8 de diciembre de 2011

Plaza y mercado de la Cebada


El campo o plazuela de la Cebada se formó a principios del siglo XVI, siglo en que estos terrenos eran conocidos como la dehesa de la Encomienda por pertenecer a la Encomienda de Moratalaz de la orden de Calatrava. Existen varias teorías, pero la más plausible es que la plaza de la Cebada debe su nombre al lugar donde se separaba la cebada que traían los labriegos de las cercanías de Madrid y que estaba destinada a los caballos del rey y a los de los regimientos de caballería.

Según el historiador Capmani, en esta plaza se encontraba el Almud de piedra donde los labriegos solían depositar las limosnas para Nuestra Señora de la Almudena. A finales del siglo XVIII y principios del XIX era uno de los principales lugares de la Villa donde nuestra “Santa Inquisición” realizaba sus afamados  ajusticiamientos, en la horca o garrote vil, de los reos de muerte que estaban recluidos en la Cárcel de Corte. En 1824 fue ahorcado el general Riego y en 1837 Luis Candelas al garrote.

La víspera de la ejecución se colocaba un patíbulo en el centro y las campanas de la cercana iglesia de San Millán, demolida en 1869, anunciaban el gran acto al pueblo de Madrid. El uso de la plazuela alternaba este tipo de “espectáculos” con el de un mercadillo callejero que hasta 1868 era tan sólo un simple mercadillo de cajones tapados con trapos y lienzos donde se vendían grano, tocino, legumbres, frutas y verduras que los productores de las afueras de la cerca traían entrando por la Puerta de Toledo.

El llamado Mercado de la Cebada fue en su día el mayor mercado cubierto de Europa y el primer mercado de abastos madrileño que se construyó en hierro colado y cristal, además de ser la primera construcción de grandes dimensiones, 6.323 metros cuadrados de superficie, que se levantó en Madrid. El proyecto, de clara línea francesa, corrió a cargo del arquitecto Mariano Calvo y Pereira, y estaba inspirado en el recién construido de Les Halles, en París. El mercado, explotado por una compañía extranjera, tenía planta de octógono irregular y sólo constaba de dos plantas, ambas divididas en pabellones, base o zócalo de ladrillo, cubierta de zinc y cristal sostenida por un perímetro de arquerías de medio punto, finas columnas de fundición y una rotonda central con una altura mayor que el resto del edificio.

Se adjudicó su construcción a Mariano de la Ripa y los materiales a la fundición parisina Camne y Cía. La primera piedra fue puesta a principios de 1870 y cinco años más tarde se terminó su construcción, presidiendo la inauguración el rey Alfonso XII y el entonces alcalde de Madrid, Francisco de Borja, conde de Toreno, que asistieron a un banquete bajo la nueva estructura. El mercado tomó su carácter municipal desde que lo compró el Ayuntamiento en 1879 en veintiséis millones de reales.

Diversos problemas higiénicos y sanitarios para la conservación de los alimentos -sin la existencia de neveras para conservar los productos, los comerciantes sacaban por las noches las carnes sobrantes del día a lugares frescos de las calles, para evitar que se pudrieran-, e indudablemente intereses especulativos, una torpe política de derribos y una mirada corta, hicieron que las autoridades ni se replantearan una posible reforma ante las soluciones propuestas por los propios comerciantes y decidieron que el mercado fuera totalmente demolido en el año 1956 aunque se encontraba en perfecto estado arquitectónico. El por entonces Concejal de Urbanismo, Joaquín Campos Pareja, se justificó diciendo que tenía problemas de seguridad estructural el edificio.

A pesar de los pesares, la preciosa estructura del mercado de estilo modernista fue sustituida por otra de bastante escaso interés, más vulgar pero más funcional, en esta ocasión obra del arquitecto zamorano Martínez Cubells. El nuevo proyecto constaba de dos plantas bajo rasante, una para los aparcamientos y otra para el almacenaje de los alimentos; y planta baja y primera para uso comercial, además de fábrica de hielo, túnel de congelación y cámaras frigoríficas. Prácticamente el único detalle digno de significar, es haber sido concebida su cubierta con seis enormes bóvedas de hormigón prensado, que es como ha llegado hasta nuestros días.

