29 de junio de 2009

Instituto Homeopático y Hospital de San José


En la calle de Eloy Gonzalo 3 y 5, (antiguamente Paseo de la Habana), se abre un jardín espacioso al fondo del cual se levanta un pabellón de fachada acristalada. Este edificio es el Instituto Homeopático y Hospital de San José, testimonio de la generosidad social de la Asociación Hahnemanniana Matritense, formada por médicos homeópatas que se propusieron reformar la medicina tradicional y paliar la injusticia asistencial en la segunda mitad del siglo XIX, siguiendo las teorías médicas de Hahnemann.

Con estas intenciones se puso en marcha la construcción del Hospital Homeopático hace poco más de 135 años, gracias a la suscripción popular y a la generosa aportación (750.000 pesetas) del marqués de Núñez, médico de Isabel II.



Núñez Pernía, García López y Pellicer Frutos


El hospital, también conocido en sus primeros tiempos como “Hospitalillo de La Habana” (1.130.000 consultas anuales), es un edificio con planta en forma de U, en torno a un patio ajardinado central, abierto a la calle con verjas y árboles frutales en un huerto de las Hijas de la Caridad.

1929 y 1933


Es una pequeña y armoniosa construcción erigida con granito, ladrillo y madera, de dos plantas, con sendos pabellones laterales, que demuestra la influencia de las ideas racionalistas neogóticas de Viollet-le-Duc en nuestro país en el tercio final del siglo XIX. En su fachada principal se desarrolla una galería de corredor acristalada y realizada en madera que abarca los dos pisos del edificio, mientras que en las fachadas de las alas laterales se abren ventanas de gran sencillez.
Un cuerpo principal paralelo a la calle en el que se ubican la capilla, el aula, la farmacia y otras dependencias, y dos pabellones laterales en los que se instalaban las salas de enfermos hospitalizados. Las galerías acristaladas del cuerpo central eran lugar de paseo y estancia de los convalecientes.


El autor del edificio fue el arquitecto José Segundo de Lema, que afrontó con éxito, mediante una cámara perimetral de ladrillo, el reto de recalzar cuatro metros los cimientos del futuro instituto, así desnivelados entre sus fachadas anterior y posterior. Se construyó entre 1873 y 1878 en una superficie de 3.835 metros cuadrados. La reforma interior se debe a Bernardo Giner de los Ríos García hacia 1926 y la restauración actual a Ignacio de las Casas Gómez y Emilia Checa Morán.

Dentro del mismo solar, en la esquina con la calle del Cardenal Cisneros, se levanta el palacete del Marqués de los Salados, de la familia del fundador del hospital y diseñado por el arquitecto Emilio Rodríguez Ayuso.
El palacete sigue el estilo neomudéjar que utiliza el ladrillo para muros de carga y también como elemento decorativo formando dibujos geométricos en los muros. En las salas del Hospital, cerradas desde el año 1980, se guarda un interesante patrimonio bibliográfico y documental del siglo XIX, con más de 700 volúmenes únicos en el mundo y varias tesis doctorales. Resulta milagroso que los edificios hayan sobrevivido a la fiebre especuladora de los años 60.
Es Bien de Interés Cultural con la categoría de Monumento, desde 1997.

Fuentes y fotos blanco y negro: Sociedad Hahnemanniana Matritense y http://www.homeoint.org/


M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

7 de junio de 2009

Madrid desaparece II




Hoy me he dado una vuelta, con cámara en ristre, por el barrio del Dos de Mayo, Malasaña, Universidad, Maravillas, o sea mi barrio, al que unas mentes lúcidas y sobre todo muy espabiladas, con la excusa de regenerarlo, modernizarlo, comercializarlo, relanzarlo y no sé cuantos ...arlos más, se les ha ocurrido la sublime idea de inventarse el triBall, especie, espero que a extinguir, de asociación de comerciantes super modernos, super revolucionarios y super super, y encima con el lema de “un nuevo barrio ha nacido en Madrid”, ¿un nuevo qué...?
“Mola mazo o sea te lo juro porfa...”, he cambiado de barrio super cutre, anticuado, sin historia, a uno “nuevo” mucho más luminoso, más limpio, más tranquilo y más chic, ¡¡JA!!. Y lo mejor de todo, sin moverme de mi propio barrio, aquel donde vivieron mis abuelos, mis padres y ahora el que esto escribe.



