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12 de marzo de 2018

C. de Francisco de Rojas, 2



Este imponente edificio de viviendas, se asienta sobre un solar de 3.100 m2, que hace esquina con las calles Francisco de Rojas y Sagasta. Su planta rectangular, con dos fachadas de 55 metros, le dotan de 17 ventanas abalconadas por piso, que hacen un total de 68 aperturas exteriores. Además, cuenta con dos patios interiores, alrededor de los cuales se organizan las viviendas, dos por planta, divididas por una escalera señorial.


El inmueble también dispone de un bajo comercial y una azotea con buhardillas en la quinta planta. Tras un intenso trabajo de restauración y conservación, podemos ver más de 60 espacios de calidad, tanto por su espléndida luz como por sus techos altos y suelos de madera, característicos de las viviendas señoriales de principios del XX.


Construido entre 1901 y 1903, el proyecto fue un encargo de los marqueses de Velilla del Ebro al arquitecto catalán Antonio Farrés Aymerich. Aunque el edificio responde a las corrientes eclécticas de la época, la influencia del modernismo catalán es apreciable en los ornamentos arquitectónicos de la fachada. Destaca el trabajo de la rejería de los balcones, de líneas ondulantes y volutas de inspiración vegetal, propias del modernismo catalán. También llaman la atención el friso y el coronamiento de la fachada, así como los adornos seriados de los miradores del chaflán.


En el interior, encontramos rasgos, como los cristales esmerilados y una barandilla de la escalera con forja muy trabajada. Así mismo, las lámparas de los descansillos son modelos originales modernistas que aún se mantienen en funcionamiento. Otros elementos interesantes son los radiadores empotrados en la pared, de circuito de agua oculto tras una singular chapa de rejilla con rosetón central. Por lo demás, son numerosos los elementos originales de principios del siglo XX, como los suelos de madera de tea; las puertas y contraventanas con cerrojos y manillas de bronce; elegantes adornos de escayola en los techos. Todo el inmueble se encuentra en un excelente estado de conservación, ya que estuvo habitado hasta hace unos pocos años. 


M@driz hacia arriba©2006-2018 | Manuel Romo

23 de enero de 2017

El esgrafiado


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El término se deriva de las palabras latinas: ex (fuera) y grapheim (dibujo). Para explicarlo sencillamente, el esgrafiado es una técnica decorativa mediante la cual un dibujo se hace patente por el método de extraer materia. El esgrafiado pertenece a una familia de revestimientos murales conocidos como revocos, que tienen en común el que todos ellos se confeccionan extendiendo sobre el muro o sobre una superficie preparatoria llamada enfoscado, una o varias capas de argamasa en la que suele mezclarse un conglomerante que puede ser cal, yeso, cemento o arcilla; un material de armar como arena o paja; agua, así como diversos pigmentos para obtener coloraciones diferentes. 

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Una de las manifestaciones más antiguas que se han encontrado corresponde a la antigüedad romana y se halló en Mérida, Badajoz. Desde este ejemplar romano, la falta de nuevos hallazgos obliga a dar un salto al mundo islámico, donde se vuelve a encontrar con profusión este tipo de técnica, en la que fueron unos maestros. Este tipo de diseño se consigue rascando sobre una capa o tendido más o menos liso, lo que conocemos como esgrafiado a un tendido, es decir, que una vez extendida la argamasa ésta recibe un alisado por medio de la llana, sobre ella se dibujan los motivos y se araña una parte de la superficie para dejarla con una textura rugosa. 

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También existe una segunda variante conocida como a dos tendidos, que se realiza superponiendo dos capas de mortero. Sobre la segunda y última capa aplicada se dibujan los diseños para después recortarlos con una cierta inclinación o bisel, utilizando un instrumento afilado, el resto del proceso consiste es esgrafiar o escarbar ciertas partes del dibujo hasta hacer aparecer el primer tendido quedando, por tanto, el diseño en relieve. El siglo XIX en su última década y el siglo XX, van a ser determinantes en la historia del esgrafiado. 

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Es una época en la que se generó un gran interés hacia los oficios tradicionales y que las nuevas formas ornamentales incidieran en la recuperación de esta técnica. Fue decisivo que los arquitectos simpatizantes del fenómeno modernista lo recuperaran para adornar sus edificios. Madrid utilizará el esgrafiado de forma muy discreta en la arquitectura de esta época, marcando ciertas directrices constructivas en las fachadas, como líneas de separación entre las distintas plantas, cornisa, dinteles de vanos, o también para remarcar el eje principal del edificio. 

Fuente: Rafael Ruiz Alonso  
M@driz hacia arriba©2006 | Manuel Romo