20 de diciembre de 2011

¡¡FELIZ NAVIDAD!!


La tarjeta de felicitación navideña más antigua del mundo. Es de 1846 y fue
subastada por la casa Sotheby’s en 20.000 €.
En el año 1846, un tal John Calcott Horsley pintó la primera tarjeta de Navidad que ha reconocido la historia, a pedido de Sir Henry Cole. Éste último era un gran hombre de negocios (posteriormente director del prestigioso Victoria & amp, Albert Museum) que conocía a un sinnúmero de gente, y para ahorrarse el trabajo de escribir manualmente una carta de Navidad a cada uno, decidió encargarle a su amigo John Horsley, maestro litógrafo, el diseño de una tarjeta y hacer imprimir 1000 ejemplares litográficos. Este suceso generó en el mundo entero la tradición Victoriana de enviar postales navideñas, adoptada y fomentada por la Reina Victoria, y estimulada por el relato ''A Christmas Carol'' de Charles Dickens. 

¡¡¡Feliz Navidad a todos y próspero año 2012!!!

M@driz hacia arriba©2011 | Manuel Romo

16 de diciembre de 2011

Cuchillería Viñas


Su razón social reza que está situada en la calle de Atocha, número 62, aunque su entrada la haces por el angosto Pasaje Doré, junto a la plaza de Antón Martín. Se trata de un pequeño negocio familiar fundado por Arturo Viñas allá por el año de 1925, que comenzó especializándose en productos de perfumería y que llegó a tener tal éxito desde sus comienzos, que pocos años más tarde decidió ampliarlo incluyendo también artículos de cuchillería.
A pesar de la poca relación existente entre estas dos especialidades dentro de un mismo local, ambas se vendieron con gran éxito. Hay que reseñar que los afamados perfumes de Viñas se importaban directamente a granel nada menos que desde París y, según cuentan, que su calidad era excelente. No se sabe a ciencia cierta por qué razón pero, pasado un cierto tiempo, les llegó la orden de prohibición para la importación de tales perfumes parisinos y tuvieron que limitarse exclusivamente a la venta de cuchillería, sin que este inesperado contratiempo mermara la atención de los clientes.

Posee aún, con ligeros cambios, su fachada original de un llamativo color rojo, fachada un tanto “engañosa”, pues a pesar de los metros lineales de escaparate el local es realmente minúsculo. Es increíble que en tan reducido espacio se puedan mostrar al público millares de cuchillos, navajas y tijeras, eso sí, magníficamente ordenados para que el cliente pueda elegir lo expuesto sin ningún tipo de problema. En la actualidad, tanto por la calidad, como por el extenso surtido cuchillero y navajero de inmejorables precios –se pueden encontrar artículos desde un euro- hacen de la Cuchillería Viñas uno de los cada vez más escasos comercios especializados en el ramo y uno de los más antiguos, no sólo de Madrid sino de toda España.

Todo esto unido a un trato amable y personalizado por la familia del descendiente del fundador, donde te aconsejan calidades, marcas y el producto adecuado para cada necesidad y siempre teniendo en cuenta la relación calidad-precio, la convierten en un referente de este tipo de industria.
Hoy en día la hija del fundador, Carmen Viñas Martín, regenta y dirige esta peculiar cuchillería, que ya va camino de convertirse en centenaria. Llaman la atención los múltiples y variopintos carteles publicitarios de la época de su creación, todos ellos de chapa esmaltada, que adornan toda su fachada, ensalzando la mercancía y poniendo a prueba la resistencia del transeúnte a echar una ojeada a los escaparates.

Respecto de su habitual clientela, Carmen Viñas dice tener profesionales que incluso vienen desde provincias tan sólo para comprar cuchillos específicos para rebanar el pan, cortar carnes y tocinos o trocear verduras. Pero que también hay un tipo de clientela que viene simplemente a comprar sus cuchillos y navajas por esa belleza inquietante que siempre han tenido las armas blancas y más si son de buen templado acero.