Donde nací, jugué, crecí y aún vivo en un edificio de “sólo” unos trescientos años de historia.
A lo que iba, paseando por la, en vías de peatonalización, calle de Fuencarral me he sentido turista, guiri, foráneo. Para nada me he sentido en mi barrio, en “Madriz”, en una de sus zonas históricas. He paseado mirando hacia arriba, me he fijado en los reclamos de neón y razón social que coronan las entradas a los comercios y ¿qué me encuentro?, precisamente que no me encuentro, que no me ubico, que no me oriento. Podría estar en cualquier ciudad anglosajona excepto en el Madrid de los manolos/as y como muestra "joyitas" modernísimas en sus reclamos publicitarios, cartelería de actuaciones, masajes y marcas.



Por motivos de trabajo viajo más de lo que quisiera por allende nuestras fronteras y no me encuentro con carteles de “Casa Juanito”, “Modas Loli”, “Ultramarinos Álvarez” o “Comidas El Maragato”. ¿Tanto nos avergüenzan nuestros apellidos que en vez de García ponemos G. y en lugar de Fernández abreviamos en F.? ¿En realidad nos mola más “Call Center” que “Locutorio”, cuando sus propietarios son de Ecuador, o “Food & Breakfast” cuando el restaurador es de Fuenlabrada?



En fin, como dijo el poeta:
"La moda, desde el punto de vista artístico, es una forma de fealdad tan intolerable que nos vemos obligados a cambiarla cada seis meses."
¡¡¡Apoyo la moción, querido poeta!!!, ...ahora mismo me voy a Fuencarral Street a un store de Japanese Closet y al Two of May Square con los friends a trasegarme una beer very cool.



12 de abril de 2009

Campo del Moro


Fue Felipe II el primer monarca que encargó un proyecto para salvar el desnivel existente entre el Alcázar de Madrid y la Casa de Campo, zona conocida como el Campo del Moro. Durante el siglo XVIII, lo intentaron Juan Bautista Sacchetti, Esteban Boutelou, Ventura Rodríguez y Francisco Sabatini. Sin embargo, las dificultades del terreno, el elevado coste de las obras y la escasez de agua impidieron su materialización.


Hacia 1810, por encargo de José Bonaparte, Juan de Villanueva emprendió unas obras de las que hoy se conserva una gruta, ornamentada con rocalla. Habrá que esperar al reinado de Isabel II (1833-1868) para que se inicie el ajardinamiento. La traída de las aguas del Lozoya a través del Canal de Isabel II resultó fundamental. En 1844, por iniciativa de Agustín Argüelles y de Martín de los Heros, el proyecto es encargado al arquitecto Narciso Pascual y Colomer. Para salvar los considerables desniveles se utilizaron como materiales de relleno los escombros extraídos durante la remodelación de la Puerta del Sol.


Con la revolución de 1868 y el fin de la monarquía isabelina el jardín volvió a caer en el abandono. Habría que esperar a 1890, durante la regencia de María Cristina de Habsburgo, para ver su impulso definitivo, gracias al jardinero catalán Ramón Oliva, con la plantación de más de 9.000 árboles, 8.800 arbustos, 12.000 rosales y 400 palmeras, entre otras especies. En 1898 se incluyeron varias casas góticas de madera de estilo suizo o tirolés, obra del arquitecto Repullés.


Los jardines están emplazados entre la fachada occidental del Palacio Real y el paseo de la Virgen del Puerto (antiguo Camino de Castilla). En el eje principal del jardín, sobresalen las fuentes de los Tritones y de las Conchas. La primera traída de Aranjuez, donde estaba desde 1657 por mandato de Felipe IV. La segunda del palacio de Boadilla del Monte y cedida por Fernando VII a su esposa María Cristina de Borbón, tras recibirla de los duques de San Fernando.


En 1931, fueron declarados de interés histórico-artístico. Durante la Guerra Civil Española sufrieron cuantiosos daños, restaurados en la década de los 40.



12 de marzo de 2009

Descalzas Reales


El Monasterio de la Madre de Dios de la Consolación y de la Asunción, más conocido como Monasterio de las Descalzas Reales, ocupa una antigua mansión que en el siglo XVI habría pertenecido a Pedro de Sotomayor, comunero de Madrid ejecutado en 1522. Confiscadas todas sus fincas y posesiones, pasaron en 1524 a manos de Alonso Gutiérrez, tesorero del emperador Carlos V.