Fuentes: "Fundación COAM", "Urban Idade", "Urbanity".
M@driz hacia arriba©2011 | Manuel Romo

10 comentarios:

  1. ¡Cuánta historia tiene esta plaza, Manuel! me alegro de que la recuerdes.
    Es una lástima que se derribara el mercado de hierro, como tantas cosas en Madrid, ¿te imaginas que ahora pudiéramos disfrutarlo?.
    Curiosamente, el mercado actual, que no es tan bonito ni mucho menos, se está salvando de momento por la crisis. No es que me guste, pero derribar por derribar... (como las instalaciones que había al lado, y ahora son un solar). En fin.
    un beso

    ResponderEliminar
  2. Larga historia, Mercedes.
    Pero está visto que la existencia de los mercados, con las grandes superficies, tiende a desaparecer. Por oposición vecinal Cebada se salva de momento, pero Mostenses, Olavide, San Ildefonso, Pta. Toledo pasaron al recuerdo, y los descafeinados San Miguel, San Antón, Barceló, etc, sólo son muestrario de delicatessen y pasarela de domingo.
    Ya no se oirá decir como a nuestros padres ¡voy a comprar a la plaza!
    ¡C'est la vie, maldita sea!
    Un beso.

    ResponderEliminar
  3. Uno de los mercados más bellos que han existido en la capital. Que pena que como siempre, desaparezcan grandes obras que tuvieron que perdurar en el tiempo y no hubo nadie que lo llevara a cabo.

    ResponderEliminar
  4. Bélok, si alguien se ocupara de cortar las manos a más de uno para que no firmara derribos injustificados...
    ¿Creen que no pueden convivir edificios representativos que marcaron una época con los del siglo XXI y venideros?

    ResponderEliminar
  5. Hola, Manuel:

    Hace poco lei que hay un plataforma para salvar estas cupulas rojas. Pienso que si estan en buen estado no hay razon para derribarlas, menos en estos tiempos donde hay que aprovechar al maximo lo que se tiene. Si no es asi, tampoco es cuestion de conservar cosas por el mero hecho de ser viejas. El Conde-Duque ha quedado precioso, aunque seguro que nos costara un poco acostumbrarnos a su nueva estetica. Ayer tambien pase por el Museo de Municipal, aunque no es del mismo estilo que el resto del museo, me gusto como ha quedado la nueva zona, respeta el resto del edificio y le da funcionalidad a ese espacio.

    Gracias por el post ¡menudo uso que le dabamos a las plazas antes! :)

    Saludos

    ResponderEliminar
  6. En efecto Paco, está la cosa así, así. Pero por lo que se ve ahora están con la fiebre de modificar mercados, pues ya no parecen rentables, y asemejarlos a centros comerciales. Tampoco soy partidario de derribar por derribar pero ya que se cargaron el de hierro, que era precioso, menos importa el actual, que excepto las entonces novedosas bóvedas no tiene nada de bonito, aunque también marcó una época.
    Gracias a ti por pasarte.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  7. Gracias Manuel por este recorrido!! Yo tampoco soy partidario de derribar por derribar. Pero esto es precisamente lo que ha hecho el Ayuntamiento, derribando el complejo deportivo (con piscina cubierta) adosado al mercado, sin recambio. Y ahí sigue el solar muerto de risa, y ahí siguen los vecinos del centro, sin poder utilizar la única zona deportiva que había en el barrio.

    Gracias (y perdón por este tono reivindicativo que me ha salido, jeje). Un abrazo, Jesús

    ResponderEliminar
  8. Hola Jesús,
    Totalmente justificado el tono de pataleo reivindicativo, aunque sepamos que sólo va a quedar en eso, pataleo, pues sabemos que la voz del ciudadano es la última a tener en cuenta, pruebas fehacientes nos han dado de ello.
    Veremos en qué queda el contencioso del mercado de la Cebada. ¡Ganarán los que tienen la sartén por el mango, seguro!
    Gracias a ti.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  9. Hola Jesus. Bonito post, y nostalgico, preciosas imagenes antiguas.
    Lo cierto es que el mercado de hierro era una pasada, el de las cupulas redondas, me parece anodino y sin gracia ninguna.

    Enhorabuena y un abrazo.

    ResponderEliminar
  10. Hola José,
    Aunque en su día fue novedoso arquitectónicamente, que me disculpe el señor Cubells, pero lo cierto es que es horroroso, mastodóntico y sin ninguna chispa. Es el que hemos conocido en nuestra vida, pero por mí, puede pasar al recuerdo.
    Gracias a ti.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar