir, una finca agrícola del litoral mediterraneo, de ahí la presencia de cuadros de almendros, olivos y diversos elementos arquitectónicos como son los molinos. El agua para regar la finca era extraída mediante los citados molinos de viento, de pozos y manantiales subterraneos y después almacenada en albercas que también tenían una función decorativa.


Por esta finca circulaban dos modestos arroyos: El de Trancos al norte y el de la Quinta al sur. Cuenta también con una pequeña rosaleda, estanques de riego y un original pozo de ladrillo. Muchos caminos, dos molinos de viento, numerosas fuentes de distintas formas, arroyos, manantiales, un estanque y grutas, hacen de este parque, que esté considerado Jardín Histórico Artístico, así como Bien de Interés Cultural.


Para acceder a la Quinta pasamos por una entrada en forma de arco y unos edificios pequeños que se supone son para los encargados de la vigilancia y cuidado del parque.
Don César Cort muere en 1978, llegando los herederos a un acuerdo con el Ayuntamiento de Madrid en 1982, por el cual 21 hectáreas de la finca pasan a se zona verde de uso público y las 7 hectáreas restantes serán para construcción de viviendas.


28 de diciembre de 2008

Embajada de Italia


(C/. Lagasca, 98)

Hacia finales de 1939, el Gobierno italiano adquirió un edificio de gran valor estilístico, que ocupa toda una manzana entre las calles Lagasca, Juan Bravo, Velázquez y Padilla, que había pertenecido al Marqués de Amboage.
Construido entre 1914 y 1917 por el arquitecto Joaquín Rojí, en estilo barroco francés, con columnas rematadas por frontones curvos. Consta de una planta baja para biblioteca y salones, primera planta para dormitorios, segunda planta y semisótano para el servicio y jardín de 680 metros cuadrados.
Un pabellón de cristal da acceso al vestíbulo, en forma de templete circular flanqueado por ocho columnas. De ahí, al salón de entrada, un espacio rectangular con la espléndida alfombra, tejida por Gabino Stuyck y la gran vidriera del fondo, de Mauméjean.
En sus salones se encuentran numerosas obras de arte del siglo XVII de maestros italianos como Salvador Rosa, Cavalier D’Arpino, Pier Francesco Mola y Federico Buzzi, pintura flamenca del XVII y XVIII, la escultura en mármol de Pastora Imperio realizada por Mariano Benlliure, un billar labrado por los hermanos Ricci en la ciudad italiana de Forlí en 1884, un lienzo atribuido a Vernet, un cuadro de Gandolfi, sedas de San Leucio, tallas religiosas, una espléndida silla veneciana, etc.
Actualmente alberga la sede de la Embajada de Italia. 



23 de diciembre de 2008

¿Y tú, subes o bajas?


Según la definición de la Real Academia Española de la Lengua, una escalera es una serie de escalones que sirven para subir a los pisos de un edificio o a un plano más elevado, o para bajar de ellos. A las escaleras nos enfrentamos con admiración o con miedo, si nos adaptamos a las interpretaciones psiconalíticas.


Conocemos escaleras al cielo o descenso por ellas al infierno. Nada tan fascinante como una escalera sin final como la que pude ver en el Museo Judío de Berlín o las escaleras sin sentido de los dibujos de Escher.

Aquí tenemos una muestra de hermosas escaleras que parecen sacadas de nuestros sueños, pero que podemos contemplar en nuestra vida real. Podemos subir poco a poco la vista y detenernos en ese lugar entre escalón y escalón, resbalar por sus pasamanos como cuando éramos niños, sentarnos en sus rellanos, en esos bancos providenciales llamados "misericordias".


Todo esto consiguen las escaleras, esos puentes entre lo de abajo y el más arriba, entre la portería y la buhardilla, puentes, en principio internos, que se hacen con la moderna arquitectura, en el exterior.




Tal vez deberíamos añadir a su definición que las escaleras son, sobre todo, una metáfora de la vida, un camino duro y difícil para superarnos, para conseguir llegar a algún lugar o una senda descendente que nos lleva al exterior, hacia afuera de nosotros mismos. En definitiva, creo, que las escaleras sirven para imaginar.