En esta mansión, la emperatriz Isabel vivió y dio a luz a la princesa Juana de Austria (1535- 1573), princesa de Portugal, madre del rey don Sebastián de Portugal, hermana de Felipe II y fundadora del convento.


La obra fue responsabilidad de Antonio Sillero, mientras que la fachada del templo es un diseño de Juan Bautista de Toledo. Las obras de acondicionamiento que convirtieron el viejo palacio en un convento para monjas franciscanas finalizaron en 1564.
En aquella época, el edificio estaba todavía fuera del recinto de la villa de Madrid, formando parte del arrabal de San Martín. De ahí provienen los nombres de la actual calle del Postigo y de la plaza de San Martín.


Desde su fundación ostentó el título de Real y, desgraciadamente, el interior se quemó en un incendio en el siglo XVIII. A lo largo de los siglos, cuadros, capillas y relicarios lo han convertido en un museo que alberga obras de Rubens, Ribera, Murillo, Zurbarán, Tiziano, Carreño, Ricci, etc.


1 de marzo de 2009

Parque de la Fuente del Berro


Bernardino Fernández de Velasco, duque de Frías y conde de Haro, compró diversas tierras con el fin de construirse una quinta que se llamaría de Miraflores, de Frías o Huerta del Condestable.
En 1630, Felipe IV adquirió por 32.000 ducados la mencionada finca, que contenía ya, una casa con jardines, huertas, tierras de labor, viñas y arboledas, que gracias al arroyo Abroñigal era extraordinariamente rica en aguas.



La finca fue cedida en 1640 a unos monjes benedictinos del Monasterio de Montserrat. En 1703 fue comprada por María Trimiño Vázquez de Coronado, que años más tarde la legó a los Padres Mercedarios Calzados. Martín Estenoz adquiere la finca en 1800, y comienza a levantar la tapia, que delimitará el perímetro definitivo. A finales de ese siglo sufre una transformación para convertirse en un parque de recreo denominado los Nuevos Campos Elíseos, abiertos en 1900, que sustituyeron a los situados entre las actuales calles de Goya y Jorge Juan.



Contaban con una torre-mirador, una montaña rusa, caballitos, un velódromo, una sala de tiro al blanco, una ría con estanque y cascada, invernaderos y un restaurante de lujo que se instaló en el antiguo palacete ya existente, para celebrar conciertos y bailes de máscaras. Dejaron de funcionar a los dos años.



Es declarado "jardín histórico-artístico" en 1941 y después de pasar por numerosos propietarios, es adquirido por el Ayuntamiento de Madrid, en 1948, siendo alcalde el Conde de Mayalde. Se acometen las obras de acondicionamiento del jardín y la restauración del palacete para Instituto y Museo Arqueológico Municipal y se abren al público en 1954.
En ese tiempo su superficie era de 79.000 metros cuadrados, reduciéndose considerablemente por el trazado de la M-30. En la actualidad ocupa un espacio verde de más de 13 hectáreas, junto con los Jardines de Sancho Dávila, que se incorporaron en 1968.



El Parque de la Fuente del Berro, que se encuentra al final de la calle de Jorge Juan, está rodeado por los hotelitos de la Colonia Iturbe; por el Arroyo Abroñigal, hoy M-30; y la zona donde se ubicaban los antiguos traperos de Madrid, hoy “El Pirulí”. La entrada principal, por la calle Enrique D'Almonte, se compone de dos torreones almenados que abren la tapia de ladrillo y en la cual aparecen adosadas algunas construcciones del mismo material. Según se entra, puede apreciarse el antiguo palacete, hoy destinado a Centro Cultural, que conserva aún algunos restos de un jardín sevillano.



El parque, de tipo paisajista con terrazas escalonadas, está formado además, por praderas con sinuosos paseos y escaleras rústicas de piedra. Destacan el monumento a Bécquer, la estatua al poeta ruso Alexander Pushkin, una fuente con un gran jarrón de piedra, una cascada y un par de pequeños estanques, además de pavos reales, ardillas y patos.



El agua de la Fuente del Berro, fue considerada como la de mejor calidad de todo Madrid, incluso María Luisa de Orleáns no dejaba que faltara en su mesa el agua de dicha fuente, ya que era creencia popular que poseía propiedades curativas e incluso afrodisíacas. Se decía que cuando el rey daba fiestas, sus invitados preferían beber agua de la tal fuente, en detrimento de los vinos que se servían en su mesa. Hoy día su caudal es pobre, su calidad dudosa y nada recomendable.