Fuentes: “Madrid diario”, “Urban Idade”, “Urbanity”.
M@driz hacia arriba©2011 | Manuel Romo

8 de diciembre de 2011

Plaza y mercado de la Cebada


El campo o plazuela de la Cebada se formó a principios del siglo XVI, siglo en que estos terrenos eran conocidos como la dehesa de la Encomienda por pertenecer a la Encomienda de Moratalaz de la orden de Calatrava. Existen varias teorías, pero la más plausible es que la plaza de la Cebada debe su nombre al lugar donde se separaba la cebada que traían los labriegos de las cercanías de Madrid y que estaba destinada a los caballos del rey y a los de los regimientos de caballería.

Según el historiador Capmani, en esta plaza se encontraba el Almud de piedra donde los labriegos solían depositar las limosnas para Nuestra Señora de la Almudena. A finales del siglo XVIII y principios del XIX era uno de los principales lugares de la Villa donde nuestra “Santa Inquisición” realizaba sus afamados  ajusticiamientos, en la horca o garrote vil, de los reos de muerte que estaban recluidos en la Cárcel de Corte. En 1824 fue ahorcado el general Riego y en 1837 Luis Candelas al garrote.

La víspera de la ejecución se colocaba un patíbulo en el centro y las campanas de la cercana iglesia de San Millán, demolida en 1869, anunciaban el gran acto al pueblo de Madrid. El uso de la plazuela alternaba este tipo de “espectáculos” con el de un mercadillo callejero que hasta 1868 era tan sólo un simple mercadillo de cajones tapados con trapos y lienzos donde se vendían grano, tocino, legumbres, frutas y verduras que los productores de las afueras de la cerca traían entrando por la Puerta de Toledo.

El llamado Mercado de la Cebada fue en su día el mayor mercado cubierto de Europa y el primer mercado de abastos madrileño que se construyó en hierro colado y cristal, además de ser la primera construcción de grandes dimensiones, 6.323 metros cuadrados de superficie, que se levantó en Madrid. El proyecto, de clara línea francesa, corrió a cargo del arquitecto Mariano Calvo y Pereira, y estaba inspirado en el recién construido de Les Halles, en París. El mercado, explotado por una compañía extranjera, tenía planta de octógono irregular y sólo constaba de dos plantas, ambas divididas en pabellones, base o zócalo de ladrillo, cubierta de zinc y cristal sostenida por un perímetro de arquerías de medio punto, finas columnas de fundición y una rotonda central con una altura mayor que el resto del edificio.

Se adjudicó su construcción a Mariano de la Ripa y los materiales a la fundición parisina Camne y Cía. La primera piedra fue puesta a principios de 1870 y cinco años más tarde se terminó su construcción, presidiendo la inauguración el rey Alfonso XII y el entonces alcalde de Madrid, Francisco de Borja, conde de Toreno, que asistieron a un banquete bajo la nueva estructura. El mercado tomó su carácter municipal desde que lo compró el Ayuntamiento en 1879 en veintiséis millones de reales.

Diversos problemas higiénicos y sanitarios para la conservación de los alimentos -sin la existencia de neveras para conservar los productos, los comerciantes sacaban por las noches las carnes sobrantes del día a lugares frescos de las calles, para evitar que se pudrieran-, e indudablemente intereses especulativos, una torpe política de derribos y una mirada corta, hicieron que las autoridades ni se replantearan una posible reforma ante las soluciones propuestas por los propios comerciantes y decidieron que el mercado fuera totalmente demolido en el año 1956 aunque se encontraba en perfecto estado arquitectónico. El por entonces Concejal de Urbanismo, Joaquín Campos Pareja, se justificó diciendo que tenía problemas de seguridad estructural el edificio.

A pesar de los pesares, la preciosa estructura del mercado de estilo modernista fue sustituida por otra de bastante escaso interés, más vulgar pero más funcional, en esta ocasión obra del arquitecto zamorano Martínez Cubells. El nuevo proyecto constaba de dos plantas bajo rasante, una para los aparcamientos y otra para el almacenaje de los alimentos; y planta baja y primera para uso comercial, además de fábrica de hielo, túnel de congelación y cámaras frigoríficas. Prácticamente el único detalle digno de significar, es haber sido concebida su cubierta con seis enormes bóvedas de hormigón prensado, que es como ha llegado hasta nuestros días.

