
Si no fuera por la resistencia de algunos madrileños, sin apenas darnos cuenta, nos veríamos inmersos en una gran ciudad de rascacielos superplanos de cristal y acero, fríos, demasiado modernos, pero con muy poca gracia. Estas casas, en su mayoría, totalmente reestructuradas en sus interiores, nos dan toda la comodidad y funcionalidad que demanda el ciudadano del siglo XXI, pero "conservando" su laboriosa y despampanante fachada. Sé que la arquitectura de hoy no es como la del siglo pasado y menos aún como la del XIX, pero para mí la actual, tiene menos de ArtQuitectura.