Fuentes: "Fundación COAM", "Urban Idade", "Urbanity".
M@driz hacia arriba©2011 | Manuel Romo

29 de noviembre de 2011

Crédit Agricole


Edificio proyectado en año 1879, por el arquitecto cántabro Antonio Ruiz de Salces (1820-1899). Precioso edificio de clarísimas trazas neoclásicas que se halla contiguo a las Torres de Colón y que entre otras particularidades, tiene la de poseer el gran honor de figurar en su fachada el número uno del Paseo de la Castellana. Perteneció en un principio a la compañía aseguradora Omnia.

Se realiza una primera ampliación y una primera reforma proyectadas en 1930 por el arquitecto roncalés Eduardo Gambra Sanz y que fueron realizadas entre los años de 1930 y 1935. En 1987 vuelve a ser rehabilitado, curiosamente, para otra compañía de seguros, Mare Nostrum por el arquitecto José Manuel Fernández Plaza, quien respetó, afortunadamente, tanto la fachada como su interior.

El edificio se completó con otro de nueva planta en la parte posterior, que no sobrepasa al edificio principal para que no sea visto desde la Castellana y cuyos sótanos fueron acondicionados para aparcamientos. En la actualidad está ocupado por el mayor grupo bancario en Francia, entidad constituida en 1858, Crédit Agricole Indosuez.


M@driz hacia arriba©2011 | Manuel Romo

22 de noviembre de 2011

Puerta Cerrada


En la confluencia de las calles de Segovia, Nuncio, Cava Baja, Grafal, Tintoreros, Latoneros, Cuchilleros, Gómez Mora, Pasa y San Justo se encuentra la Plaza de Puerta Cerrada donde se contempla tan sólo una tosca cruz, único vestigio de un viaje de agua. En dicha plaza una puerta existió en su día y que tuvo que ser cerrada a causa de los malhechores que al llegar la noche allí buscaban refugio.

Tirso de Molina la recordó de esta manera:
“Como está Madrid sin cerca, a todo gusto da entrada;
nombre hay de Puerta Cerrada, mas pásala quien se acerca.”

Y don Miguel de Unamuno hablaba así de ella:
“La Cruz de Puerta Cerrada, que abre sus anchos y blancos brazos de piedra; una cruz pura , sola, sin Cristo. ¡Líbrenos Dios de bárbaros, sin tierra ni pueblo, a quienes se les ocurra derribarla"

También existió aquí un palacio en el que vivía una tal Doña Laura, viuda de un indiano, amante de turno de Felipe IV. Cuenta la leyenda que unos chivatos anónimos comunicaron a Don Ramiro de Vozmediano, teniente corregidor de casa y corte y también figura siniestra de la Inquisición, que en días alternos una carroza se detenía delante de la mansión de Doña Laura y de la que bajaba un personaje embozado y penetraba en el palacio.

Puesto sobre aviso, el Corregidor montó la oportuna y discreta vigilancia, hasta que una noche los vigilantes le dieron la noticia esperada:
- ¡Ya ha caído en la ratonera!
Falta tiempo para que el tal Vozmediano con escolta y escribanos se persone en el lugar e inste a la dama:
- Sé que escondéis a una persona en vuestros íntimos aposentos. En nombre de su Majestad, entregádmela.
- Entrad y registrad. Tenéis ante vos a la más fiel servidora de Felipe IV. 
Durante el registro el Corregidor observa cierto movimiento en un tapiz que cubría un balcón.
- ¿Qué hay ahí detrás?
- Amén del cierre del balcón, un retrato de cuerpo entero que reproduce la figura de su Majestad.
- ¿Puedo contemplarlo?
- Podéis, pero no os lo recomiendo. Porque es tan real el retrato que quizá su contemplación pueda alterar el buen estado de su Señoría.
Don Ramiro descorre el tapiz, exclamando:
- ¡Dios bendito!
Y vuelve a correr el tapiz mientras dice con voz entrecortada:
- Cierto, cierto que nunca había visto retrato tan perfecto de su Majestad. ¡Tan siquiera entre los mejores que le ha pintado Don Diego Velázquez!


Fuentes: “Madrid” de Miguel de Unamuno, “Leyendas de Madrid” de Jerónimo de Anclares, “Leyendas y anécdotas del viejo Madrid” de Francisco de Azorín.
M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo